"La idea de un homo viator, de una humanidad itinerante hacia el Reino de Dios, impregna la ciudad cristiana de su fuerza mística y convierte las obras de la cultura en una suerte de hierofanía militante, tensa como la cuerda de un arco. El arte y las instituciones cristianas, tanto como su teología, son claros testimonios de esta activa tendencia hacia una realización allende el tiempo y el espacio mundanos. El cosmos entero, en la raíz de su dinámica física, parece participar en el esfuerzo de la nueva creación y convierte sus elementos fundamentales: el espacio, el tiempo, el agua, el pan y el aceite, en los signos sensibles de una realidad rescatada de la corrupción y de la muerte. El modelo arquetípico es ahora causa ejemplar del movimiento realizado en mancomunidad por la gracia de Dios y la libre voluntad del hombre.” (RUBÉN CALDERÓN BOUCHET. Apogeo de la Ciudad Cristiana. Dictio. Buenos Aires. 1978, pp. 11-12)
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