CARLOS BORROMEO: PROTAGONISTA DE UN TIEMPO DE REFORMA

San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y cardenal, es una figura destacada en la historia de la Iglesia Católica, conocido por su compromiso con la reforma y la caridad. Nacido en una familia lombarda en el siglo XVI, su vida tomó un giro profundo tras la muerte de su hermano, llevándolo a descubrir el amor de Dios. Cardenal a los 22 años, San Carlos desempeñó un papel crucial en la reanudación del Concilio de Trento y se dedicó a la caridad y la reforma de la Iglesia.

Carlos Borromeo fundó varias instituciones para atender las necesidades de su diócesis. Estableció hospitales, orfanatos y refugios para los pobres. Además, fundó la Congregación de Oblatos de San Ambrosio, un grupo de clérigos dedicados a la reforma y la renovación espiritual de la Iglesia. Estas iniciativas reflejan su compromiso con la caridad y su visión de una Iglesia activa y comprometida con el bienestar de todos sus miembros.

Gran impulsor de la reforma del clero promovida por el Concilio de Trento supo ver que el fundamento de una verdadera renovación comienza por una vida interior sólida. Dejamos algunas reflexiones suyas en este sentido:

"¿Quieres que te enseñe cómo irás progresando en la virtud y, si ya estuviste atento en el coro, cómo la próxima vez lo estarás más aún y tu culto será más agradable a Dios? Oye lo que voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste sea, no lo saques fuera en seguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones inútiles.
   ¿Estás dedicado a la predicación y la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza.
   ¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te olvides de ti.
   Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: Salmodiaré -dice el salmista- y entenderé. Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así todo lo que hagáis, que sea con amor; así venceremos fácilmente las innumerables dificultades que inevitablemente experimentamos cada día (ya que esto forma parte de nuestra condición); así tendremos fuerzas para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás."

Comentarios