Hipólito vivió a fines del siglo II y comienzos del III (aprox. 170–235 d.C.). Fue presbítero en Roma, discípulo de la tradición de la escuela alejandrina y conocedor profundo de la filosofía griega. Se lo considera el primer teólogo romano de gran envergadura y, a la vez, el primer antipapa reconocido en la historia.
Obra y pensamiento
Hipólito fue un escritor prolífico. Varias de sus obras se conservan en griego y otras en traducciones al latín y al siríaco. Entre ellas destacan:
Refutación de todas las herejías (Philosophumena): una obra polémica contra gnósticos, paganos y otras corrientes que desviaban la fe. Es fuente clave para conocer la diversidad doctrinal del cristianismo primitivo.
Tradición apostólica: texto litúrgico-normativo que describe prácticas de la Iglesia de Roma hacia el 215: bautismo, eucaristía, ordenación de ministros, oración diaria. Tuvo enorme influencia en la configuración de la liturgia posterior.
Comentarios bíblicos: entre los primeros comentarios continuos a la Escritura que se conservan, como sobre Daniel y el Cantar de los Cantares.
Escritos cristológicos: defendió con firmeza la doctrina de la encarnación frente al modalismo (especialmente contra Sabelio), pero algunos lo consideraron rígido en su subordinacionismo (tendía a subrayar la distinción entre el Padre y el Hijo, incluso rozando ideas que más tarde serían discutidas en Nicea).
Conflictos y el cisma
Hipólito tuvo fuertes tensiones con los papas de su tiempo (Ceferino, Calixto, Urbano I y Ponciano). Los acusaba de:
ser demasiado indulgentes en la disciplina penitencial,
mantener una teología deficiente sobre la Trinidad,
y no combatir con suficiente firmeza las herejías.
En este contexto, se separó de la comunidad oficial de Roma y fue elegido antipapa hacia 217, en oposición a Calixto I. Este cisma fue el primero de envergadura en la Iglesia romana.
Martirio y reconciliación
Durante la persecución de Maximino el Tracio (235), tanto el papa Ponciano como Hipólito fueron deportados a las minas de Cerdeña. Allí, según la tradición, se reconciliaron: Hipólito aceptó la comunión con la Iglesia. Ambos murieron en el destierro y sus cuerpos fueron trasladados a Roma. Desde entonces, Hipólito es venerado como mártir.
Legado
Liturgia: la Tradición apostólica está en la base de muchas oraciones eucarísticas actuales (por ejemplo, el canon II de la misa en el Misal Romano moderno).
Exégesis: pionero en los comentarios bíblicos continuos.
Teología: importante en el desarrollo del pensamiento trinitario, aunque su lenguaje fue superado y clarificado en Nicea y Constantinopla.
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