La Basílica de Saint-Denis es conocida por ser el lugar de sepultura de la monarquía francesa, además de tratarse del primer templo que se construyó en estilo gótico.
Dionisio de la Galia fue una figura histórica y, según las crónicas, una tribu local lo martirizó en la colina de Montmartre de París en 270. Hubo razones de política eclesiástica que empujaron al abad carolingio Hilduino de Saint-Denis (775-840) a identificar al Dionisio mártir en París con el Dionisio Areopagita, discípulo de San Pablo, y con el autor de los escritos pseudo-areopagíticos del siglo VI.
Hilduino llevó a cabo esta invención hagiográfica con un objetivo preciso: mostrar el vínculo cultural que existía entre el reino franco y el Oriente bizantino. De hecho, él era abad de Saint-Denis, una basílica situada a las puertas de París donde yacían los restos del rey de Francia, y dada esta posición, respondía a las exigencias de la política cultural del soberano reinante, Ludovico Pío, hijo de Carlomagno. Entonces, una de las ideas de Ludovico, rey franco y emperador del Sacro Imperio Romano, era la de reforzar los vínculos con el imperio de Oriente. Así pues, la identificación de ambos Dionisios tuvo como objetivo proporcionar una base cultural a este proyecto político.
Así pues, los carolingios, a través de la obra de Hilduino, añadieron una importante pieza a la vida y fama del presunto discípulo de san Pablo; tanto es así que esta leyenda del martirio en Lutecia (nombre antiguo de París) se difundió también en Oriente. Pero la historia no termina aquí: en el siglo XII, la abadía de Saint-Denis fue objeto de una importante reestructuración que consistió en la extensión del coro y de la columnata, así como la ampliación de las ventanas de la nave y la elevación en vertical del edificio, posible gracias a la colocación de contrafuertes arbotantes: había nacido el estilo gótico. Su creador fue el abad Suger y, según algunos estudiosos, la idea de fondo que llevó al sucesor de Hilduino a lograr este extraordinario resultado estilístico procedía de la lectura de los escritos areopagíticos y de la mística de la luz que en estos se exponía.
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