LOS CUATRO PRIMEROS CONCILIOS ECUMÉNICOS

Superadas las persecuciones de los tres primeros siglos, la Iglesia fue ocupando un lugar central en el Imperio Romano, desde Constantino hasta Teodosio. En éstos tiempos surgieron disputas doctrinales en torno a la naturaleza de Cristo, que se fueron definiendo y esclareciendo en los cuatro primeros Concilios celebrados entre el 325 y el 451. Estos Concilios fueron fundamentales en la definición trinitaria y teológica de la Iglesia. 

Los cuatro primeros Concilios ecuménicos de la Iglesia, que son fundamentales porque en ellos se definieron los dogmas trinitarios y cristológicos que estructuran la fe católica y ortodoxa (y en buena medida también la fe de muchas comunidades protestantes).

1. Concilio de Nicea I (325)

Convocado por: Constantino el Grande.

Contexto: La crisis arriana. Arrio, presbítero de Alejandría, enseñaba que el Hijo no era eterno ni de la misma naturaleza que el Padre, sino “creatura excelsa”.

Definición dogmática:

El Hijo es consustancial (homoousios) al Padre: verdadero Dios de verdadero Dios.

Se formula el Credo Niceno (que luego será completado en Constantinopla).

Importancia: Se cierra el camino a las cristologías subordinacionistas y se fija el núcleo de la fe trinitaria.

2. Concilio de Constantinopla I (381)

Convocado por: Teodosio I, quien hizo del cristianismo niceno la religión oficial del Imperio.

Contexto: Persistencia del arrianismo y disputa sobre la divinidad del Espíritu Santo (los “pneumatómacos” la negaban).

Definición dogmática:

Proclama la divinidad plena del Espíritu Santo: “Señor y dador de vida, que procede del Padre, y con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”.

Completa el Credo Niceno-Constantinopolitano que aún hoy se reza en la liturgia.

Importancia: La Trinidad queda definida dogmáticamente: un solo Dios en tres Personas.

3. Concilio de Éfeso (431)

Convocado por: El emperador Teodosio II.

Contexto: La controversia nestoriana. Nestorio, patriarca de Constantinopla, rechazaba llamar a María Theotokos (“Madre de Dios”), prefiriendo Christotokos (“Madre de Cristo”), porque temía una confusión entre las naturalezas de Cristo.

Definición dogmática:

Se afirma la unidad personal de Cristo: el Verbo eterno se encarnó, y la Virgen María es verdaderamente Theotokos.

Importancia: Primer gran paso en la cristología: Cristo no es una mera unión moral de Dios y hombre, sino una sola Persona divina en la que subsisten las dos naturalezas.

4. Concilio de Calcedonia (451)

Convocado por: El emperador Marciano y la emperatriz Pulqueria.

Contexto: La reacción contra el monofisismo de Eutiques, que afirmaba que en Cristo, tras la encarnación, sólo quedaba una única naturaleza divina, “absorbiendo” a la humana.

Definición dogmática:

Fórmula calcedonense: Cristo es una sola Persona (hipóstasis) en dos naturalezas, divina y humana, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación.

Importancia: Culminación de la cristología clásica. Se asegura que Jesús es plenamente Dios y plenamente hombre, verdadero mediador y salvador.

En síntesis:

Nicea I (325): el Hijo es verdadero Dios.

Constantinopla I (381): el Espíritu Santo es verdadero Dios.

Éfeso (431): María es Madre de Dios; Cristo es una sola Persona divina.

Calcedonia (451): Cristo es una sola Persona en dos naturalezas.

Estos cuatro concilios son la columna vertebral de la fe cristiana: de ellos depende toda la dogmática posterior, desde san Agustín hasta santo Tomás.

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