"El tema de la luz está presente en todas las grandes tradiciones, cristianas o no. E incluso ha penetrado en el lenguaje cotidiano. Expresiones tales como «ingenio chispeante», «exposición lúcida», «claridad mental», no son meras figuras u ornatos de lenguaje, sino vestigios de una perdurable doctrina de la luz, que se encuentra en la base de la significación del icono...
1. La Mística de la Luz
Dentro de la tradición oriental, sobre todo en la escuela hesicasta, la luz tiene un papel de primordial trascendencia en relación con la vida espiritual, y, consiguientemente, con el tema del icono.
a. Luz y tinieblas
Tratemos, ante todo, de penetrar en lo que se ha dado en llamar "la metafísica de la luz", presupuesto fundamental de la pintura de iconos...
La ontología platónica, basada en el mundo puro y luminoso de las ideas, era una metafísica de la luz. Para Platón, el ser absoluto y principio de toda existencia es el Bien, que al tiempo que engendra en el hombre la inteligencia, se refleja en el mundo material por la luz. De esa suerte, la luz pierde su carácter puramente físico porque, a través de ella, Dios comunica al hombre su verdad, su bondad y su belleza. En cambio, el mundo que nos rodea es considerado como una suma de elementos heterogéneos, amalgamados a la tiniebla, es decir, al no-ser.
El neo-platonismo retoma la idea de Platón, y la convierte en el elemento constitutivo de su nuevo sistema filosófico. Mediante la luz, los seres reciben belleza y bondad moral, al punto de que las cosas no son bellas sino en el grado en que la reflejan. Sin la luz, la materia es tenebrosa. Así se hace manifiesta, como en las religiones mistéricas del Oriente, una dualidad en conflicto: la luz y la tiniebla, el bien y el mal...
Esta exaltación de la luz fue ampliamente asumida por el cristianismo primitivo, tan deudor del pensamiento griego, si bien con importantes retoques, y recibiendo una significación trascendente. "Todo lo que se manifiesta es luz", afirmará San Pablo (Ef 5, 13), es decir, todo ser es luz. Lo que no es luz no se descubre, pues carece de realidad. En Dios todo es ser, todo es plenitud de realidad.
Pero fue sobre todo el Pseudo-Dionisio quien mejor integró el tema de la luz en su cosmovisión. Como se sabe, Dionisio nos ha dejado una descripción del orden jerárquico que existe tanto en el cosmos inteligible (kosmos noétos) como en el cosmos sensible (kosmos aisthétos). La luz inmaterial, que proviene de Dios, su origen fontal, se comunica ante todo a las jerarquías supremas de los espíritus celestiales, es decir, a los serafines, querubines y tronos, quienes la reflejan a las jerarquías subsiguientes hasta llegar a los ángeles de la jerarquía inferior, los cuales, a su vez, la transmiten a las jerarquías eclesiásticas, cuya función primordial consiste en comunicar a los hombres la luz divina, mediante la palabra y los sacramentos. Las relaciones entre las diversas jerarquías -celestes y terrestres- se caracterizan por la armonía (harmonía), la sinfonía (symphonía) y la simetría (symmetría). No deja de resultar digna de admiración la belleza del universo dionisiano. El lenguaje que la expresa es el de un artista y un poeta..." (ALFREDO SÁENZ, "El icono, esplendor de lo sagrado")
Comentarios
Publicar un comentario