Grecia es la parte más mediterránea del mundo mediterráneo; es intermediaria entre tres continentes: Europa, Asia y África. Es un país marítimo, con sus playas, golfos, cabos y promontorios, sembrado de penínsulas y de islas; el estrechamiento del Mediterráneo oriental entre Europa y Asia, es el mar Egeo. Pero además, Grecia es un país montañoso; las montañas ocupan el 80% de su territorio. En ruta hacia el sur empiezan a escasear las llanuras. Como destaca el pensador suizo Gonzague de Reynold, aumentan “los valles y hondonadas. Cada uno de estos forma un medio cerrado y naturalmente autárquico: el medio en el que nació la polis”. Pero sería erróneo disociar y oponer el mar y la montaña: “gracias al mar, la civilización helénica… recibe sin cesar nuevas aportaciones, y se hace conquistadora y universal; se lanza hasta el interior de la vecina Asia y se propaga en toda la cuenca mediterránea. Al mismo tiempo, gracias a la montaña, el particularismo de las polis sigue siendo tan fuerte que se salva a Grecia de ser anegada por las influencias exteriores”. La tercera ventaja de Grecia es el clima: veranos secos, inviernos dulces y atmósfera luminosa, pues como dice Eurípides, “dulce y clemente es nuestra atmósfera; el frío del invierno carece de rigor, y los rayos de Febo no nos hieren”. Y hasta la tierra, como en Provenza, es perfumada; sin embargo, es, en su conjunto pobre. Carece, por lo general de humus y cuando lo tiene, es muy superficial. Le falta el agua, y como señala Gonzague de Reynold, “tras la abundancia de las higueras, de los olivares y de los viñedos, se oculta la indigencia de los campesinos”. Afirma Herodoto: “Grecia ha sido en todos los tiempos un país pobre. Pero en ello funda su areté. Llega a ella mediante el ingenio y la sumisión a una severa ley. Mediante ella se defiende la Hélade de la pobreza y de la servidumbre”. En realidad, existen tres Grecias: la europea, la insular y la asiática. La primera, la europea, es continental, en la extremidad marítima de la península se encuentra el Epiro, de mesetas estériles y valles fértiles, cuyo nombre, según Homero, significa “tierra firme”; al Este, Tesalia, rica en granos y en caballos, factor importante en las guerras helénicas. Tesalia linda al Norte con Macedonia, tierra enteramente continental sin salida al mar Egeo. La Grecia central se encuentra flanqueada por las islas; al Oeste por las islas Jonias, Leucadia y Cefalonia. La última tiene a su abrigo la isla de Itaca, el pequeño reino de Ulises; al Este, la alargada isla de Eubea. La región es rica en montañas; la más alta de ellas, es el Parnaso, pero la tierra es avara. En la región sudoccidental se encuentra Beocia, con algunas fértiles llanuras. Finalmente, el Atica, es de suelo también pobre a pesar de sus olivos. La extremidad meridional de la península es el Peloponeso. En el centro se encuentra la Arcadia, nombre de resonancia de rebaños y pastores; en el Norte, sobre el golfo de Corinto, la Acaya; al Oeste, la Élida; al Este, la Argólida y al Sud, Laconia y Mesenia. Por el centro de Laconia corre el río Eurotas, en cuyo valle se encuentra Esparta. Frente al extremo meridional del Peloponeso aparece la isla de Citera y por ella nos introducimos en la segunda Grecia: la insular. El primer grupo de islas es el de las Cicladas, montañosas, secas y azotadas por los vientos, importantes por su minas y canteras. En el fondo del Egeo se encuentra un segundo grupo de islas, de las cuales la mayor y más importante es la de Creta. Por último, la Grecia asiática: “la emigración griega acabará por fundar una serie de colonias… entre las cuales descuella por su importancia la ciudad de Mileto”; también se destacan Éfeso y Samos...
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