Catalina Benincasa es una mujer que creció en medio de una situación histórica muy particular que determinó toda la trayectoria de su vida.
La situación política que atravesaba la Cristiandad –con tremendas luchas de poder y guerras internas- era crítica; graves problemas se planteaban en el seno de la Iglesia ya que el Pontificado se había trasladado a Aviñón y estaba bajo la órbita de los reyes de Francia; por otra parte la autoridad papal era cuestionada por parte de los poderes temporales; se desarrollaron argumentaciones filosóficas contra la primacía del papado; la división y la guerra entre las ciudades italianas y al interior de las mismas arreciaba. Mientras todo esto ocurría nuevos movimientos espirituales de reforma surgieron por doquier.
Catalina, inmersa en uno de aquellos movimientos -el de las "mantellatas", terciarias dominicas- desarrolló una profunda acción social, política y eclesial. Y mientras iba y venía de un lugar a otro, hablaba y escribía –o dictaba sus cartas-, al mismo tiempo que iba articulando un discurso político y eclesial fundado en
los viejos esquemas metafísicos, pero pronunciado de un modo nuevo y personal, que intentaba dar respuesta a la situación de crisis que vivía por entonces la Cristiandad.
ACERCA DE LA IMAGEN: El autor de la estatua de Santa Catalina de Siena que se encuentra en la Basílica de San Pedro del Vaticano fue el escultor Francesco Ferrata (1619–1686).
La estatua de Santa Catalina fue realizada hacia la década de 1670, aunque fue colocada en su nicho en la basílica recién en 1737.
Forma parte del conjunto de estatuas monumentales de fundadores de órdenes religiosas, que adornan las naves laterales de la basílica de San Pedro.
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