LA MODERNIDAD CONTRA LA HISPANIDAD

 José María Iraburu en su monumental obra Hechos de los apóstoles de América nos describe la situación de Hispanoamérica en el siglo XIX: “En la implantación cultural, social y política de la ideología de la Ilustración va a corresponder a la masonería una función sin duda principal. Bajo su complicada maraña de grados, jerarquías y simbolismos, ella viene a constituirse en el Occidente cristiano como una contra-Iglesia (...)

     El liberalismo afirma la libertad humana por sí misma, sin sujeción alguna, sobre todo en la res pública, al orden natural, a la ley divina (...) El liberalismo, a lo largo del siglo XIX y hasta nuestros días, se extendió sobre todo por intereses económicos (...) y por convicción intelectual (...) La masonería, por su parte, vino a ser como la jerarquía eclesiástica del liberalismo (...) El liberal estima como vocación propia ‘luchar contra los obstáculos tradicionales’, contra el fanatismo del clero y del pueblo, con sus innumerables tradiciones cristianas (...)”

   Por otra parte, “el pleno desarrollo del capitalismo liberal exige la formación de grandes capitales y de mucha mano de obra barata. Se eliminó entonces casi totalmente la propiedad comunal (...) y totalmente la propiedad eclesiástica (...) El resultado no fue una expansión de la mediana propiedad, sino, contrariamente, el fortalecimiento del latifundismo. Llegaron a producirse grandes latifundios y poderosas empresas, controladas frecuentemente por capital extranjero (...) se fue produciendo a lo largo del siglo XIX un crecimiento de la dependencia del poder económico extranjero (...) La invasión del poder económico extranjero  se produjo, a mediados del siglo XIX por la implantación local de filiales de Bancos extranjeros (...) A otro nivel, capitales forasteros, se dirigían hacia los servicios: así, el puerto de Buenos Aires era de una compañía británica, como los ferrocarriles del mismo país, México o Perú (...) la cesión de yacimientos mineros a empresas extranjeras, en la mayoría de los casos, a cambio de nada.” (Fundación Gratis Date. Pamplona. 1999, pp. 463-472).

 El ex-presidente uruguayo, José María Bordaberry, por su parte, nos describe el combate entre Hispanidad y Modernidad. Si bien no compartimos la concepción del carlismo, al cual adhería Bordaberry, con respecto al proceso independentista americano, nos parece acertada esta descripción: “La Civilización de la Cristiandad (...) entra en un lento declive (a finales de la Edad Media) (...) esa declinación (...) conforma la historia de la Edad Moderna (...) Mientras, España surcaba los mares y conquistaba tierras llevando su cultura y con ella la Fe. Su sabia y cristiana conducta llevó a su Imperio hasta límites de grandeza, contrastando con las explotaciones y ocupaciones inglesas, que sólo buscaban riquezas (...) La misma grandeza del Imperio estimuló la conspiración contra él (...) La masonería inglesa fue decisiva en el desmembramiento de Hispanoamérica en (muchas) repúblicas (...) La Reforma protestante, la Revolución francesa y el desmembramiento del Imperio español terminaron con lo que alguna vez se llamó Civilización Cristiana.” (“Honor al Carlismo”, en Custodia de la Tradición Hispánica, N° 3, p. 10).

   De dicho desmembramiento fueron responsables, además de los agentes externos, los internos. En primer lugar, la dinastía borbónica establecida en el siglo XVIII, la cual arrasó con las raíces fundamentales del Imperio Español. El gran historiador argentino Vicente Sierra dice al respecto que “la España del siglo XVIII renunció a ella misma y (...) cuando expulsó de su seno a la Compañía de Jesús, dijo a América que había renunciado a la razón de ser del Imperio.” Esta actitud, agravada por las malas políticas del siglo XIX, más la crítica situación provocada por la Revolución Francesa y las Guerras napoleónicas, dio motivo a la justa independencia de Hispanoamérica, que lamentablemente fue aprovechada por Gran Bretaña, gracias sobre todo a la acción de americanos ligados a la masonería y al liberalismo.



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