HISPANOAMÉRICA DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA HASTA 1840

 

  1. EL CONTEXTO INTERNACIONAL

     El siglo XIX estuvo profundamente marcado por las grandes transformaciones operadas en Europa desde finales del siglo XVIII. Estos cambios afectaron al resto del mundo, y llegaron a las costas del continente americano. Es imposible entender nuestra historia desconectada de aquellos acontecimientos. Si bien las transformaciones de dicho siglo fueron muchas y profundas, podemos reducir las más importantes a cuatro: la permanente amenaza de la Revolución,  la expansión del sistema capitalista, el predominio de Gran Bretaña como potencia de primer orden, y la acción influyente y disolvente en las naciones occidentales de la Masonería.

  1. La Revolución: El recuerdo y la influencia de la Revolución Francesa, cuyas ideas fueron propagadas por las campañas militares de Napoleón Bonaparte, siguieron sacudiendo a Europa a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, en las décadas del 20, del 30 y del 40.

   Si bien es cierto que dicha Revolución se opuso a muchos vicios e injusticias en los que había caído el Antiguo orden social y político europeo, no deja de ser también verdad que de las ideas de la Revolución nacieron el Liberalismo y el Socialismo, doctrinas materialistas que atacaron, una en forma más moderada y la otra más radicalmente, los principios de Autoridad, Jerarquía, Orden, Religión; sembrando la anarquía, el caos y la revuelta social.


 

  “ Cuando el pueblo esté bien penetrado de sus verdaderas conveniencias, cosa que es casi imposible sin una idea religiosa, y cuando se dé perfecta cuenta de que ejercita tal vez por una delegación directa el poder que para ser legítimo debe ajustarse a aquella ley eterna e inmutable, según la cual la voluntad debe obediencia a la razón, tendrá sin duda mayores escrúpulos para depositar el poder en manos indignas o ineptas, y elegirá aquellos que nunca puedan considerar el ejercicio de la autoridad como un negocio material, sino como una elevada función (...)

   Pero la época de la caballería ha pasado; y ahora vivimos en la de los sofistas, economistas y ambiciosos, y la gloria de Europa se ha extinguido para siempre”.

Edmund Burke. Reflexiones sobre la Revolución Francesa

  “Se da en la Revolución Francesa un carácter satánico que la distingue de todo cuanto se ha visto y tal vez de todo cuanto se verá.

   Recuérdese las grandes sesiones, el discurso de Robespierre contra el sacerdocio, la apostasía solemne de los sacerdotes, la profanación de los vasos sagrados, la entronización de la diosa Razón (...) todo ello sale del círculo de los crímenes comunes, y parece pertenecer a otro mundo (...)

    El pueblo no cuenta para nada en las revoluciones, o a lo sumo interviene en ellas como mero instrumento pasivo (...) En la Revolución Francesa, el pueblo ha sido constantemente encadenado, ultrajado, arruinado”. 

Joseph de Maistre. Consideraciones sobre Francia


  1. El Capitalismo: Este sistema económico nacido a lo largo de la Edad Moderna, y desarrollado a partir de la Revolución Industrial generó una gran expansión mercantil de las grandes potencias industriales y capitalistas europeas, en particular Gran Bretaña, las que se lanzan a la conquista de mercados y al dominio económico del mundo. La expansión capitalista irá acompañada de una teoría económica liberal basada en el pensamiento de economistas como Adam Smith y David Ricardo. Dicha teoría sostiene que el crecimiento económico de las naciones se sustenta en el libre comercio y en el egoísmo particular lo que genera una economía competitiva. La realidad es que dicha libertad y dicho “egoísmo” sólo favorece a los más poderosos, y que las naciones débiles y dependientes, tarde o temprano, a pesar de ciertos beneficios que puedan obtener en su momento, sufren consecuencias perjudiciales. 

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  1. El predominio de Gran Bretaña: La primer potencia industrial, naval y comercial del mundo, a lo largo del siglo XIX, fue Gran Bretaña. Dicha potencia consiguió un gran dominio económico a escala planetaria, dominando amplios territorios en todos los continentes y llevando sus productos a todos los rincones del planeta. Hispanoamérica sufrió fuertemente esta influencia económica, y sus clases dirigentes, bajo la influencia del modelo británico y de la Masonería, fueron muchas veces cómplices de la entrega del interés nacional al interés colonial.

  2. La Masonería: Fueron sociedades secretas nacidas en Gran Bretaña que difundieron las ideas liberales y, en muchos casos,  los intereses mercantiles y políticos de aquella nación. La mayoría de los dirigentes liberales y socialistas de Europa y América pertenecieron a distintas sectas de este tipo. Debido a su carácter anticristiano fueron condenadas en diversas oportunidades por los Papas.





     A partir de todo lo expuesto podemos concluir que el siglo XIX fue una época de difusión de una mentalidad materialista, de ruptura con el pasado, relacionada con el dominio que en las grandes potencias, en particular Gran Bretaña, van tomando los sectores burgueses. El espíritu representado por estos sectores es todo lo contrario de lo que había sido la Hispanidad barroca de los siglos XVI, XVII e incluso del XVIII, y que se caracterizaba por una concepción tradicional, teológica, ascética y caballeresca de la vida. Un gran caballero español decía por los años 30 del siglo XX: “El siglo XIX -desarrollado bajo las sombras tutelares de Smith y Rousseau- creyó, en efecto, que dejando las cosas a sí mismas producirían los resultados mejores, en lo económico y lo político. Se esperaba que el libre cambio, la entrega de la economía a la espontaneidad, determinaría un bienestar indefinidamente creciente. Y se suponía que el liberalismo político, esto es, la derogación de toda norma que no fuera aceptada por el libre consenso de los más, acarrearía insospechadas venturas (...) Lo cierto es que el brillo magnífico del liberalismo político y económico duró poco tiempo. En lo político, aquella irreverencia a toda norma fija, aquella proclamación de la libertad de crítica sin límites, vino a parar en que, al cabo de unos años, el mundo no creía en nada; ni siquiera en el propio liberalismo que le había enseñado a no creer. Y, en lo económico, el soñado progreso (...) mostró un rostro crispado por los horrores de la proletarización de las masas.”


  1. HISPANOAMÉRICA EN EL SIGLO XIX

     Las naciones hispanoamericanas nacidas a la vida independiente a lo largo de la década del 10 en una desgastante guerra contra una Madre Patria que, dirigida por una familia real desorientada y afectada por las revoluciones desatadas en Europa desde finales del siglo XVIII, se había apartado de su tradición nacional, buscaron muchas veces como modelos a países que no tenían que ver con sus orígenes como, por ejemplo Francia (la jacobina, no la de la Flor de Lis), Gran Bretaña o EEUU. Muchos miembros de las elites hispanoamericanas se adhirieron a las ideas liberales, donde esperaban encontrar fórmulas para organizar política y económicamente a los nuevos Estados. Además formaron parte de logias masónicas, y procuraron introducir a sus naciones dentro de la órbita comercial de Gran Bretaña. Justamente fue esta nación la primera en reconocer las independencias de los nuevos países, y exigir a cambio la celebración de tratados que favorezcan el comercio británico en la zona.

José María Iraburu en su monumental obra Hechos de los apóstoles de América nos describe la situación  de Hispanoamérica en el siglo XIX: “En la implantación cultural, social y política de la ideología de la  Ilustración va a corresponder a la masonería una función sin duda principal. Bajo su complicada maraña de  grados, jerarquías y simbolismos, ella viene a constituirse en el Occidente cristiano como una contra-Iglesia (...) 

  El liberalismo afirma la libertad humana por sí misma, sin sujeción alguna, sobre todo en la res pública, al  orden natural, a la ley divina (...) El liberalismo, a lo largo del siglo XIX y hasta nuestros días, se extendió  sobre todo por intereses económicos (...) y por convicción intelectual (...) La masonería, por su parte, vino a  ser como la jerarquía eclesiástica del liberalismo (...) El liberal estima como vocación propia ‘luchar contra los  obstáculos tradicionales’, contra el fanatismo del clero y del pueblo, con sus innumerables tradiciones  cristianas (...)” 

  Por otra parte, “el pleno desarrollo del capitalismo liberal exige la formación de grandes capitales y de  mucha mano de obra barata. Se eliminó entonces casi totalmente la propiedad comunal (...) y totalmente la  propiedad eclesiástica (...) El resultado no fue una expansión de la mediana propiedad, sino, contrariamente,  el fortalecimiento del latifundismo. Llegaron a producirse grandes latifundios y poderosas empresas,  controladas frecuentemente por capital extranjero (...) se fue produciendo a lo largo del siglo XIX un  crecimiento de la dependencia del poder económico extranjero (...) La invasión del poder económico  extranjero se produjo, a mediados del siglo XIX por la implantación local de filiales de Bancos extranjeros (...)  A otro nivel, capitales forasteros, se dirigían hacia los servicios: así, el puerto de Buenos Aires era de una  compañía británica, como los ferrocarriles del mismo país, México o Perú (...) la cesión de yacimientos  mineros a empresas extranjeras, en la mayoría de los casos, a cambio de nada.” (Fundación Gratis Date.  Pamplona. 1999, pp. 463-472). 

       El ex-presidente uruguayo, José María Bordaberry, nos describe el combate entre Hispanidad Modernidad: “La Civilización de la Cristiandad (...) entra en un lento declive (a finales de la Edad Media) (...)  esa declinación (...) conforma la historia de la Edad Moderna (...) Mientras, España surcaba los mares y  conquistaba tierras llevando su cultura y con ella la Fe. Su sabia y cristiana conducta llevó a su Imperio hasta  límites de grandeza, contrastando con las explotaciones y ocupaciones inglesas, que sólo buscaban riquezas (...) La misma grandeza del Imperio estimuló la conspiración contra él (...) La masonería inglesa fue decisiva  en el desmembramiento de Hispanoamérica en (muchas) repúblicas (...) La Reforma protestante, la  Revolución francesa y el desmembramiento del Imperio español terminaron con lo que alguna vez se llamó  Civilización Cristiana.” (“Honor al Carlismo”, en Custodia de la Tradición Hispánica, N° 3, p. 10). 

  De dicho desmembramiento fueron responsables, además de los agentes externos, los internos. En primer  lugar, la dinastía borbónica establecida en el siglo XVIII, la cual arrasó con las raíces fundamentales del  Imperio Español. El gran historiador argentino Vicente Sierra dice al respecto que “la España del siglo XVIII  renunció a ella misma y (...) cuando expulsó de su seno a la Compañía de Jesús, dijo a América que había  renunciado a la razón de ser del Imperio.” Esta actitud, agravada por las malas políticas del siglo XIX, más la  crítica situación provocada por la Revolución Francesa y las Guerras napoleónicas, dio motivo a la justa  independencia de Hispanoamérica, que lamentablemente fue aprovechada por Gran Bretaña, gracias sobre  todo a la acción de americanos ligados a la masonería y al liberalismo.


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