EL GOBIERNO DE ALFONSÍN Y LAS REBELIONES "CARAPINTADAS"

El 10 de diciembre de 1983 asumió la Presidencia de la República Raúl Alfonsín. Líder del Partido Radical, pero inscripto en la corriente internacional socialdemócrata, su principal objetivo de Gobierno fue llevar adelante una revolución cultural en Argentina[1]. La misma consistía en subvertir los principios sobre los que se fundaban las Instituciones fundamentales de la Patria. Lo primero para llevar adelante este trastocamiento era eliminar de la vida social y cultural todo tipo de censura; lo único que sería censurable sería no ser demócrata. De este modo, se difundió en la sociedad argentina el “destape”. La pornografía, las groserías, las palabras soeces, las blasfemias, las burlas e insultos a las Instituciones y a los valores más sagrados se hicieron frecuente en la vida social y en los medios de comunicación. El paso siguiente fue modificar la estructura de la familia, atacando el fundamento de la autoridad paterna, equiparando los hijos matrimoniales con los extramatrimoniales, y sancionando la ley del divorcio. Mientras tanto se condenaba la Guerra antisubversiva y se juzgaba a quienes la habían llevado adelante; se desmalvinizaba –procurando eliminar de la memoria social los valores que dicha gesta había sacado a la luz, se ocultaban los hechos de heroísmo y se difundían y amplificaban las miserias que en la misma hubo-; y se atacaban los dogmas y la moral católicos. En este sentido se llevó adelante un Congreso Pedagógica que tenía por objetivo transformar los valores sobre los que se fundaba la educación de niños y jóvenes, profundizando el modelo laicista del 1882, y buscando limitar la acción de los centros educativos privados. Paralelamente, se intentó sancionar una ley que desmontara la estructura del Sindicalismo Peronista Ortodoxo. Mientras, sectores del Peronismo afines con la orientación del Gobierno alfonsinista llevaban adelante un proceso de “modernización” del Movimiento, que tendiera a hacer del mismo un Partido “democrático”, abandonando la tradición Nacional y Movimientista.

     Como hemos visto, la primera etapa del Gobierno de Alfonsín se caracterizó por la puesta en marcha de un plan de subversión cultural. Entre las Instituciones que se vieron afectadas por este proyecto se encontraban, como ya señalamos, las Fuerzas Armadas, defensa natural e histórica de la Argentina esencial. Fue justamente del seno de las Instituciones armadas que surgió un puñado de valientes que enfrentó al modelo llevado adelante por el alfonsinismo. Si bien es cierto que el objetivo fundamental del movimiento fue defender a las armas de la Patria del hostigamiento al que eran sometidas, en el fondo de esta reacción podemos ver la irrupción de la Argentina tradicional que estaba siendo sometida a un ataque permanente. En efecto, gran parte de los oficiales que se levantaron en aquellas oportunidades, aparte de pertenecer muchos de ellos a los grupos comando, que tan destacada participación habían tenido en Tucumán y en Malvinas –enfrentando a marxistas e ingleses-, adherían a posturas nacionalistas[2]. En este contexto se puede inscribir el documento salido a la luz pública en noviembre de 1987 con motivo de la Conferencia de Ejércitos Americanos celebrada por esos días, donde un grupo de oficiales “consustanciados con los lineamientos doctrinarios de la Operación Dignidad”, plantea una postura claramente opuesta a un plegamiento unívoco a los planteos “neoglobalistas”, así como a las posturas izquierdizantes. Con un claro fundamento nacionalista el documento planteaba la defensa de “la soberanía de los Estados, para lo cual deberían analizarse las causas que atentan contra ello: a) la agresión directa por la fuerza militar; b) penetración cultural tendiente a la hegemonía de un Estado en detrimento de otros; c) fraude económico-financiero internacional”[3]. Y a continuación, el documento especificaba que: “En Argentina se presentan hoy o se han manifestado recientemente esos tres factores. En cuanto a agresión directa, se recuerda en primer término la experiencia de la guerra de las islas Malvinas contra Gran Bretaña...En cuanto al plano cultural, Estados Unidos proyecta como modelo de penetración un ‘positivimo tecnocrático de base hedoníco-individualista que contradice frontalmente la cultura latinoamericana dentro de la cual se inscribe con especificidad la cultura argentina’. En cuanto a Cuba, Nicaragua y los núcleos guerrilleros que globalmente se caracterizan por la ideología marxista-leninista, otra forma de positivismo materialista, con sus versiones ‘progresistas’ vinculadas a los ‘socialdemócratas’, ‘realizan una agresión sistemática en lo cultural mediante una hábil incursión en los medios de comunicación masiva y desde los cargos directivos logradas en el área de educación’...Con relación al tema económico-financiero, aun con la salvedad de que dentro del sistema internacional sería una simplificación atribuir a los países sede de los organismos de la ‘usura internacional’ el patrocinio del fraude y el consiguiente sometimiento de los Estados dependientes, el documento sostiene que ‘la presión económico-financiera que ejerzan sobre la deuda externa argentina los EEUU y sus asociados’ es un agente efectivo de ‘atentado a la soberanía nacional’.”[4]

    Como puede apreciarse, más allá de la preocupación por la situación militar, los sectores carapintadas sostenían una posición filosófica clara de defensa de la nacionalidad, tanto frente a las posturas liberales como a las izquierdistas, y de fuerte crítica a la “revolución cultural” que se estaba llevando adelante. En esta línea, era fundamental reivindicar la Gesta de Malvinas. El Grupo “Albatros” de la Prefectura Naval, plegado al Movimiento encabezado por Seineldín en diciembre de 1988, hacía conocer a la opinión pública: “Los Albatros son la voz de quienes lucharon sobre las heladas cubiertas de nuestros buques guardacostas en el amado Archipiélago Malvinense, con el corazón destrozado por sus camaradas muertos y heridos en combate, pero convencidos de que lucharon por una causa justa: la de la Patria ocupada por el insolente y criminal inglés”[5]

     Por supuesto que no podía dejar de ser reivindicada la Guerra contra el Marxismo ateo y apátrida que en los 70 agredió violentamente a la Nación. Fue una exigencia de los jefes carapitandas la reivindicación de la Guerra contra el Marxismo. Es muy ilustrativa la carta que el Comisario Re, héroe de la recuperación del cuartel del RI3 de la Tablada, le dirige desde el Hospital Naval al Coronel Seineldín. En ella se refiere al heroísmo de jefes como el Mayor Cutiellos, y señala que “los que quedamos, con la ayuda de Dios, Nuestro Señor, seguiremos acumulando fuerzas para derrotar en forma definitiva a los enemigos de Dios y de la Patria”. Antes se había referido a esos enemigos calificándolos de “apátridas subversivos” que intentaron hacer “flamear el trapo rojo en un pedazo de nuestra Patria”[6].

   Obviamente, el espíritu que representaron los carapitadas chocó con el influjo gramsciano[7] dominante durante los años alfonsinistas. “Era más que evidente, y en algún informe así se lo afirmaba, que Seineldín –lo mismo que Rico y los otros camaradas, los de Semana Santa, Monte Caseros y Villa Martelli- resultaba una víctima de los ‘gramscianos’, que veían en él a un enemigo duro, difícil de vencer e imposible de doblegar”[8]. Aunque, repitámoslo, su accionar iba dirigido contra los traidores dentro de la Fuerza. Como sostiene la carta firmada por “Cinco Pilotos de Malvinas”, representantes dentro de la Fuerza Aérea de aquellos cuadros que tan excelente formación habían tenido en los años 60 y 70, en parte gracias al influjo de un maestro de los quilates de Jordán Bruno Genta; y que se sintieron solidarios de los camaradas del Ejército en su lucha por la dignificación de la  Fuerza: “reconocemos cómo, hoy, muchos llevan sobre su pecho la misma bandera que a quienes nos salpicaron los proyectiles; reconocemos a los infames, corruptos, traidores y coimeros; a nuestro  real enemigo: aquel que ‘no tiene banderas, tambores, clarines o leones; no necesita aviones, tanques, misiles o cañones...se basa en los vicios, el error, el engaño y la mentira. Su objetivo es la conquista del alma, pues tomada la inteligencia y la voluntad del hombre, este no puede pensar y, así, no se da cuenta de que está conquistado’.”[9] En esta línea, es el Coronel Seineldín quien nos da la clave de interpretación de los objetivos del Movimiento carapintada: “Consideramos en aquella instancia, que si nosotros, los oficiales nacionales, lográbamos recomponer la Fuerza, y para eso efectuábamos todos los movimientos, y sacrificios a ellos inherentes, incluyendo la renuncia a todo lo que significase honores y privilegios, otros argentinos, en diversas escalas sociales y ocupando posiciones dirigentes, iban a terminar por seguir nuestra decisión. Por lo tanto, y debido al pronunciamiento de todo el pueblo, la Argentina podía llegar a recomponerse mediante un movimiento que, creo, sería inédito en el mundo”[10]. Esto no pudo ser. El alineamiento del Gobierno de Menem, que en algún momento despertó cierta esperanza y simpatía en los sectores carapintadas, con las directrices del Nuevo Orden Mundial, hacía incompatible la convivencia. La suerte estaba echada. El menemismo fue el encargado de terminar de desarticular a los sectores nacionalistas que quedaban en el Ejército. Además de llevar adelante un proceso progresivo de desmantelamiento de las Fuerzas Armadas.

 

Carapintadas - Wikipedia, la enciclopedia libre

[1]Quizá Raúl Alfonsín haya sido el primer sorprendido, al verse presidente de la República…Con militancia estudiantil reformista, ocupó una banca de diputado nacional y dice adherirse al ‘krausismo’…si bien sus posturas se aproximaron cada vez más a las de la socialdemocracia europea…tal aproximación se acentuaría a lo largo de su gobierno…Consistente en una amalgama de socialismo político y liberalismo económico que, en la Alemania de posguerra, alcanzara el poder con Willy Brandt…Sus ingredientes socialistas inciden en todo lo que se refiere a la cultura y la educación, a las relaciones de la Iglesia y el Estado, a la posición asumida frente a la institución familiar y a las Fuerzas Armadas, resultando coincidentes con las propuestas articuladas en 1889 por la Segunda Internacional…El pensamiento del italiano Antonio Gramsci…también se hace presente en las formulaciones socialdemócratas…” (Gallardo, Juan Luis. Crónica de cinco siglos. 1492-1992, 334-335)

[2] Como ya hemos visto, el Nacionalismo fue una reacción contra la decadencia provocada en su momento por el Liberalismo. El Nacionalismo se caracterizó por intentar recuperar los principios de Autoridad, de Verticalidad, de aceptación de la Autoridad Divina, propios del Antiguo Régimen (anterior a la Revolución Francesa), pero adaptándolos a la Realidad Moderna. Así, la reverencia al Monarca fue reemplazada por la devoción a la Patria, entendiendo que el individuo libre debía integrar su  libertad y su individualidad en ese proyecto mayor que era la Nación. Ésta era entendida como una realidad superior, una Unidad de Destino la llamaba José Antonio, el Fundador de la Falange Española. Esta Unidad de Destino era concebida por las corrientes nacionalistas católicas como el Proyecto de Dios para cada Patria. Por lo tanto, la antigua concepción de reverencia a la Autoridad (del Rey), autoridad que representaba a Dios, a quien había que obedecer ante todo, era resignificada en el concepto de pertenencia a la Patria, que encarnaba un Proyecto y una Misión, y ser fiel a ese proyecto y a esa misión era, por tanto, ser fiel al Proyecto y a la Misión de Dios. El viejo ideal de Dios y Rey, era adaptado a las nuevas realidades por el nuevo Ideal de Dios y Patria. En nuestro Ejército, sus cuadros se han dividido históricamente en Liberales y Nacionalistas. Los sectores “carapintadas” entendían que la verdadera tradición de la Patria no estaba en el Proyecto de la generación posterior a Caseros –como los sectores liberales-, sino en las raíces fundacionales que vienen de la Cristiandad y de la Hispanidad, y que fueron “encarnadas” en su momento por los caudillos federales y por Juan Manuel de Rosas, a quien el General San Martín, prototipo del militar argentino, legó su sable. 

[3] Chumbita, Hugo. Los carapintadas. Historia de un malentendido argentino. Pasado y presente de una crisis militar aun abierta, 64.

[4] Íbidem, 65-66.

[5] Jassen, Raúl. Seineldín: el Ejército traicionado, la Patria vencida, 71.

[6] Ibídem, 271.

[7] “Utilizando las banderas de las libertades burguesas...el gramscismo penetrará en la sociedad...forzando el recambio ideológico...(atacando) a las Instituciones primordiales del país...la Familia, la Iglesia, los Sindicatos y las Fuerzas Armadas...” (Ibídem, 281)

[8] Ibídem, 282.

[9] Ibídem, 122.

[10] Ibídem, 117-118.


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