EL SIGLO XIV: UN TIEMPO EN CRISIS, PERO TODAVÍA CRISTIANO

  “En el siglo XIV, a pesar de la crisis económica, las guerras continuas y la evolución hacia los nacionalismos, se conservaba incólume la fe como fundamento de unidad: las querellas no afectaban todavía a ese patrimonio. El Cristianismo era, ante todo, una religión trascendente contenida en la Revelación y los Sacramentos, fielmente custodiados por la Iglesia. Pero su acción iba más lejos en la sociedad: afirmando unos principios éticos que todo el mundo reconocía como indudables, había llegado a crear un orden de valores universalmente aceptados. Se les encontraba en todas partes, en la ciencia, en la política, en la economía…, en las diversiones y en el trato. Todavía el europeo, aunque se sintiese acometido de tentaciones de revuelta, se inclinaba ante la fe. Es un aspecto sumamente importante: los espíritus verdaderamente religiosos confiaban en esta reserva espiritual como en la gran fuente de donde saldría la reforma…
     Después de los grandes avances del siglo XIII la teología cristiana dio una sensación de repliegue, como si necesitara tomar aliento sobre sus propias conquistas... El afán de debate se intensificaría hasta el punto de producir un verdadero cansancio: muchas de las almas piadosas se refirieron a él como uno de los grandes males.” (LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ. Humanismo y Reforma Católica.Libros MC. Madrid. 1986, pp.21-23)

"En este período final de la Edad Media observamos un progreso material del mundo debido a los descubrimientos y a los progresos de la ciencia (especialmente hacia el final de la Edad Media)... Pero todo esto fue acompañado por una decadencia espiritual con los mismos efectos de una enfermedad mortal en el corazón de la Cristiandad que nos llevó al caos de la Reforma.
     De este golpe, la Cristiandad jamás se restableció por completo.” (HILAIRE BELLOC, La crisis de nuestra civilización, pp. 136-137)

“Huizinga llamó a los siglos XIV y XV con la declinante designación de ‘otoño’...
     Para quien pretenda hacer una historia de la espiritualidad religiosa, los jalones cronológicos son demarcaciones que no deben tomarse con excesivo rigor. La ciudad cristiana alcanza sus más altas realizaciones culturales en el siglo XIII: En ese mismo siglo se insinúa, con notable insistencia, la nueva orientación laicista de la cultura moderna. Las fuerzas ascendentes del cristianismo logran sus triunfos más resonantes y al mismo tiempo se alcanza una inesperada promoción de riquezas y un gusto tan pronunciado por el conocimiento que fue capaz de abrir a la codicia, a la libido dominandi, un horizonte de posibilidades desconocidas en los siglos anteriores." (RUBÉN CALDERÓN BOUCHET, Decadencia de la ciudad cristiana. Biblioteca Dictio. Buenos Aires.1979, pp. 9-11)

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