EL OTOÑO DE LA EDAD MEDIA

Publicado en 1919, El otoño de la Edad Media (título original: Herfsttij der Middeleeuwen) es una obra fundamental del historiador neerlandés Johan Huizinga, en la que analiza la cultura, mentalidad y vida cotidiana de los siglos XIV y XV en Francia y los Países Bajos, cuando la Edad Media llegaba a su fin.

Ideas principales:

1. La decadencia como clave interpretativa: Huizinga sostiene que los siglos finales de la Edad Media no son una antesala del Renacimiento, sino un periodo de agotamiento de las formas medievales de vida y pensamiento. La cultura de esta época es vista como recargada, exagerada y ceremonial, una expresión de un mundo que ya no se ajusta a las nuevas realidades.

2. La sensibilidad medieval: La sociedad vivía inmersa en una visión simbólica y religiosa del mundo. Todo tenía un sentido moral o espiritual, y la imaginación dominaba la percepción de la realidad, muchas veces por encima de la razón.

3. El poder de la forma: El arte, la literatura, las costumbres y la política estaban marcados por una forma rígida y solemne, heredada de ideales caballerescos y religiosos que ya no encajaban con el contexto social y económico cambiante.

4. La vida cortesana y caballeresca: La nobleza se aferraba a los ideales caballerescos, del honor y la devoción, aunque estos se habían vuelto más teatrales que reales. La corte de Borgoña es analizada como símbolo de esa ostentación y refinamiento que ocultaba un mundo en crisis.

5. La religiosidad intensa y ambigua: La devoción popular era profunda pero también cargada de supersticiones, visiones apocalípticas y prácticas exageradas. Había un temor constante a la muerte, el pecado y el juicio, lo que generaba una espiritualidad angustiada.

6. La mentalidad simbólica y alegórica: El pensamiento no se guiaba por el análisis racional, sino por analogías, símbolos y metáforas. El lenguaje y el arte eran altamente alegóricos, lo que se refleja en la literatura, la pintura y la vida ceremonial.

En síntesis:

Huizinga describe el final de la Edad Media como un “otoño” cultural: no un renacimiento, sino una última floración exuberante de una civilización que estaba muriendo. Su obra ofrece una visión rica y subjetiva, más estética que estructural, pero profundamente influyente, y cambió la forma en que los historiadores y el público entendieron la cultura medieval.

JOHAN HUIZINGA nos presenta en su obra "El otoño de la Edad Media" cómo era la vida en el medioevo:

"La administración de la justicia, la venta de mercancías, las bodas y los entierros, todo se anunciaba ruidosamente por medio de cortejos, gritos, lamentaciones y música. El enamorado llevaba la cifra de su dama; el compañero de armas o de religión, el signo de su hermandad; el súbdito, los colores y las armas de su señor.
  El mismo contraste y la misma policromia imperaban en el aspecto externo de la ciudad y del campo. La ciudad no se diseminaba, como nuestras ciudades, en arrabales descuidados de fábricas aisladas y de casitas de campo uniformes, sino que se erguía rotunda, cercada por sus muros, con sus agudas torres sin número. Por altas y ponderosas que fuesen las casas de piedra de los nobles o de los comerciantes, eran las iglesias las que dominaban con sus eminentes masas pétreas la silueta de la ciudad.
  Así como el contraste del verano y el invierno era entonces más fuerte que en nuestra vida actual, lo era también la diferencia entre la luz y la obscuridad, el silencio y el ruido. La ciudad moderna apenas conoce la obscuridad profunda y el silencio absoluto, el efecto que hace una sola antorcha o una aislada voz lejana.
  Por virtud de este universal contraste, de esas formas multicolores, con que todo se imponía al espíritu, emergía de la vida diaria un incentivo, una sugestión apasionante, que se revela en los fluctuantes sentimientos de ruda turbulencia y áspera crueldad, pero también íntima emoción, entre los cuales oscila en la Edad Media la vida urbana.
  Había un sonido que dominaba una y otra vez el rumor de la vida cotidiana y que, por múltiple que fuese, no era nunca confuso y lo elevaba todo pasajeramente a una esfera de orden y armonía: las cam panas. Las campanas eran en la vida diaria como unos buenos espíri tus monitorios, que anunciaban con su voz familiar, ya el duelo, ya la alegría, ya el reposo, ya la agitación; que ya convocaban, ya exborta ban. Se las conocía por sus nombres: la gruesa Jacqueline, la campana Roelant. Se sabía lo que significaba el tocarlas y el repicarlas." 

EN LA IMAGEN: "La fuente de la gracia", de Jan van Eyck (1390-1441). Jan van Eyck fue un pintor flamenco del siglo XV, reconocido por su maestría en el uso del óleo y su influencia en la pintura del norte de Europa. Huizinga utilizó a Van Eyck como punto de partida para su estudio del otoño de la Edad Media, buscando entender la cultura y el arte de la época a través de la obra del pintor.

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