El IV Concilio de Letrán fue uno de los más importantes concilios ecuménicos de la Iglesia católica. Se celebró en 1215, convocado por el papa Inocencio III, y se realizó en el Palacio de Letrán en Roma, que entonces era la residencia papal oficial. Es considerado el XII Concilio Ecuménico por la Iglesia.
Contexto histórico
Europa vivía un momento de consolidación del poder papal.
El islam seguía expandiéndose y amenazando territorios cristianos (especialmente Tierra Santa).
La Iglesia buscaba frenar las herejías (como el catarismo) y reforzar la autoridad clerical.
Inocencio III fue uno de los papas más poderosos y organizó este concilio como una forma de reforzar su programa reformista.
Participación
Asistieron más de 400 obispos, 800 abades y priores, y representantes de reyes y emperadores.
Fue una de las asambleas eclesiásticas más numerosas de la Edad Media.
Principales decisiones del concilio
1. Definición de la transubstanciación:
Se definió formalmente que, en la Eucaristía, el pan y el vino se transforman en el Cuerpo y Sangre de Cristo, doctrina conocida como transubstanciación.
2. Reforma de la Iglesia:
Obligación de confesarse y comulgar al menos una vez al año.
Control sobre la vida del clero, exigiendo mayor disciplina y moralidad.
Condena de simonía y otros abusos.
3. Lucha contra las herejías:
Se condenó el catarismo y otras herejías.
Se autorizó el uso de la Inquisición y de medidas punitivas (incluyendo la persecución de herejes por parte de los príncipes).
4. Convocatoria a la V Cruzada:
Se organizó una nueva cruzada para recuperar Jerusalén.
Se pidió a los fieles ayudar financieramente o participar activamente.
5. Regulación de la enseñanza y universidades:
Se impulsó la creación y regulación de centros educativos eclesiásticos.
Importancia
El IV Concilio de Letrán marcó un punto culminante del poder papal medieval. Fue clave para la teología sacramental, la organización eclesiástica, y la doctrina sobre la Eucaristía. También dejó una huella profunda en la política europea, en la forma de relación entre Iglesia y Estado, y en la lucha contra la disidencia religiosa.
"En lo que a la predicación se refiere, los medios empleados fueron mucho más efectivos, aprovechando los nuevos carismas que había surgido, probablemente a raíz de los mismos problemas que retenían este tipo de intervenciones. Así, las nuevas órdenes religiosas, caracterizadas por la itinerancia y su dependencia directa del papa favorecían la lucha contra la herejía en los dos aspectos principales que podrían poner en riesgo la estructura eclesial: de una parte, reforzaban la autoridad Pontificia, tan discutida dentro y fuera de la Iglesia, y por otra, el hecho de llevar el Evangelio a las ciudades —abandonando la primera idea monacal de crear ciudades del Evangelio— permitía enseñar tanto con las palabras como con el ejemplo de vida que
caracterizaba a estos nuevos movimientos...
Por otra parte, siendo el objetivo evangelizar a la sociedad del momento, el interés de la predicación bajomedieval reside precisamente en su determinación por llevar el Evangelio a los laicos y gentes iletradas, lo cual exigió una adaptación del mensaje y del procedimiento oratorio a los nuevos oyentes. Un recurso nada novedoso, pero no por ello menos efectivo, será el exeplum, que tenía por objeto ejemplificar y hacer cobrar vida a las palabras. Ya la Doctrina christiana de San Agustín recordaba que Plus docent exempla quam verba subtilia. La materia narrativa se fue perfeccionando conforme el estudio de la palabra y la aplicación de los principios escolásticos fue abrazando todas las artes.
Estas materiae praedicabiles para componer su sermón, fueron organizadas por materias, en orden alfabético, rompiendo acaso la linealidad que podían dar los tiempos litúrgicos, pero que al mismo tiempo ayudaban, en función de las circunstancias, a adaptar la homilia, lo que demuestra una vez más el interés encarnar la predicación al pueblo que tenían delante. Fue una novedad que, al clasificar por orden alfabético cada rúbrica, facilitaba su uso: el predicador sólo tenía que seleccionar la rúbrica correspondiente al tema que debía tratar y buscar al tiempo los relatos que podían de algún modo ilustrar su relato.
Algunos años después, en torno al 1310 el dominico AMOLDO DE LIEJA unirá a cada exemplum la expresión Hoc eciam valet ad, que ilustrará aún más la intención con la que nace su Alphabetum narrationum. Esta segunda innovación del arte de predicar dará todavía mayor relevancia si cabe a la intima unión que existía entre Inquisición, confesión y predicación. Del mismo modo que nacen manuales para localizar la herejía, y listas de pecados y modelos de vida para ayudar en la confesión, los predicadores tienen también a su disposición una serie de instrumentos que facilitan la lucha contra el vicio concreto que debe ser extirpado. Nuevamente, el munus el santificandi y el docendi son la expresión de una misma realidad eclesial." (Javier Belda Iniesta, "EL IV CONCILIO DE LETRÁN COMO PARADIGMA MEDIEVAL DEL EJERCICIO DE LOS TRIA MUNERA")
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