La Reforma Protestante que se difundió como reguero de pólvora por gran parte de la Europa de la primera mitad del siglo XVI fue contenida en la segunda parte de dicha centuria por los efectos benéficos del Concilio de Trento y por todo el movimiento de auténtica reforma católica que siguió a éste. La acción de santos como San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Carlos Borromeo, San Pedro Canisio, San Cayetano de Thiene fue determinante. Pero Europa quedó dividida para siempre.
“La década de 1560 fue una década de revueltas. En Francia había guerra civil desde 1562. En los Países Bajos, un movimiento de protesta por parte de la alta nobleza fue seguido de un levantamiento popular y una revuelta en 1566. En Escocia, la reina fue depuesta en 1567 y se refugió en Inglaterra en 1568. En Inglaterra hubo un levantamiento de los señores del norte en 1569…
En el punto en el que esta visión cósmica afectaba a los asuntos humanos, comenzaban las diferencias de énfasis y de opinión. ¿Qué actitud debía adoptar el creyente frente a este espantoso conflicto? ¿Cómo debía mirar al poder civili? ¿Cuál era su deber ante Dios y ante el hombre?” (J. H. ELLIOTT. La Europa dividida. 1559-1598. Siglo XXI Editores. Madrid. 1988, p. 103-107)
“San Carlos Borromeo pasó a la historia como ‘reformador’...
Él asumió el cometido de la reforma como un llamado del Señor a través de las imposiciones del Concilio de Trento y como un imperativo de la realidad o ‘signo de los tiempos’, como se diría en la actualidad.
Pero, antes de reformar a los demás, comenzó por reformarse a sí mismo, ya que lógicamente no hubiera podido pedir a los demás lo que no hubiera sabido corregir en sí mismo…
Los seminarios son, a no dudarlo, una de las mayores glorias del cardenal Borromeo y uno de los más importantes servicios que él brindó a su diócesis, a la Iglesia y -¿por qué no? a la humanidad entera.
En esa coherencia, en ese empeño generoso para la implementación de todos los requisitos, en la búsqueda de una metodología adecuada y en la solución de innumerables problemas, campean la originalidad y la grandeza del cardenal.
Más aún, como a la sazón no existían trazas de seminarios, como los entendemos hoy, el cardenal se nos presenta como un auténtico pionero y un faro inspirador para todos los institutos de formación.” (FRAY CONTARDO MIGLIORANZA, San Carlos Borromeo)
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