La escolástica vivió en el siglo XIV un proceso de decadencia desembocando en
el nominalismo. Duns Scoto sentó la base de dicha corriente, siendo Guillermo de
Ockham su máximo exponente. La filosofía de éste tomó una orientación
decididamente empirista que dio lugar a un escepticismo metafísico que condujo a
un fideísmo religioso.
“Su actitud antimetafísica, aliada con cierta propensión al escepticismo lo hace
desconfiar de la razón, quitando fuerzas a la demostración de la existencia de Dios,
de la inmortalidad del alma y de otras verdades, que ellos (los ockhamistas)
admiten firmemente por la fe.” (LLORCA-GARCÍA VILLOSLADA, historia de la
Iglesia Católica. Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid. 1987. T. III, p. 643)
“El rechazo de la Metafísica y de la Teología racional reducía a la sola fe la vía
del conocimiento de la existencia de Dios. Desde el punto de vista científico, Dios
no pasaba de ser una mera probabilidad. Del mismo modo la Iglesia no podía ser
considerada como el Cuerpo Místico: era una sociedad humana, desprovista de
criterios absolutos de certeza. Ockham dijo que no había argumentos para
demostrar la superioridad del Papa ni del Concilio. Atrapada en el universo de las
realidades sensibles e individualizadas, la razón se convertía en una facultad
engañosa y la única verdad era la ques las Escrituras proporcionaban porque en
ellas estaba la Revelación. De ahí a exigir la interpretación de las Escrituras no
había más que un paso… Históricamente hablando, el ockhamismo era un
(LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ. Humanismo y Reforma Católica, p. 27)
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