Realmente fue ciclópea la labor que le tocó llevar adelante a la reina.
“El reinado de Fernando e Isabel señala uno de los momentos más espectaculares de toda la historia de España. Los reinos de Castilla y Aragón, en apariencia divididos y decadentes, muestran de pronto una vitalidad que los torna capaces de las más trascendentes acciones colectivas. En unos años el país se unifica, se organiza, concluye la Reconquista, descubre América, vence a Francia en la lucha por la hegemonía, controla el espacio italiano y se transforma de la noche a la mañana en una primera potencia mundial.” (JOSÉ LUIS COMELLAS. Historia de España moderna y contemporánea. Ediciones Rialp. Madrid. 1985, p. 34)
Una de las principales preocupaciones de la Reina fue contar con un muy buen director de conciencia. Alma fina, supo elegir muy bien. Señala Fernando Vizcaíno Casas en su Isabel, camisa vieja que “una de sus preocupaciones, una vez sentada en el trono, fuera recabar asistencia espiritual de un confesor. En una de sus espléndidas intuiciones, eligió para el difícil puesto al monje jerónimo fray Hernando de Talavera, prior a la sazón del monasterio de Santa maría del Prado”. Unos renglones más abajo nos cuenta que “la razón definitiva por la que la reina decidió entregar su tutela espiritual al monje jerónimo, fue la reacción de éste la primera vez que la oyó en confesión. Era vieja costumbre que los príncipes y los reyes, cuando acudían al sacramento de la penitencia, hincaran en la tierra las rodillas, haciendo lo propio el religioso que los confesaba. Sorprendió a Isabel, por tanto, que fray Hernando la recibiera sentado en el confesionario.
-Entrambos hemos de estar de rodillas- indicó la soberana al monje.
-No, señora- respondió él, muy firme, sino que yo he de estar sentado y Vuestra Alteza, de rodillas, porque es el tribunal de Dios y yo hago sus veces…
...la reina calló y aceptó la postura de fray Hernando y comentó después a sus allegados:
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