La Revolución Francesa fue un intento fáustico por transformar la sociedad e instaurar, a partir de la razón y de la voluntad humanas, un paraíso terrenal que ponga fin a todas las calamidades sociales con las que convivimos a diario los pobres humanos. El esfuerzo no ahorró sangre ni terror en la búsqueda de su proyecto utópico.
El hecho descrito en el párrafo anterior se convirtió en paradigma de los futuros procesos revolucionarios que se desencadenarían sobre Occidente. El siglo XIX sufrió estallidos abortados en 1848 y 1870. El espíritu de la revolución recorrió Europa y América durante las décadas de aquella centuria. Pero tal vez haya sido el siglo XX el que más sacudido fue por la utopía revolucionaria, comenzando por la Revolución Rusa y los 70 años de comunismo soviético, siguiendo por la Revolución China, la Cubana, y tantos movimientos similares que sacudieron a Asia, África y América Latina. El resultado siempre fue el mismo: el fracaso más absoluto acompañado de la siembra del terror, la muerte y la miseria más profunda.
Si bien estos procesos son propiamente fenómenos modernos, sin embargo podemos encontrar antecedentes en movimientos radicales que adoptaron formas de subversión religiosa. Norman Cohn, en una obra clásica referida al tema de las doctrinas milenaristas medievales nos describe las características de estos movimientos:
"Los movimientos o sectas milenaristas siempre conciben la salvación como un hecho:
a) colectivo, en el sentido de que debe ser disfrutado por los fieles como colectividad;
b) terrenal, en el sentido de que debe realizarse en la tierra y no en un cielo fuera de este mundo;
c) inminente, en el sentido de que ha de llegar pronto y de un modo repentino;
d) total, en el sentido de que transformará completamente la vida en la tierra, de tal modo que la nueva dispensa no será una mejoría del presente sino la perfección;
c) milagroso, en el sentido de que debe realizarse por, o con, la ayuda de intervenciones sobrenaturales.
Aún dentro de estos límites hay cabida para una infinita variedad: son innumerables los modos posibles de imaginar el Milenio y el camino que conducirá a él. Las actitudes de los movimientos y sectas milenaristas has oscilado entre la agresividad más violenta y el más manso pacifismo y entre la etérea espiritualidad y el materialismo más terrenal. También ha variado mucho su composición y función sociales...
... el mundo de la exaltación milenarista y el mundo de la inquietud social no coinciden exactamente, aunque se traslapan. Fue frecuente el caso de que sectores de la pobreza fuesen cautivados por la predicación de algún profeta milenarista, y el deseo normal de los pobres de mejorar las condiciones materiales de su vida se transfiguraba entonces con las fantasías de un mundo renacido a la inocencia merced a una destrucción final y apocalíptica. Los malos -que, según las circunstancias, podían ser los judíos, los ricos o el clero- debían ser exterminados, y los santos -es decir, los pobres- erigirían su reino, un reino sin sufrimiento ni pecado." (NORMAN COHN, En pos del Milenio. Alianza Editorial. Madrid. 1997, pp.14-16)
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