“La Universidad… es una creación peculiar del Medioevo cristiano… Concretamente, las Universidades fueron creaciones eclesiásticas, prolongación, en cierta manera, de las escuelas episcopales, de las que se diferenciaban por el hecho de que dependían directamente dle Papa y no del obispo del lugar. Los profesores… pertenecían… en buena parte a Órdenes religiosas… La Universidad constituía un cuerpo libre, sustraído a la jurisdicción civil y dependiente únicamente de los tribunales eclesiásticos…
La historia de las Universidades comienza en París… (a) principios del siglo XII…
El movimiento de creación de… Universidades se hizo más intenso a partir de mediados del siglo XIII…
Este conglomerado tan heterogéneo de profesores y estudiantes (que eran las universidades) se entendían gracias a una lengua común, el latín, que era el idioma que se hablaba corrientemente en la Universidad…
Los estudios se distribuían en cuatro Facultades: Teología, Derecho, Medicina y Artes (artes liberales). En las cuatro Facultades, la manera de enseñar era prácticamente la misma… Los profesores de aquel tiempo, si bien enseñaban a razonar a sus alumnos…, concedían gran valor al argumento de autoridad. ‘Somos como enanos sentados sobre las espaldas de gigantes -decía Bernardo de Chartres-. Así, pues, vemos más cosas que los antiguos, y más lejanas, pero ello no se debe ni a la agudeza de nuestra vista no la la altura de nuestra talla, sino tan sólo a que nos llevan y nos proyectan a lo alto desde su altura gigantesca’...
El método que se utilizaba incluía tres momentos:...la lectio; luego se lo comentaba (lo leído) -era la quaestio-...; finalmente se discutían las posibles objeciones -era la disputatio-...
Terminado el primer ciclo, el estudiante recibía el grado de bachiller, que le permitía comenzar a enseñar… Luego, tras un examen general, venía la licenciatura, que lo calificaba para ingresar en la corporación de los profesores y dictar cátedra. El doctorado, culminación del curriculum académico, era un título complementario y más bien honorífico.” (ALFREDO SÁENZ, La Cristiandad y su cosmovisión. Ediciones Gladius. Buenos Aires. 1992, pp. 64-69)
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