SAN MARTÍN Y LA VIRGEN DEL CARMEN

"‘El domingo 5 del corriente se celebra en la Iglesia Matriz, la jura solemne de la Patrona del ejército y bendición de su bandera. V (uestra) S (eñoría) al frente de la muy ilustre Municipalidad, Corporaciones, Prelados y Jefes militares y políticos de esta Capital, se servirá solemnizar la función con su asistencia, en que el ejército y yo recibiremos honra. Principiará (la función) a las cinco de la mañana.’ 
     (…)
     Daba luego las normas para el desarrollo de los festejos. A las cinco de la mañana debía comenzar la solemnidad en la Iglesia Matriz. Abandonaría San Marín ‘el campo de instrucción con la plana mayor, oficiales y tropa, con la magnificencia y pompa que corresponde a la dignidad de un objeto tan santo’.
     En llegando éstos a la Ciudad debía el pueblo rebosar en entusiasmo a su paso. Gravaba sobre el Gobernador Intendente la responsabilidad de aquel acto que tanta trascendencia revestía para el General en Jefe. Lo que explica el énfasis que puso al fin:
     Apresurémonos ‘a recibirlo entre aclamaciones, con todo el brillo y esplendor que quepa en la esfera de nuestros deseos: adórnense con colgaduras las calles de la Cañada y los cuatro ángulos de la plaza: ilumínense en la víspera por la noche las portadas y casas, y a proporción haga cada uno todas las demostraciones que le inspire su entusiasmo: concurran cuantos puedan al Santo Templo a derramar sus fervorosos votos por el triunfo de nuestras armas: después de todo, unidos dulcemente, rompamos los aires con himnos de alegría entonando en acordes acentos: ¡Viva la Patria! ¡Viva el invencible ejército de los Andes! ¡Y viva la inmortal provincia de Cuyo!’
     El bando ‘se publicó…con toda solemnidad, fijándose en cada parte de su publicación un ejemplar’, anotará el secretario Barcala. Y los mendocinos respondieron con creces a la expectación de sus gobernantes. Relata Espejo:
     ‘El pueblo entonces, rebosando en las más vivas efusiones de patriotismo como quizás no se ha manifestado otras veces, se vio desde la víspera iluminado, engalanado con banderas, gallardetes y colgaduras, para recibir tan honorable visita. La calle que en ese tiempo se llamaba de la Cañada por su extensión y anchura, y era por donde el ejército debía transitar desde el campamento, se cubrió de grandes y caprichosos arcos de las más vistosas telas y cintas, follajes y ramilletes, de flores artificiales y naturales’.
     Amaneció radiante el 5 de enero de 1817, que Damián Hudson describió con arranques poéticos:
     ‘La naturaleza misma manifestabáse risueña, bañando con refulgente luz, con una brisa perfumada y tibia…a la Ciudad famosa (nido que fue del águila argentina)…, como llamó a Mendoza nuestro célebre vate Juan María Gutiérrez treinta y seis años después.’
     Habíase improvisado ‘un suntuoso altar inmediato a la puerta lateral de la Iglesia Matriz’. La plaza ostentaba toda la magnificencia del alma cuyana. Estaba ‘decorada con trofeos de armas, y sus edificios ostentaban un lujo de colgaduras y banderas del más bello efecto’.
     (…)
     En correcta formación abandonó el ejército el campo de ‘El Plumerillo’. Lo comandaba el general Soler. En pos de él, ataviados con sus mejores galas, el Estado Mayor y las tropas marchaban ‘al son de las cuatro músicas militares que poseían sus cuerpos de infantería, de las bandas de cornetas de la caballería que se presentó montada, así como el regimiento de artillería’.
     A las diez de la mañana entraban en la Ciudad y recorrían la ancha calle de la Cañada (…).
     En la esquina del convento de San Francisco, al noroeste de la plaza mayor, recibió la columna orden de hacer alto, ‘para esperar –narra Espejo- que saliera del templo Nuestra Señora del Carmen, Patrona electa, y escoltada como prescribía el ceremonial’.
     Allí se formó la procesión. Encabezábala el Clero secular y regular con sus vistosos ornamentos rituales. Tras ellos la imagen maternal de la Virgen del Carmen llenaba de místico fervor el ambiente de aquella mañana histórica. Es pos de la Virgen, con devoto continente marchaba ‘el general San Martín, de gran uniforme, con su brillante Estado Mayor’. Lo acompañaban el gobernador intendente Luzuriaga, el Cabildo, la gente de gobierno y lo más granado de la sociedad mendocina.
     El ejército, así que hubo llegado a la Iglesia Matriz, ‘desplegó su línea cubriendo los cuatro costados de la plaza y parte de una de sus avenidas’. Era de ver el porte marcial de aquellos varones predestinados para la inmortalidad. Damián Hudson pondera, como extasiado, ‘el grandioso, imponente espectáculo que allí representaba el nuevo ejército de la República, creado, organizado, disciplinado y equipado en poco más de un año’.
     Llevaban todos los soldados el escapulario de Nuestra Señora del Carmen, según el testimonio de doña Manuela Guiñazú de Encinas
     Aseguraba ésta en 1911 haber ‘oído declarar a su madre que asistió –siendo de unos 25 o 30 años de edad- a la proclamación de la Virgen del Carmen que se veneraba en el templo de San Francisco, como Patrona del ejército de San Martín, y que recordaba…que todos los soldados ostentaban en el pecho el escapulario del Carmen’.
     La procesión entró solemnemente en la Iglesia Matriz. Situada la imagen en un trono junto al altar, colocáronse el general San Martín y su comitiva a la derecha del mismo. ‘En un sitial cubierto con un tapete de damasco estaba doblada la bandera sobre una bandeja de plata’.
     También entró en el templo ‘una guardia de honor al mando de un capitán, compuesta de piquetes de las compañías de granaderos de los cuatro batallones de infantería y un abanderado que se situó en la nave del costado del Evangelio’.
     Tan pronto como se presentaron, después de tercia, los ministros del altar para la Misa solemne, levantóse San Martín de su asiento ‘y, subiendo al presbiterio, acompañado de los edecanes, tomó la bandera y la presentó al preste. Este la bendijo en la forma de ritual, bendiciendo también el bastón del General, que era de un hermoso palisandro, con puño de un topacio como de dos pulgares de tamaño’.
     (…)
     Hubo un momento de alegre expectación entre las tropas que ocupaban la plaza y el pueblo que se agolpaba junto a ellas. Todas las miradas se dirigían hacia la puerta de la Iglesia y hacia el altar que sobre un entablado esperaba la imagen de la Patrona.
     ‘Al asomar la bandera y la Virgen –consigna Espejo- los cuerpos presentaron armas y batieron marcha’. El regocijo y la conmoción rebasaron toda medida cuando, ‘al subir la imagen para colocarla en el altar’, el general San Martín ‘le puso su bastón (de mando) en la mano derecha’, declarándola así, ‘en la advocación que representaba, Patrona del ejército de los Andes’.
     Acallados los aplausos y aclamaciones, y concluido que hubieron los instrumentos sus sones marciales, el General, tomando la bandera ‘en su diestra, y avanzando hasta las gradas del atrio, presentándose al pueblo y al ejército en esa actitud digna, marcial, tan esencialmente característica de su gallarda persona, con voz sonora, vibrante’, se dirigió a la tropa:
     ‘¡Soldados: Esta es la primera bandera que se ha levantado en América! La batió por tres veces, (y) cuando las tropas y el pueblo respondían con un ¡Viva la Patria!, rompieron dianas las bandas de música, de cajas y clarines, y la artillería hizo otra salva de veinticinco cañonazos’." (CAYETANO BRUNO, La Virgen Generala)

Comentarios