Mientras que París, era objeto del trajín y la aceleración propios de la vida moderna: revoluciones, agitación, ferrocarril, gas, electricidad, multitudes, nuevos espectáculos, aglomeraciones, cafés, diarios, cabarets, vida bohemia, y un larguísimo etcétera; en muchísimas ciudades y pueblos alejados de la capital la vida seguía transcurriendo al ritmo de los ciclos naturales y de los sonidos que provenían de los antiquísimos campanarios que dominaban desde su altura el espacio vital de la comarca...
“En la Francia del siglo XIX (…) existen numerosas sociedades yuxtapuestas. Hay en Francia de 1820, tal vez una del Antiguo Régimen a quien las vicisitudes políticas apenas ha rozado y que sobrevive a todos los cambios.” Claro, que también está la otra (u otras): “la sociedad burguesa (…) y la Francia obrera a punto de nacer.” (RUBÉN CALDERÓN BOUCHET)
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