Joseph Ratzinger en un artículo escrito en 1963, y que aparece junto a otros escritos suyos en una obra del 2005 recopilados bajo el título "Fe, Verdad y tolerancia", hace una estudio comparativo del cristianismo con otras formas de religión desde un punto de vista histórico. Señala el futuro Pontífice que las primitivas experiencias religiosas de la humanidad dieron lugar, en un segundo momento, al mito. El paso siguiente fue evadirse del mito para poder acceder a una forma religiosa más pura. La superación de la concepción mítica se dio, siempre siguiendo el análisis de Ratzinger, de tres modos: por la vía mística, por la vía racional -como aconteció en Grecia-, o por lo que él denomina la "revolución" monoteísta. En este breve comentario nos referiremos a la comparación que el autor establece entre la mística y la experiencia monoteísta bíblica. Explica que mientras la vía mística procura acceder a lo inaccesible a través del esfuerzo humano de un pequeño grupo selecto ubicado en un plano diferente al resto de lo mortales: "el místico se sumerge en el oceáno de lo Todo-Uno, ya sea que ello, en acentuada theologia negativa, se describa como 'Nada', o bien, en sentido positivo, como 'Todo'" (página 30), el monoteísmo significó la irrupción de lo divino en la historia humana, la iniciativa no la tiene, pues, el hombre sino Dios.
A continuación trascribimos unas líneas donde Ratzinger establece claramente la profunda diferencia que significó en la historia de las religiones la "revolución monoteísta" con respecto a las "místicas orientales".
"...partiendo del enfoque fundamental indicado, se comprende la sorprendente diferencia que distingue a los patriarcas y los profetas de Israel de los grandes fundadores de religiones de Asia oriental. Si comparamos a los portadores del acontecer del pacto concertado con Dios en Israel con las personalidades religiosas de Asia, puede sobrevenirnos al principio un malestar característico. Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, con todos sus enredos y con su astucia, con su temperamento y su inclinación a la violencia, aparecen al menos como mediocres y pobres infelices en comparación con Buda, Confucio y Laotsé... Negar el 'escándalo' no tiene aquí ningún sentido, sino que es lo que abre precisamente el acceso a lo genuino. Desde el punto de vista de la historia de la religión, Abraham, Isaac y Jacob no son realmente 'grandes personalidades religiosas'. Tratar de soslayar esto con interpretaciones significaría precisamente tratar de soslayar el impulso que conduce a lo peculiar y a lo singularísimo de la revelación bíblica. Esa peculiaridad y eso que es totalmente diferente consiste en que Dios, en la Biblia, no es intuido, como vemos que sucede en los grandes místicos, sino que es experimentado como el que actúa... Y esto a su vez consiste en que aquí el hombre, con su propio esfuerzo de ascensión a través de los niveles del ser, no llega a lo más íntimo e intelectual de él mismo, encontrando así lo divino en su propio lugar, sino que sucede lo inverso: que Dios busca al hombre en medio de los contextos humanos y terrenales; que Dios, a quien nadie puede de por sí descubrir (ni siquiera el hombre más puro), va por su parte en busca del hombre y entra en relación con él. Podríamos decir incluso: la 'mística' bíblica no es mística de imágenes, sino mística de palabras; la revelación de esa mística no es intuición del hombre, sino palabra y acción de Dios. No es primariamente el encontrar una verdad, sino la acción de Dios mismo, una acción que crea historia. Su sentido no es que al hombre se le haga visible la realidad divina, sino que... en oposición a la mística, es Dios quien actúa, y Él es quien crea la salvación para el hombre..." (pp. 36-38)
JOSEPH RATZINGER. Fe, Verdad y Tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2005
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