"...La contribución vital al renacimiento fue insular, o sea, anglo-irlandesa. Los eslabones que unían a Inglaterra e Irlanda con el continente, en los siglos VII y VIII, eran muchos y complicados. Los carolingios debían mucho a la gran escuela misional de York, por los hombres y por los libros que ésta les había enviado. Inglaterra, en particular, se había convertido en una especie de 'bolsa de compensación' para los libros llevados desde Roma y, por supuesto, desde toda la península itálica, Este movimiento de libros y de hombres fue reforzado por la resolución de los misioneros benedictinos ingleses de mantenerse en contacto con Roma a cualquier precio. Los libros romanos que llegaban a Canterbury, Jarrow, York, Malmesbury, eran copiados allí para uso de los misioneros ingleses en el exterior...De esta manera Inglaterra transportó y exportó la más rara de las mercancías, la cultura, en el momento que más se la necesitaba. Dondequiera se establecieron los misioneros ingleses, los seguían manuscritos también ingleses...
¿Y qué libros? En primer lugar, textos devocionales y bíblicos, materia prima de la enseñanza, pero también textos seculares...
Alcuino, íntimo de Carlomagno, durante un tiempo fue probablemente la mayor contribución individual de Inglaterra al renacimiento continental. No hay sorpresas respecto a Alcuino. Fue un honrado exponente de lo que encontró en San Agustín, San Benito, Casiodoro y Gregorio Magno, y perteneció en cuerpo y alma a la tradición italiana trasmitida a través de Beda y de la escuela de York. Lo que deseaba era trasmitir una tradición recibida. Y esto fue lo que hizo. Un fuerte eco de esta resolución puede encontrarse en la conocida circular de Carlomagno, dirigida a las casas religiosas, sobre la necesidad de cultivar las letras como una apropiada introducción a las Escrituras..." (WALLACE HADRILL, El Oeste Bárbaro. 400-1000)
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