BOECIO, UN SABIO DE FINES DE LA ANTIGÜEDAD Y PRINCIPIOS DEL MEDIOEVO, QUE ENCONTRÓ LA CONSOLACIÓN DE SU ALMA EN LA SABIDURÍA
"Boecio, cuyo nombre completo era Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio (en latín: Anicius Mānlĭus Torquātus Severinus Bŏēthius) y también fue conocido como San Severino Boecio (Roma, c. 480-Pavía, 524/525), fue un filósofo y poeta latino romano, actividad que compaginó con su faceta como estadista, político, traductor de filosofía griega y autor de tratados sobre distintas disciplinas como la música, la aritmética o la astronomía...
En 510 fue consul ordinarius (el cónsul que da nombre al año) en solitario. En 522 o 523 él mismo fue nombrado magister officiorum,[4] cargo equivalente a lo que podría llamarse un primer ministro, del rey ostrogodo Teodorico el Grande. En 522 nombró cónsules a sus dos hijos, Flavio Símaco y Flavio Boecio.
La acumulación de tanto poder despertó los celos del partido filogótico, por lo que fue acusado de conspirar a favor del Imperio bizantino por el referendarius Cipriano, miembro de ese partido. Fue encarcelado, torturado y decapitado en el Ager Calventienus, al norte de Pavía,[5] «injustamente» según él mismo, por haber intentado proteger al senado. La ciudad de Pavía le reconoce y celebra en la liturgia como mártir en la fe...
Su obra más famosa es, sin embargo, Consolatio philosophiae, mencionada en la Edad Media como De consolatione philosophiae. Se trata de un diálogo entre el propio Boecio y Filosofía, personaje alegórico femenino que se le aparece a Boecio para aclararle el problema del destino, de por qué los malvados logran recompensa y los justos no." (Extraído de https://es.m.wikipedia.org/wiki/Boecio)
Dejamos a continuación un momento de la reflexión de Boecio, en que su mente se eleva al Creador:
"¡Creador del firmamento estrellado! ¡Tú, que sentado en eterno trono haces girar el cielo en vertiginosas revoluciones y obligas a los astros a obedecer tus leyes! Tú que haces que la luna, ya brillante en el plenilunio al recoger en su disco la ardiente llama de su hermano haga esconderse en
la sombra a las estrellas, o ya pálida en su menguante pierda el esplendor viéndose próxima a Febo; Tú que haces que el lucero de la tarde arrastre las estrellas de la noche fría y luego cambiando las riendas amanezca como lucero de la mañana, amortiguando sus luces con la aparición del Sol; Tú eres quien acorta el día cuando los fríos del invierno esparcen por el suelo las hojas de los árboles y das a las noches raudas alas cuando llega el ardiente estío. Tu poder dirige el año a lo largo de las estaciones y haces volver con el vuelo perfumado de los céfiros las hojas que arrastró el soplo helado del Bóreas. Las sementeras que contemplara Arturo serán las llenas cosechas que Sirio madurará.
Ninguno de los seres se desentiende de tu ley antigua, ni ninguno descuida su tarea en el puestoque tú le fijaste; todo lo conduce y guía tu voluntad inmutable: los actos humanos son los únicos que no gobierna tu voluntad soberana. ¿Por qué, si no, la fortuna en su incesante vaivén, tiene tan chocantes contradicciones? El inocente se ve aplastado bajo el peso de un castigo que merece el criminal; el vicio se encumbra en excelso trono y, siempre dominando la injusticia, el malvado pisotea el cuello del hombre recto. Se eclipsa el brillo de la virtud, perdido en sombrías tinieblas, y el justo soporta las acusaciones que merecen los malvados: éstos nada tienen que temer de sus perjurios, ni de sus fraudes vestidos de mentida apariencia. Que cuando quieren hacer prueba de lo que alcanza su poder subyugan hasta a los mismos reyes, a quienes temen y respetan pueblos enteros.
¡Oh! Echa una mirada sobre las miserias de este mundo, Tú, quienquiera que seas, que has fijado las leyes del Universo. Siendo los hombres una parte no despreciable de tu vasta Creación, nos vemos sacudidos por el agitado mar de la fortuna. ¡Oh Soberano dueño del mundo! Sujeta esas olas desencadenadas; y con las mismas leyes que gobiernan el cielo infinito, da a la tierra estabilidad inquebrantable."
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