“Si queréis ser buen príncipe habéis de ser buen cristiano, pues el único camino para bien reinar es la virtud. Como rey cristiano habéis de oír misa todos los días (…) Habéis asimismo de frecuentar los sacramentos de la penitencia y la eucaristía, al menos una vez a la semana (…) Debéis también (…) recogeros en la meditación dos horas cada día y hacer examen de conciencia todas las noches. Os insisto en que vuestro primer deber será defender nuestra religión sagrada, aunque perdáis el trono (…)
La Monarquía no es de origen divino sino humano, y existe en los pueblos el derecho de acabar con el tirano. El carácter de los reyes y su corona la establecieron, la dieron y dan los hombres (…) El rey es el primer servidor del reino. El ser rey; si ha de ser como se debe, no es otra cosa que una esclavitud (…) Por tanto debe buscar la perfección en todo, y principalmente en la justicia, de tal manera que el malo le experimente terrible y el bueno generoso (…)
Como rey deberás siempre recibir a tus vasallos, para que libremente te expongan sus quejas (…) La recta justicia pide que todo súbdito sea oído, ya agraviado, ya acusado, ya rico, ya pobre (…)
Jamás llegues a confirmar la condenación a muerte de cualquier hombre sino de mala gana y contra tu voluntad, y forzada por el miramiento de la justicia y buena disposición de las leyes.” (RICARDO DE LA CIERVA, "Yo, Felipe II")
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