Tras el descubrimiento del Nuevo Mundo los capitanes españoles no se dedicaron sólo a conquistar, someter y explotar el continente hallado, sino que por voluntad expresa de la Reina, modelo de gobernante cristiana, se comenzó una tarea de civilización y evangelización titánica. Si bien en esta tarea participaron hombres y mujeres, clérigos y seglares, europeos e indios, sin embargo, la mayor labor fue la desarrollada por los miembros de las Órdenes y Congregaciones religiosas: franciscanos, dominicos, mercedarios...Tal vez, la mayor gloria en esta ímproba labor se la lleven los hijos de San Ignacio de Loyola: los jesuitas.
Internados en la selva del Paraguay, afrontando el encuentro con fieras desconocidas, atravesando caudalosos ríos, llevaron adelante una tarea que quedará como ejemplo de abnegación para todas las generaciones posteriores, afrontando el martirio cruento o el martirio de una tarea llena de dificultades, sacrificios, desilusiones...Pero, tras tan arduo trabajo, se vieron los frutos...
Querremos dedicar unas breves líneas a la labor educadora llevada adelante por los miembros de la Compañía de Jesús. Para ello transcribiremos algunas líneas de dos autores que se refirieron al tema:
"Al comenzar en, 1609, la labor misional entre los Guaycurúes, Tapes y Guaraníes, los jesuitas contaron con precisas instrucciones de su Provincial, Padre Diego de Torres, sobre la mejor manera de reducir y organizar a los indígenas. En estas instrucciones, tantas veces citadas, encontramos las primeras disposiciones sobre educación elemental...
'Cuanto más presto se pudiere hacer, con suavidad, y gusto de los Indios, se recojan cada mañana sus hijos a aprender la Doctrina y de ellos se escojan algunos, para que aprendan a cantar, y leer...' Y al año siguiente, en 1610...: 'En lo espiritual, pongan luego la escuela de niños: en la cual uno de los compañeros les enseñará la Doctrina la cual dirá al entrar y salir de la escuela mañana y tarde, hasta saberla muy bien: después bastará al salir...También les enseñarán a leer y escribir, cantar y tañer, habiendo comodidad'..." (JUAN CARLOS PABLO BALLESTEROS, La educación jesuítica en las Reducciones de Guaraníes. Universidad Nacional de Entre Ríos. Paraná. 1979)
El Padre José María Iraburu nos relata en su magnífica obra Hechos de los Apóstoles de América:
"Un capuchino francés que visitó las reducciones, Florentin de Bourges, escribía en 1716: 'La manera que educan a esta nueva cristiandad me impresionó tan profundamente que la tengo siempre presente en el espíritu...Éste es el orden que se observa en la reducción donde me hallaba, la cual cuenta con alrededor de treinta mil almas. Al alba se hace sonar la campana para llamar a la gente a la iglesia, donde un misionero reza la oración de la mañana, luego de lo cual se dice la misa; posteriormente las gentes se retiran y cada cual se dirige a sus ocupaciones. Los niños, desde los siete u ocho hasta los doce años, tienen la obligación de ir a la escuela, donde los maestros les enseñan a leer y escribir, les transmiten el catecismo y las oraciones de la Iglesia, y los instruyen sobre los deberes del cristianismo...
Me conmovió el corazón presenciar la modestia y la piedad de esos niños. Al ponerse el sol tañe la campana para la oración del atardecer y luego de ella se recita el rosario a dos coros...La unión y la caridad que reinan entre los fieles es perfecta..." (JOSÉ MARÍA URIBURU, Hechos de los Apóstoles de América. Fundación Gratis Date. Pamplona. 1999)
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