MARÍA ANTONIA DE PAZ Y FIGUEROA

Esta santa mujer santiagueña terminó sus días identificada con la ciudad del Plata, hasta donde llegó animada por su celo apostólico. Procurando promover una vida profundamente cristiana entre los pobladores del Virreinato del Río de la Plata, difundió los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Sus santas correrías culminaron en la Ciudad capital, donde por iniciativa suya se construyó la Santa Casa de Ejercicios ubicada sobre la actual calle Independencia, que aún se conserva, y que es un recuerdo palpable de aquella matrona.

Dejemos la palabra al Padre Alfredo Sáenz, para conocer algún aspecto de la vida de la beata:

“María Antonia nació el año 1730 en la ciudad de Santiago del Estero...La familia de María Antonia, una de las principales de la ciudad, emparentada con las de mejor prosapia del lugar, los Paz, los Roca, los Taboada, los Figueroa, los Olaechea, los Palacio...guardaba celosa veneración de sus ascendientes, entre los que se encontraba...ilustres conquistadores españoles: don Diego de Villarroel y don Gerónimo Luis de Cabrera, fundadores de las ciudades de Tucumán y Córdoba, respectivamente...

...en 1585, habían llegado a Santiago los primeros religiosos de la Compañía...

     Dedicáronse los Padres a la evangelización de la ciudad y del campo. Pero sobre todo se abocaron a la obra que los jesuitas predileccionaban, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio...

     Para ayudarse en sus obras, los jesuitas recurrieron a la ayuda de colaboradores laicos, sobre todo de mujeres generosas...en 1654, escribe uno de los Padres: ‘Hay en Santiago un gran número de vírgenes consagradas a Dios, que viven fuera del claustro y se llaman beatas’...

     María Antonia ingresó en uno de esos beaterios. Bajo la dirección espiritual del P. Ventura Peralta, cambió su nombre original por el de María Antonia del Señor San José. A los 17 años se consagró a Dios...

     Durante muchos años, más de veinticinco, nuestra Beata ayudaría a los Padres principalmente en la organización de retiros...

     Las principales Casas Reales de Europa, inficionadas de espíritu masónico, concertaron una campaña contra los jesuitas. Por lo que hace a España, el rey Carlos III determinó (su expulsión) en 1767...

      Pero el drama no terminó allí. En 1773, poco después de la expulsión obrada por Carlos III, el papa Clemente XIV decretó la supresión universal de la Orden...el nuevo Papa cedió a la influencia de poderosos ministros volterianos y masones...

    Imposible expresar cuánto María Antonia lamentó la expulsión y ulterior supresión de la Compañía, ella que estimaba a los jesuitas como a sus padres y maestros...

     Veía cómo los pueblos que los jesuitas habían instruido y evangelizado estaban ahora espiritualmente huérfanos...Por experiencia sabía el gran bien que hacían los Ejercicios...De las ruinas de la Compañía se propuso salvar ese único tesoro, el tesoro principal que su Fundador le legara. ¿No se podría resucitar, tanto en Santiago, como en otros lugares, la práctica de los Ejercicios de San Ignacio?...

...fue en la celda de San Francisco Solano, que aún se encuentra en el convento de San Francisco de Santiago, y que entonces acababa de restaurarse con parte del viejo material usado por el Santo, donde ‘le entró fuertemente la inspiración’...y en presencia de Dios se comprometió a reparar la injusticia...tratando de remontarse a la práctica de los Ejercicios de San Ignacio. Invocó luego al Santo tan querido de los santiagueños: ‘¡Francisco Solano, que al eco de tu violín llamabas a los indígenas, haz que las muchedumbres oigan mi voz!...’

     Nuestra Beata se dispuso a pasar de la vida oculta, que había llevado hasta acá, a lo que sería su vida pública...

     Entonces María Antonia, con su hábito negro y llevando sobre los hombros la capa que le dejara de recuerdo uno de los jesuitas desterrados, empezó a recorrer las casas de los conocidos, con los pies descalzos y apoyada en un báculo en forma de cruz. Comenzaba exponiendo su plan, explicándolo, y luego invitaba a entrar en Ejercicios...

     Pero a ella nada la arredraba. Primero eligió una casa espaciosa en Santiago, la acondicionó para la tanda, y luego buscó un sacerdote, el P. Toro, que era a la sazón el superior de los mercedarios.”


     Y así comenzaría la vida andariega de “Mamá Antula”, como fue cariñosamente llamada. Luego de Santiago, vendrían Jujuy, Salta, San Miguel del Tucumán, Catamarca, La Rioja, Córdoba y finalmente Buenos Aires. Sigamos leyendo al Padre Sáenz que nos describe estos años cruciales en la vida de María Antonia del Señor San José:

     

     “Córdoba no fue el término de su peregrinaje apostólico. Desde dicha ciudad le escribió al virrey Vértiz, expresándole el deseo de continuar en Buenos Aires la obra de los Ejercicios...

     Era a la sazón obispo de Buenos Aires Mons. Sebastián Malvar y Pinto...María Antonia...le solicitó una entrevista. El obispo se negó a recibirla. Luego aceptó que fuese a verlo, pero cuando llegó, no quiso que pasara, y así una y otra vez. María Antonia soportó con entereza tales desaires...Finalmente acabó por recibirla...

     Una vez obtenido el permiso eclesiástico, fue necesario solicitar el del Virrey...

     Vértiz, antes Gobernador y ahora Virrey, cuya gestión fue próspera para Buenos Aires desde el punto de vista económico, estaba contaminado por algunas de las ideas de los ‘filósofos’ (de la Ilustración)...La tomó por loca, y la despachó de su presencia. Para colmo, Vértiz sentía una antipatía poco menos que visceral por la Compañía de Jesús...

     (Finalmente María Antonia logró vencer la terca oposición del Virrey).Tratábase ahora de poner manos a la obra. Lo primero que había que hacer era encontrar una casa adecuada...según ella nos dice, ‘como son de Dios todas las (casas) que poseen los hombres, un pobre de éstos me ha cedido la suya para todo el tiempo que quiera’...

     La concurrencia a las tandas era cada vez más numerosa...

     ¿Cuál era el papel de la beata durante las tandas? Hacía de todo, menos predicarlas...ubicaba a los ejercitantes en sus respectivos cuartos, buscaba otros sacerdotes cuando llegaba el momento de las confesiones, cuidaba el cumplimiento del horario. Incluso a veces era consultada en cosas del espíritu...

    (En medio de esta labor un nuevo proyecto nace en su corazón). ¿Cuál era este proyecto? La erección de una casa grande y propia, para la obra de los Ejercicios, adecuada a las necesidades del pueblo porteño. El proyecto comenzó a concretarse cuando unos conocidos le donaron terrenos, en el barrio de la Purísima Concepción...

    Entusiasmada con lo recibido, la beata se abocó a lo que sería la última obra de su vida, la Santa Casa de Ejercicios, que perdura hasta ahora...

     (Mientras tanto), su vida interior se había ido acrecentando de día en día. Su oración se tornaba cada vez más fervorosa y continua. No era raro verla pasando toda la noche ante el sagrario. Oración continua...

     Llevaba, asimismo, una vida sumamente austera y penitente...

     Estaba un día oyendo la Santa Misa en la capilla de la Casa de Ejercicios, y cuando el sacerdote elevó la Sagrada Forma tuvo una visión, como si llegase al puerto de Buenos Aires una multitud de extranjeros de cabellos rubio. Lo comunicó enseguida a las autoridades políticas para que estuviesen prevenidas. Ello se cumplió en los años 1806 y 1807,seis años después de su muerte...

    Mientras tanto, la Santa Casa se seguía edificando. Cornelio Saavedra, que años después tendría un papel protagónico...actuó como apoderado en la construcción. El adelanto de las obras era la principal consolación de la beata, que se sentía cada vez peor de salud...

    El 7 de marzo de 1799 falleció María Antonia en la paz del Señor...

     De María Antonia ha escrito el P. Furlong: ‘Es más que probable que no ha habido ni quien la haya superado ni quien la haya igualado. Aquella mujer santiagueña parecía ser hermana, en el espíritu, en la acción y en la inteligencia, de la gran santa avileña. Ella es, tal vez, la figura femenina más recia y robusta, al propio tiempo que totalmente femenina, de toda la historia argentina...Y Mons. Marcos Ezcurra la llama: ‘mujer insigne, gloria de nuestra Patria y ornamento de la Iglesia Argentina’.” (ALFREDO SÁENZ. La Ascensión y la Marcha. Gladius. Buenos Aires. 1999)


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