"Mientras los cuatro primeros emperadores romanos dominaban...este gran Estado único que contenía a todos los hombres blancos civilizados, aconteció, en un rincón del Imperio, en Palestina (provincia de Siria), el hecho más importante de la historia. Éste fue la fundación de la Iglesia, en Pentecostés, alrededor del año 29, unos quince años después de iniciado el reinado de Tiberio. Los Apóstoles y un grupo de discípulos proclamaron en Jerusalén su testimonio de que Nuestro Señor, que acababa de ser crucificado, había resucitado de entre los muertos y que podían hacer permanente su presencia entre ellos por el Sacramento de la Eucaristía, bajo las apariencias de pan y vino. Formaron lo que en el griego que entonces se hablaba se llamó Ecclesia -esto es, una sociedad- con misterios y normas propios...Ésta se difundió rápidamente a través del Imperio en forma de comunidades que surgieron en todas partes, pero que se mantenían unidas por medio de una disciplina parcialmente secreta, organizados bajo la autoridad de hombres llamados obispos. Estos obispos fueron al principio designados por los Apóstoles para ponerse a la cabeza de cada una de las comunidades y luego designaron, a su vez, a otros." (HILAIRE BELLOC, Historia de Inglaterra)
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