SANTIAGO DE LINIERS Y SU VÍNCULO CON CÓRDOBA

 La figura de Santiago de Liniers ha quedado indisolublemente unida no sólo a la Ciudad de la Santísima Trinidad -Buenos Aires-, de la que fue su heroico reconquistador ante la invasión inglesa, sino también a la Ciudad de Córdoba, donde terminó trágicamente sus días. Antes de entrar en estas cuestiones digamos que don Santiago fue un auténtico representante, dentro del desarrollo de nuestra historia patria, de lo que dio en llamarse el “Antiguo Régimen”.

“En efecto, don Santiago no fue un hombre preocupado por proclamar derechos y reclamar libertades e igualdades. Por el contrario, su educación se fundó en el Honor, el cumplimiento del Deber, el Servicio y la Fidelidad a Dios, al Rey y a su Patria adoptiva.
Perteneciente a la nobleza de provincia francesa, recibió una educación caballeresca. Ingresado en la Orden de Malta en 1765, terminó dedicado a la náutica. Pasó al Servicio de Su Majestad Católica, el Rey de España, ya que en ese momento las Casas reales de Francia y de España se hallaban unidas por los llamados ‘Pactos de Familia’. Mantuvo su fidelidad al Rey al que eligió servir hasta el final de su vida. Este servicio lo llevó a embarcarse en 1776 en la flota de don Pedro de Cevallos, primer Virrey del Río de la Plata. Vuelto a España, se estableció definitivamente en el Río de la Plata en el año 1789, convirtiéndose estos Reinos en su Patria definitiva. Aquí fue donde prestó sus más destacados servicios.”
Sobre su pertenencia a la Orden de Malta, dice Exequiel César Ortega:
“Pasaba así de la disciplina ascética, religiosa y monarquista del hogar y (de los) padres del oratorio (con quienes se había educado), al imperio de una Orden que enorgullecíase de mantener vivo y pujante el espíritu que reinaba en tiempos de sus funciones guerreras y hospitalarias de San Juan de Jerusalén…
Doce años. Edad ideal no sólo en ésta, sino también en aquella época, para ensayar el vuelo hacia objetivos más distantes cada vez; edad en la cual, si se sueña, es siempre ‘hacia afuera’...
En vez de juegos infantiles e imágenes del mundo; en lugar de gustar poco a poco de la perspectiva valiosa, con la cual se contempla el adelanto del hombre en los diferentes campos de la actividad, le fue preciso curtirse en la fatiga, en la rutina, en la fe, en los ideales de las Cruzadas, con exclusión de todo lo demás. De ellos se ha dicho con ironía: ‘ideal mayúsculo de Caballero, que rechazaba toda humana interferencia’. No hay que ir al exceso ni torcer los hechos premeditadamente. Que Liniers era ‘un hombre del Antiguo Régimen’, no cabe duda alguna. …
“...Allí estaba la Orden de Malta, la ‘institución de otra edad’...?Europa había roto …el viejo molde de su organización feudal; la ola de la Reforma batía a su alrededor, con furia, las bases del antiguo mundo’
‘En esta hora de transformación, de duda e inquietud, se veía subsistir sin embargo, en el centro del Meditaerráneo, floreciente a pesar de la larga sucesión de pruebas que había travesado, una institución de otra edad, una comunidad religiosa y militar que databa de las cruzadas, república aristocrática donde los jefes…no humillaban su orgullo salvo ante la autoridad suprema del vicario de Jesucristo’.”
Su hora llegó durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807 a Buenos Aires. Heroico reconquistador de Buenos Aires en el 6, su gesta fue también celebrada en la ciudad de Córdoba:
“Donde mayor regocijo provocó acaso la noticia del triunfo patriota fue en Córdoba. Tenían empeñada los cordobeses su devoción ya proverbial a la Virgen del Rosario en su advocación ‘del Milagro’.”
Es sabido que Liniers ofreció los trofeos conquistados a los ingleses a la Virgen del Rosario del Convento de Santo Domingo de Buenos Aires; lo que tal vez sea menos conocido es que algunos trofeos fueron a adornar el altar del la Virgen del Rosario de Córdoba:
“Quedó fijado el domingo 23 de agosto para dar ‘gracias al Dios de las batallas por medio de su Divina Madre. Más lúcidos habían de resultar los festejos porque ya se tendría las dos banderas tomadas a los ingleses que Liniers ofrendaba a la milagros imagen del Rosario (de Córdoba)...
Llegaron, efectivamente, dichas banderas y ocuparon el puesto de honor junto al altar.”
Siendo superado el trance de las Invasiones, Liniers fue designado Virrey en forma interina. Le tocó ocupar este cargo en un momento muy conflictivo, por lo que su autoridad fue cuestionada por diversos sectores, y algunas de sus actitudes despertaron recelos. Incluso, se suele recordar de este período algún desliz moral que no se corresponde con la conducta que caracterizó al resto de su vida.
Pasado el trance, y siendo reemplazado por el nuevo Virrey, Cisneros, designado por la Junta Central de Sevilla, Liniers se retiró a las sierras cordobesas para poder disfrutar de una vida serena y sosegada.
Producidos los acontecimientos de Mayo del 10, encabezó la resistencia contrarrevolucionaria en Córdoba, que fue fácilmente contenida, y los cabecillas capturados y condenados. En estas circunstancias, y ante la presión de su padre político que no entiende su conducta, le escribe: “(…) mi amado padre (...) en cuanto a mi individuo; ¿cómo siendo yo un general, un oficial quien en sus treinta y seis años he acreditado mi fidelidad y amor al soberano, quisiera Usted que en el último tercio de mi vida me cubriese de ignominia quedando indiferente en una causa que es la de mi Rey; que por esa infidencia dejase a mis hijos un nombre, hasta el presente intachable con la nota de traidor? ¡Ah mi padre! Yo que conozco también la honradez de sus principios, no puedo creer que Usted piense, ni me aconseje motu proprio, semejante proceder (...) (...) Por último Señor, el que nutre a las aves, a los reptiles, a las fieras y los insectos proveerá a la subsistencia de mis hijos, los que podrán presentarse en todas partes sin avergonzarse de deber la vida a un padre que fue capaz por ningún título de quebrantar los sagrados vínculos del honor, de la lealtad, y del patriotismo, y que si no les deja caudal, les deja a lo menos un buen nombre y buenos ejemplos que imitar (...)”
El Padre Cayetano Bruno nos describe sus últimos momentos: “(luego de conocer la sentencia de muerte) Liniers ya no pensó sino en su alma. (…) (un documento anónimo atestigua que) ‘pidió al Sr. Obispo (Orellana) le sacase de su bolsillo el rosario y paseándose lo rezó y continuó preparándose para la confesión, todo con tal nobleza y entereza que…, en aquel estado de ignominia y con los brazos atados, parecía más glorioso que en sus victorias de la Reconquista …Este Señor y el coronel Allende hicieron su confesión con el Sr. Obispo (…)
Liniers rechazó la venda. Luego ‘en voz perceptible (…) imploró el auxilio de María Santísima –bajo el título del Rosario de quien fue siempre muy devoto-, e hincado de rodillas’ dio la señal a los soldados”.
Más adelante, el mismo autor nos describe una experiencia muy particular que tuvo una monja del convento de las Teresas, de Córdoba: sor Lucía del Ssmo. Sacramento. Ésta por orden de su confesor escribió su autobiografía con el título Amores de Dios con el alma. En dicha obra, entre otras experiencias místicas, cuenta que vio las almas de los ejecutados “en la Gloria. Dícele ‘Nuestro Señor de cada una en particular con lo que se habían hecho dignos y merecedores de tal corona’. Conversa con ellas familiarmente. Le encargan comunicar a sus allegados ‘no tuviesen pena, que era tan grande y tal sus felicidades que no se puede explicar …; bendecían y alababan al Dios de las Misericordias que había usado de tanta liberalidad para con ellos, bendecían sus suertes y entonaban cánticos de gracias al Omnipotente…’ (…)
Sor Lucía frisaba a la sazón en los 39 años de edad. Murió el 4 de mayo de 1824, ‘después de llevar una vida admirable en virtudes y favores del Señor’.”
NOTA: las citas están tomadas de EXEQUIEL CÉSAR ORTEGA. Santiago de Liniers. Un hombre del Antiguo Régimen. Universidad Nacional de la Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Buenos Aires. 1946, y de CAYETANO BRUNO, La Virgen Generala. Ediciones Didascalia. Rosario. 1994.


Comentarios