CIVILIZACIÓN O CAOS

 Lo primero que se percibe cuando se comienza a indagar en la arremetida progre-globalista que se está llevando a cabo en estos tiempos posmodernos es que el objeto a destruir, a “deconstruir”, es la vieja civilización blanca, occidental y cristiana; aquella que nació en Europa y se proyectó hacia América y otros puntos del planeta. La que enseñó al hombre a pensar con la creación de la Metafísica, gracias al genio de Sócrates, Platón y Aristóteles. La que, a partir de la celebración del culto -el Misterio eucarístico-, recibió nuevas luces que permitieron una mayor profundización en lo real, culminando en un conocimiento intenso de Dios -dentro de las limitadísimas capacidades humanas-, gracias a la experiencia y al esfuerzo de grandes místicos, ascetas, monjes y teólogos.  La que le enseñó a admirar lo Bello presente en el Orden natural y sobrenatural, desarrollando una civilización única, que se manifestó, por ejemplo, en obras artísticas de una belleza altísima. Belleza que no fue exclusividad de una elite, sino que se expresaba en la cotidianeidad de la vida. Dice Roger Scruton desde su experiencia de hombre occidental:

     Con ella (la belleza) convertimos el mundo en nuestra casa, y al hacerlo ampliamos nuestras alegrías y encontramos consuelo para nuestros dolores. Esa capacidad de la belleza para redimir nuestro sufrimiento la asemeja a la religión. De hecho, lo sagrado y lo hermoso son dos puertas que se abren a un solo espacio: el espacio donde encontramos nuestro hogar.” 

     El desborde de belleza producido por la civilización occidental, fundada en la búsqueda de la Verdad y del Bien, no puede ser tapada por los apologistas de lo feo, quienes se dedican a agraviar nuestra riquísima herencia cultural. Decía Dostoievski por medio de su personaje Iván Karamazov:

      "Quiero viajar a Europa. Sé muy bien que sólo encontraré un cementerio, pero es el cementerio más querido. Allí reposan los muertos que me son más caros, y cada piedra que los cubre testimonia una vida tan apasionada, una fe tan ardiente en sus hechos, su verdad, sus luchas y su ciencia que, lo sé de antemano, he de caer de rodillas delante de esas piedras, y las abrazaré y lloraré sobre ellas, aun estando persuadido desde el fondo de mi corazón de que todo esto es desde hace mucho tiempo sólo un cementerio y nada más." 

     Esta rica herencia cultural es la que quieren destruir hijos renegados que no dejan de afirmar que “todas las culturas son igualmente merecedoras de respeto; por otra, la cultura occidental es excepcionalmente mala y destructiva”.

     El ruso Dostoievski supo ver la lucha metafísica que está detrás del desprecio que los necios sienten hacia el legado de la civilización cristiana:

     "Dostoievski no ha sido solamente un gran artista, sino un gran pensador y un gran visionario...Las ideas juegan un papel preponderante en su obra...Dostoievski penetra en los fundamentos del mundo de las ideas y el universo de las ideas impregna a su vez el arte de Dostoievski. Las ideas viven en su persona de una manera orgánica...ha proyectado en su obra las ideas como si fueran torbellinos de fuego y las ha envuelto en una atmósfera abrasadora...En Dostoievski cualquier idea está ligada al destino del hombre, al destino del mundo, al destino de Dios..

...Él es...ruso hasta la médula...Los rusos se clasifican a sí mismos en 'apocalípticos' y en 'nihilistas', entendiendo por ello que no soportan un clima psíquico de término medio...

     Las novelas de Dostoievski no son propiamente dicho novelas, constituyen una tragedia, la tragedia interior de ese destino humano único...

     Dostoievski tuvo el don de captar al hombre en su movilidad tumultuosa, apasionada y exaltada... Dostoievski conoce la revolución que se llevará a cabo y que está elaborándose en las regiones subterráneas del espíritu. Sabe los caminos que habrá de seguir y los frutos que dará...Dostoievski se mueve dentro de lo espiritual y desde allí advierte todo...

...Porque para Dostoievski el mundo empírico, las formas externas de la vida, el hombre de carne y hueso, no son la realidad última. La misma se encuentra, para él, en la profundidad del espíritu humano, en el destino del espíritu humano. La realidad son las relaciones del hombre con Dios, del hombre con el diablo, la realidad son las ideas por las que vive el hombre." (Nicolás Berdiaev)




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