EL PRÍNCIPE MODERNO Y EL PRÍNCIPE CRISTIANO

La Modernidad significó la ruptura del Orden teológico instaurado en la Edad Media en todas las cosas humanas. En el campo de la política, la ruptura con un fundamento trascendente se concreta en la obra de Nicolás Maquiavelo. En efecto, al viejo ideal de un "príncipe virtuoso y justiciero" propuesto por los autores medievales el florentino contrapone la figura de un personaje amoral, que se rige por la conveniencia, por la "razón de Estado"; que sabe vestir la "piel del león o la del zorro", según las circunstancias. Lo político se convierte así en un fin en sí mismo, desvinculado de todo principio metafísico.

     "En la tortuosa política de las ciudades italianas aparece el representante típico de la política moderna. El secretario de la Cancillería de la Florencia republicana, Nicolás Maquiavelo conocería en carne propia la persecución de los Médici, pero decidido a medrar con los nuevos señores se congració con ellos y escribió El Príncipe dedicado al 'magnífico Lorenzo de Médici'...
...Es preciso distinguir dos soportes entre los cuales se integra su pensamiento: la radical totalidad de fines que encierra la comunidad, y el pesimismo de su concepción metafísica del hombre...
...La aparición de un vocablo nuevo para expresar la totalidad de la política:  lo stato, adquiere en el futuro la consagración del uso...Es además destacable en su tipología política el abandono de la distinción entre formas puras e impuras de gobierno...
   Esa teoría del hombre y de la comunidad arrastra a la didáctica del gobierno hacia los caminos que la experiencia, así deformada, le indica como más aptos para el éxito...Los consejos son propiamente amorales, puesto que reconocen el prestigio de la conducta recta, sólo que se transforman en medio que las circunstancias pueden tornar inconveniente, para el fin político desvinculado del fin moral." (Héctor Julio Martinotti. Breve Historia de las Ideas Políticas. Editorial Claridad. Buenos Aires. 1988, pp.1228-130)

     Tal vez el capítulo XV de El Príncipe esté entre las páginas más elocuentes del pensamiento político de Maquiavelo:

     "Hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que el que deja el estudio de lo que se hace para estudiar lo que se debería hacer aprende más bien lo que debe obrar su ruina que lo que debe preservarle de ella: porque un hombre que en todas las cosas quiera hacer profesión de bueno entre tantos que no lo son, no puede llegar más que al desastre. Por ello es necesario que un príncipe que quiere mantenerse aprenda a poder no ser bueno, y a servirse de ello o no servirse según las circunstancias."

     A pesar de la ruptura que significaron los tiempos modernos, en los territorios hispanos -durante los siglos XVI y XVII- se continuó combatiendo por la Cristiandad, también en el campo de los grandes principios. Allí, las corrientes filosófico-políticas, entroncadas a la escolástica tradicional, se preocupan por mantener la conexión ética con el operar existencial. Francisco Ayala nos presenta a un personaje que si bien no fue uno de los grandes maestros de la neoescolástica hispana, es decir, no fue un intelectual, sin embargo encarnó la figura del hombre fiel al viejo ideal del Príncipe Cristiano. Se trata de un diplomático, pero que en su experiencia en el intrincado mundo de la política moderna no renunció a los grandes ideales, y nos dejó su reflexión al respecto: Diego de Saavedra Fajardo.

     "Toda ella (la obra de Saavedra Fajardo) es un ataque, una diatriba contra la política concebida a la manera de actividad independiente, no sometida a otra norma que las reglas técnicas que aseguren la eficacia de los medios para la consecución de fines de puro poder; una condenación  severa de la idea que sustrae la vida del Estado al régimen universal de la Ética...
...(los escritos de Fajardo son la expresión) de un pueblo que jugó su carta a la universalidad y al Espíritu frente al particularismo de las nacionalidades y la Razón individualista que habían de ganar la partida." (Francisco Ayala. El pensamiento vivo de Saavedra Fajardo. Editorial Losada. Buenos Aires. 1941, pp. 38, 41)

     Dejemos, por último la palabra a este representante del pensamiento tradicional político en medio de la agitación y los cambios del Mundo Moderno:

      "No solamente quiso Maquiavelo que el príncipe fingiese a su tiempo virtudes, sino que intentó fundar una política sobre la maldad, enseñando a llevarla a un extremo grado, diciendo que se perdían los hombres porque no sabían ser malos, como si se pudiera dar ciencia cierta para ello. Esta doctrina es la que más príncipes ha hecho tiranos y los ha precipitado...
...La virtud tiene fuerza para atraer a Dios a nuestros intentos, no la malicia...
     Conviene enseñar al príncipe desde su juventud a domar y enfrenar el potro del poder...Menester es el freno de la razón, las riendas de la política, la vara de la justicia y la escuela del valor, fijo siempre el príncipe sobre los estribos de la prudencia."


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