NUESTRA SEÑORA DEL VALLE, PATRONA DEL NOROESTE ARGENTINO

El noroeste de la Patria tiene una protección especial de la Madre del Cielo, ya que, como señalamos unos renglones más arriba, además de la Virgen del Milagro de Salta también se guarda una gran devoción, en aquellas tierras fieles, a la Virgen del Valle. Ésta eligió a la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca para, desde allí, quedarse junto a sus hijos.    

     “Solo sabemos con certeza de su presencia en un oratorio levantado en 1619 por un señor español, don Manuel Salazar.

    Tiene 42 cm. de altura, su pequeñez se acentúa dentro de los ropajes con que ha sido cubierta: túnica blanca con peto y cinturón. El manto ajustado al cuello es de color azul y deja descubierto el rostro que enmarca cabellos castaños, caídos sobre los hombros. Su color es ligeramente moreno, lo que ha dado motivo para que popularmente se la llame la ‘Morenita’. (...).

     Por el P. Antonio Larrouy, serio y fecundo historiador de Catamarca, sabemos que en 1640 había una iglesia donde se hallaba la Virgen y en 1644 también un párroco en dicha iglesia, además de una cofradía de la que comienzan a darse noticias en 1648. Cuando alrededor de 1769 se trasladó la ciudad de Catamarca al lugar que ocupa hoy, fue la imagen a su iglesia parroquial. Al derrumbarse este templo en 1862, se la rescató, ocupando en el nuevo templo, es decir el actual, su lugar en el Altar Mayor. Por breve de S.S. León XIII, en 1891, fue coronada, colocándosele una corona de plata maciza (...).”[1]



     Se cuenta acerca de la Virgen del Valle la siguiente historia:    

     “Un indio, de los jornalizados al servicio del vizcaíno Don Manuel de Salazar, Comisario de los Nativos y Juez para los españoles, en el silencio de la tarde percibe voces apagadas y un rumor de pisadas en la arena movediza y cálida de la estrecha quebrada que corría en la hondonada.

     Allí ve aproximarse y luego pasar un reducido grupo de indiecitas. Caminaban recelosas como temiendo que alguien las sorprendiera. Iban conversando mitad kakan, mitad castellano.

     El indio no pudo comprender lo que decían pero algo muy importante y vio que llevaban lamparillas listas para ser encendidas y algunas vistosas y fragantes flores de la montaña.

     Al despuntar el alba del día siguiente, retornó a sus tareas y lo visto la tarde anterior volvió a preocuparlo por lo que regresó afanoso hacia aquellos parajes. Pronto dio con las huellas.

     Unas pocas, frescas; las más, ya de cierto tiempo.

     Contando desde el pueblo de Choya, habría caminado unos cinco kilómetros, remontó la quebrada como unas quince cuadras, cuando de pronto apareció, en una pendiente muy inclinada y a unos siete metros de altura, un nicho de piedra bastante disimulado entre garabatos y chaguares pero al que podía llegar con relativa facilidad.

     Hacia aquel lugar se dirigía el frecuentado sendero. 

     Lleno de asombro continuó investigando y vio cómo, al pie del nicho y su pendiente, había ramas quebradas y hasta espacios bien talados donde evidentemente habían encendido fogatas e incluso bailado sus hermanos las tradicionales danzas tribales.

     Allá al fondo de la gruta se descubría una Imagen de la Santísima Virgen María, era pequeñita, pero muy linda, era como algunas que había visto en casas de los españoles.

     Esta era de rostro morenito y tenía las manos juntas.

     Cerca de la Imagen, se advertían muchas candilejas todas apagadas y algunas semiocultas por la abundante y fina arena que el viento iba juntando entre las piedras.

     De esto, pasaron seguramente algunas semanas, quizá hasta meses, cuando el indio seguro ya de su descubrimiento, se determinó a dar cuenta del mismo a su amo.

     (…)

     Un día se le acercó y le narró todo.

     ¿Cómo había ido a parar en aquellos lugares una imagen de la Virgen María?

     Salazar decidió cerciorarse personalmente de la veracidad de aquel extraño relato, yendo al lugar descrito por el indio.

     Se dirige con el nativo al lugar y nicho mencionados.

     Llegó hacia el anochecer con el fin de sorprenderlos en lo que él imaginaba, desenfreno y desorden.

     Nada de eso. Sí un silencio expectante y completo y verdadero recogimiento.

     Al llegar el Administrador del Valle, trepa con el indio hasta la entrada de la gruta, y la encuentra tal cual su servidor se la había descrito.

     No cabía duda; era la Imagen de la Reina del Cielo, soberana en su advocación de la Pura y Limpia Concepción.

     De inmediato dispone no dejar un momento más la Imagen en aquella agreste y desolada cueva.

     Y del modo más amable pero firme manifiesta a los presentes que la llevará consigo a sus ‘heredades’ de Motimo.

     Los indios comienzan a expresar quedadamente su descontento y dicen a media voz:

     ‘Si es nuestra, nosotros la queremos. Ella nos cuida, siempre nos defiende’, Salazar insiste en su determinación y allí mismo, tomándola delicadamente en sus manos, la lleva reverente a su casa.

     Salazar le construye una humilde repisa donde la ubica, quedando a buen recaudo. Los miembros de la familia y sus allegados rivalizarían con Don Manuel en adornarla con hermosas flores, sin descuidar los cirios encendidos al caer de la tarde de los sábados, cuando reunidos todos rezarían devotos el Santo Rosario.

     Al amanecer de un día de tantos, como acostumbraba hacerlo, antes de comenzar sus faenas, se llega a visitar a la ‘Madrecita Morena’ que reinaba en su casa desde una repisa.

     Pero no la encuentra. Al preguntarle a su esposa, Beatriz, tampoco sabe cosa alguna.

     La noche anterior (asegura) estaba la imagen en su repisa y no sabía que hubiera entrado persona alguna a la casa.

     ¿Estaría de nuevo en su gruta? ¿Porqué no buscarla allí? ¿A lo mejor, algún indio audaz habría entrado de noche a su casa, llevándosela a pedido de los nativos pobladores de Choya?

     Se dirige a la gruta y llegando al lugar trepa decididamente hasta el mismo sitio del que sacara la imagen… y ¡Oh prodigio!

     Allí estaba, tal cual la viera la primera vez. Pero ahora sin flores, ni cirios.

     No había signo alguno, ni rastros de pisadas humanas que dijeran que alguien hubiera estado allí antes que él.

     Llegado a la población y a la casa, la coloca en su sitio; y día y noche multiplica la vigilancia.

     Pero todo fue inútil. Varias veces tuvo que viajar a la gruta de Choya a ‘capturar a la Fugitiva’ y traerla de nuevo a su casa.

     (…)

     No hay ningún dato preciso para asegurar cuál fue el origen de la Imagen o cómo llegó a la Gruta de Choya.

     Dicen los historiadores: ‘Esto nomás constituye un auténtico prodigio’.

     Según describe el historiador de Catamarca, el sacerdote Antonio Larrouy: Representa a la Virgen en el misterio de su Concepción Inmaculada, de pie, la media luna bajo sus plantas, las manos juntas ante el pecho, mirando el cielo sonriente.

     En conformidad con una antigua costumbre española, la Imagen fue vestida con ropas de tela desde los principios y vestida ha quedado siempre.

     Las vestiduras constan de túnica blanca y largo manto azul.

     No dejan visible más que el óvalo del rostro y las manos que sobresalen de una hendidura de la túnica y ocultan un conjunto formado por tres piezas.

     Un pedestal de 24 cm de alto.

     Una peana de 10 cm.

     Y la Imagen que mide 42 cm desde la cabeza hasta los pies.

     La altura total es de 78 cm (…)

     Este es de algarrobo negro torneado y dorado; hecho en 1870 en sustitución de otro ya envejecido.

     Sobre él esta atornillada la peana. Su traje modelado en relieve, y pintado, comprende manto, pelo, cinturón y vestido.

     Todo está pintado al estofado; es decir, dorado primeramente por debajo y pintado luego de los colores por encima.

     El manto rojo con puntitos de oro por dentro, es exteriormente azul, sembrado de estrellitas, siempre de oro y realizado con un galón de lo mismo; cae por detrás hasta el suelo; dejando despejada la frente envuelve la cabeza, y los cabellos de color castaño claro se perciben sólo en ambos lados del cuello y un poco sobre los hombros.

     Por decreto Vaticano de 1889 se concede la coronación de la Imagen de la Virgen del Valle de Catamarca en virtud de los innumerables prodigios que realizó en toda la región del noroeste argentino.

     (…)

     Desde el hallazgo de la venerada Imagen de nuestra Señora del Valle -más o menos por el año 1620- hasta poco más de la mitad del siglo XIX, fueron varios los templos construidos en su honor.

     El primero fue en el antiguo Motimo, hoy San Isidro (cabecera del Departamento Valle Viejo) al que conocemos como La Ermita de la Virgen.

     Pero, su casa definitiva y más hermosa, es la actual Catedral Basílica, su Santuario, que atrae a miles de peregrinos, hijos fieles que buscan en Ella amor y consuelo.

     En 1860 se firmó un contrato con el arquitecto iltaliano Luis Caravatti para la construcción de un Santuario digno de nuestra Reina.

     Aunque todavía no estaba concluida la obra, el 4 de diciembre de 1869 se realizó una ceremonia muy solemne, durante la cual se inauguró el Santuario de Nuestra Señora del Valle

     Este templo es uno de los más importantes en su tipo que hay en Argentina.

     La fachada, con su imponente atrio que avanza hacia la vereda está enmarcada entre dos altas torres en sus extremos laterales, que culminan en un reducido frontis triangular, lo que da solemne grandiosidad al edificio sacro.

     El templo tiene una gran nave principal y dos laterales y cuenta con varias capillas intercomunicadas (tres en el costado sud y cuatro en el norte).

     Los pisos fueron construidos con sólidos tablones de algarrobo, hoy de mosaicos marmóreos con decoraciones geométricas.

     En 1869, la iglesia tenía sólo tres naves, pero surgieron dudas acerca de la solidez de la estructura.

     Por ello, por iniciativa del Vicario Segura y por consejo de técnicos, se levantaron las capillas laterales y los arbotantes volantes de los costados.

     La cúpula muestra una magnífica representación de la Asunción de María a los Cielos.

     Está flanqueada por las imágenes de los autores de los cuatro Evangelios.

     Con motivo de las fiestas del cincuentenario de la Coronación de la imagen de la Virgen del Valle, en 1941, el Obispo de Catamarca Mons. Carlos Hanlon mandó pintar las artísticas telas de Orlando Orlandi tomados de la historia de los prodigios de la Santísima Virgen del Valle.

     El 4 de octubre de 1909, se crea el Obispado de Catamarca.

     El 5 de febrero de 1910, Bula de Erección de San Pío X, dada en Roma, la Iglesia Matriz, pasa a Iglesia Catedral.

     El 5 de abril de 1941, con motivo de la conmemoración de las bodas de Oro de la Coronación de la Sagrada Imagen del Valle, el papa Pío XII, otorga el título de ‘Basílica Menor’ al Santuario, pedido concedido por cablegrama.”[2]



[1] Puchuri de Martini, María Elvira. Imágenes de la Virgen en nuestro país. Leonardo Buschi S. A. 1984, p. 18.

[2]  https://forosdelavirgen.org/422/virgen-del-valle-de-catamarca-argentina-8-de-diciembre/

 

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