LAS CRÍTICAS DEL NACIONALISMO ARGENTINO AL LIBERAL CONSERVADURISMO

 En el siglo XX, la Patria se volvió a encontrar con sus raíces. El encuentro con el pensamiento político contrarrevolucionario europeo ayudó, a la generación de La Nueva República, a repensar la realidad política argentina, superando los esquemas heredados de la pseudo-tradición liberal. Los Cursos de Cultura Católica –que comienzan a tener un desarrollo importante en la década del 20-, y el Congreso Eucarístico del 34, permiten redescubrir el núcleo diamantino de la Identidad Nacional. Durante los años 30 el Revisionismo Histórico empienza a cuestionar la pseudo-historia “mayo-caserista” forjada por los sectores liberales. En este contexto, los enfrentamientos entre los patriotas que se encontraban con la Patria auténtica y  los representantes del liberalismo masónico y de la izquierda revolucionaria se agudizaron, resurgiendo las antiguas e insuperables antinomias. Un ejemplo de esta situación es el asesinato, en 1934, del joven militante nacionalista Jacinto Lacebrón Guzmán.

     Un enemigo del Nacionalismo nos narra la evolución de esa primera generación:  

   “Fue en esos años de la llamada Década Infame cuando surgió uno de los elementos clave del nacionalismo: la reivindicación de Juan Manuel de Rosas y de los caudillos federales. El llamado revisionismo histórico fue también, para los más destacados estudiosos del tema, el primer elemento original del pensamiento nacionalista argentino…

     El disparador más importante del revisionismo histórico fue el Pacto Roca-Runciman, firmado en 1933 por el gobierno de Justo, que sometía a la Argentina a condiciones indudablemente humillantes en sus relaciones comerciales con el Reino Unido.

     Los nacionalistas comenzaron a rescatar a Rosas como defensor de la soberanía nacional contra las pretensiones de las potencias extranjeras, como respetuoso de la Iglesia y de las jerarquías y, sobre todo, como figura opuesta de los unitarios, que eran los antecesores de los liberales…El culto al Restaurador se convirtió así en bandera fundamental de todas las agrupaciones nacionalistas por venir.

     La UNES nació con ese sustento ideológico y en un contexto cada vez más nutrido de luchas políticas y sindicales…La fundaron en 1935 los militantes de la Legión Cívica Juan Queraltó y Alberto Bernaudo…

     Los unistas convocaban a los defensores de la nacionalidad, frente a un régimen al que identificaban con el imperialismo británico…la agrupación…llegó a tener más de treinta filiales en todo el país…Queraltó…comandaría el movimiento por casi veinte años…

     Una de las principales causas de la UNES en aquellos años iniciales fue el apoyo a los nacionales en la guerra civil española. Los nacionalistas veían con entusiasmo el nacimiento de un fascismo español que agregaba al autoritarismo…un elemento católico muy fuerte.

     El crecimiento de la UNES fue el que dio origen en octubre de 1937 a la Alianza de la Juventud Nacionalista, que seis años después, en vísperas del golpe de junio de 1943, adoptaría su nombre definitivo Alianza Libertadora Nacionalista.” Hernán Capizzano desde otra perspectiva, pero refiriéndose a esa década tan rica, nos dice: “A partir de entonces todo sería expectativa, acción directa y trabajo intelectual. El movimiento estaba en marcha y sus múltiples facetas y expresiones, desarrolladas a lo largo de los años ’30, confromarían en la década siguiente un solo haz en torno a la Alianza Libertadora Nacionalista”

     Hacíamos referencia al análisis que hacen del nacionalismo sus enemigos. Uno de los tópicos de la “crítica democrática” es asociar al nacionalismo con la oligarquía conservadora, a Uriburu con Justo. Desde sus inicios el nacionalismo fue crítico del conservadursimo, sobre todo de aquél ligado al iluminismo liberal. Se impone, pues, un breve análisis comparativo al respecto. Tomaremos en nuestro análisis cinco ejes: el ideario político, social, económico, historiográfico y religioso.  E iremos comparando qué planteaban nacionalistas y conservadores acerca de cada uno de estos temas.


  1. EL IDEARIO POLÍTICO

    El sector liberal de los conservadores, como herederos de la elite que organizó el país con posterioridad al año 1853, respondían a una concepción iluminista del Orden sociopolítico. Desde esta perspectiva, su modelo no era otro que el contenido en la Constitución Nacional. Constitucionalismo, libertades individuales, Parlamentarismo, Partidocracia y sufragio universal eran parte del ideario sostenido y defendido, al menos en el discurso, por los representantes de las diversas agrupaciones conservadoras. Por eso, sus críticas al yrigoyenismo tuvieron como eje la acusación de demagogia, de clientelismo, de haber elevado a la función pública a los peores; y tomaba la defensa del Parlamento avasallado, de la democracia subvertida, y del sufragio libre violentado.

     El Nacionalismo, por su parte, “forma parte de...los movimientos nacionales del siglo XX con sustento ideológico religioso...Estos movimientos adherían a los grandes principios políticos construidos por el cristianismo...desde el poder que viene de Dios hasta la doctrina del bien común”. Ya hemos analizado cómo tempranamente podemos encontrar estos principios en La Nueva República. Artículos de César Pico o de Tomás Casares, proponen claramente esta definición filosófica. Por su parte, Ernesto Palacio, los hermanos Irazusta y Juan Carulla planteaban una concepción política que abrevaba en los grandes principios de la tradición clásica, manifestando un rechazo profundo hacia el liberalismo. La crítica al yrigoyenismo se nutre pues de fuentes doctrinales distintas y opuestas a las de los sectores conservadores. Por otra parte, el Nacionalismo propuso un modelo corporativista como alternativa al parlamentarismo fundado en la partidocracia. Entrados los años 30, Enrique Osés fue exponente definido de esta postura: “Los partidos políticos concluyen todos en el desorden”, “El parlamento tiene un pecado de origen, en todos los países: este pecado de origen es el ser una representación política del país, nunca una representación integral, de sus clases, de sus fuerzas”, “Por eso, el nacionalismo ofrece...lo que se llama régimen corporativo, lo que es, en una palabra, la representación de los intereses de cada clase”. La crítica del parlamentarismo se sustenta en una dura denuncia contra el sufragio universal: “Claro que no vamos a achacarle al Parlamento un vicio insanable, porque el Parlamento es sólo un efecto. La causa que lo produce es el sufragio democrático. El ejercicio de la democracia por los pueblos, es naturalmente, una engañifa, pero sobre eso, una inmoralidad”.

     Como ya queda indicado en el párrafo anterior, frente a la partidocracia liberal el Nacionalismo propone un régimen corporativo, porque “allí donde se debaten los problemas de la economía, de las finanzas, de las relaciones entre  el productor y el consumidor, del obrero, del empleado, del comerciante, del industrial, del campesino, nada tiene que hacer el político, esto es, el hombre que...surge de un comité”.


  1. LA CONCEPCIÓN SOCIAL

     Los conservadores han manifestado en muchas ocasiones una postura marcadamente clasista. El hecho de que muchos de sus dirigentes procediesen de las principales familias patricias les otorgaba un sentimiento de clase que bien direccionado hubiese podido contribuir a profundizar el amor hacia la Patria -construida por sus antepasados-, y a trabajar por el Bien Común. Pero el influjo nefasto del liberalismo en su formación intelectual les insufló un orgullo que muchas veces se convirtió en desprecio hacia otros sectores sociales; ya sea hacia las viejas clases bajas criollas –que, muchas veces, estaban más identificadas con la Tradición que esta aristocracia liberal-, ya sea hacia los nuevos grupos inmigrantes que, en muchos casos, llegaban a estas playas con una fuerte carga ideológica izquierdista, lo que los hacía ciertamente despreciables. La pregunta sería si las elites conservadoras los despreciaban por la ideología que traían o por un simple espíritu clasista. Lo cierto es que el Patriciado argentino había devenido, en parte, en una oligarquía. Esta oligarquía mereció el rechazo de muchos de los dirigentes e intelectuales nacionalistas de los años 30

     Contrariamente a esta concepción, el Nacionalismo cultivó el culto a un estilo genuinamente aristocrático al mismo tiempo que integró es sus filas –sobre todo a partir de los años 30-, a un gran número de hijos de la inmigración. Alberto Ezcurra Medrano, uno de los “padres fundadores” del nacionalismo argentino –y del revisionismo histórico-, representante del patriciado argentino, pero que supo mirar las cosas por encima  de un simple espíritu de clase, afirmaba: “Tampoco pude ser conservador  porque he visto siempre en el conservadorismo...demasiado espíritu de clase...Y yo, aunque personal y familiarmente aristócrata, como ciudadano argentino antepuse siempre los intereses del país a los míos propios”.


  1.  LA CONCEPCIÓN ECONÓMICA

     A partir de los tiempos posteriores a Caseros se fue imponiendo el modelo económico preconizado por los “padres fundadores” del liberalismo argentino: Sarmiento y Alberdi. El país debía crecer “hacia afuera”, la apertura al capital extranjero iba a proporcionar el crecimiento económico que éste necesitaba. Capitales, inmigrantes, tecnología, créditos; todo debía provenir del desarrollado norte de Europa. Y la Argentina se integraría al mercado internacional como abastecedora de materias primas. 

     El modelo liberal fue la herencia que los conservadores recibieron de aquella “generación fundadora”. Si bien es cierto que en la década del 30 la crisis mundial llevó al gobierno de Justo a aplicar políticas económicas “heterodoxas”, lo cierto es que ante la crisis, el “salvavidas” se buscó desesperadamente en una reformulación de nuestro vínculo comercial con el Reino Unido. Justamente el Tratado Roca-Runciman es el que motivó la indagación de nuestro pasado económico por parte de los hermanos Irazusta, con la acusación consiguiente a la “oligarquía” liberal argentina. 

     Con la obra de los hermanos Irazusta comienza el cuestionamiento por parte del Nacionalismo al liberalismo económico argentino. Términos como “cipayos”, “vendepatria”, “oligarquía”, comenzarán a hacerse frecuentes en la jerga política argentina.

     Los escritos nacionalistas de la década del 30, referidos a los aspectos económicos plantean una clara definición a favor del proteccionismo, del desarrollo del mercado interno, y de una política social obrerista que inserte a este sector en el consumo y en la dignidad


  1.  LA HISTORIOGRAFÍA

     Los conservadores fueron fieles a la historiografía liberal mitrista. La Argentina hispana, criolla, tradicional, de los caudillos federales, representaba para ellos la barbarie, frente a la civilización implantada por la generación liberal posterior a 1853. En el centro de esta concepción, la figura de Rosas encarna el compendio de toda la maldad, y su régimen es catalogado como la época de la “tiranía”. Dentro de este esquema historiográfico los caudillos del siglo XX: Yrigoyen, primero, y Perón después, fueron asimilados al rosismo.

     EL nacionalismo, por su parte, redescubre a Rosas, iniciándose el movimiento revisionista. La revisión de la Historia argentina que se va a desarrollar en la década del 30 no se va a limitar a una reivindicación de Rosas, sino que en su indagación irá redescubriendo a la auténtica  tradición nacional hispano-católica-, a los caudillos federales como representantes de aquella tradición frente al Iluminismo unitario, al “otro” mayo –católico, monárquico, militar y patricio-, que nada tiene que ver con el mayo liberal de la historia oficial.

  1.  LA RELIGIÓN

     Nos enseña el profesor Jordán Bruno Genta que “Caseros (…)  (representa) el triunfo de la masonería y del liberalismo en la política argentina (…) Después de la constitución nacional de 1853, después de la falsificación de la historia argentina iniciada por Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López, vino el tercer episodio de la traición liberal y masónica, y fue entonces, en el ’80, cuando se consumó la destitución a Cristo de la familia y de la escuela, y se implantó el laicismo escolar y el matrimonio civil”. La Argentina liberal que se fue conformando con posterioridad a 1853, permitió ganar espacios de poder a los grupos masónicos, muchos de los cuales hicieron causa común con los sectores de la Izquierda, con quienes compartían su origen en las ideas ilustradas del siglo XVIII. En efecto, desde 1853 la Constitución inspirada en las Bases de Alberdi, primer paso para el triunfo del Liberalismo en nuestro país, estableció el indiferentismo religioso y la “libertad de cultos”. En 1882 el Liberalismo dio un segundo paso muy importante, imponiendo el Laicismo escolar, por medio del cual se vehiculizó en la educación la visión del mundo de la Masonería. De este modo se fue gestando en nuestro país una pseudotradición laicista que comenzó a ser cuestionada a partir de 1930.

     En la década del 30, al calor y la luz del Congreso Eucarístico Internacional, de los Cursos de Cultura Católica –que ya habían comenzado a desarrollarse en el decenio anterior-, del ejemplo de los mártires de la Cruzada Española, del desarrollo del Revisionismo histórico –qué profundizará en la esencia católica de la Patria, tanto en su pasado hispano, como durante la Gesta independentista y las luchas civiles-, se comienza a cuestionar duramente el laicismo de la generación positivista y liberal, y a proclamar la catolicidad de la Nación argentina y la consiguiente necesidad de la confesionalidad del Estado.



Comentarios

  1. Muy buen artículo. Una pregunta, ¿en qué consiste el régimen corporativo propuesto y defendido por el nacionalismo?

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