EL LIBERALISMO ES PECADO...TAMBIÉN, EN ARGENTINA...

 El Liberalismo es pecado, ya lo dijo Sardá y Salvany...y lo proclamó con toda su energía ese gran Obispo que fue San Ezequiel Moreno. El Liberalismo es la obra de la Masonería, que entre tantos crímenes, asesinó a ese Patriota ecuatoriano que fue Gabriel García Moreno.  Ocurre que todo el siglo XIX se caracterizó por el gran combate encarnizado que se libró entre dos grandes concepciones del Mundo, una fundada en un Orden trascendente, y la otra en la inmanencia...una que veía todo el acontecer Humano, enraizado en un origen divino; y la otra que proclamaba Derechos Humanos fundados en una autonomía radical del Hombre. Porque como decía el gran pensador español Donoso Cortés en su obra sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, detrás de toda cuestión política se encierra una cuestión teológica.

    Nuestra Patria no fue ajena a este drama. Sus raíces hispano-católicas fueron cuestionadas por el Liberalismo triunfante en Caseros y afirmado en Pavón. El modo de vida hispánico tradicional, jerárquico, orgánico, en el que el espacio público estaba todo él impregnado de una concepción religiosa de la vida; fue remplazado por una construcción artificial, que considera a las Naciones salidas de un acuerdo voluntario;  al poder producto, de la Soberanía Popular, y al Orden Social como la sumatoria de las particularidades individuales. El Liberalismo es un disolvente y un corrosivo terrible de la vida social. Sus principios tienen consecuencias inimaginables. Por eso, muchos católicos que no percibieron en los comienzos el carácter destructivo del mismo, cuando vieron sus consecuencias, sobre todo a partir de la década laicista, donde la batalla fue llevada directamente contra la expresión pública de la Fe, comprendieron la gravedad del problema, y se enfrentaron abiertamente con el mismo. Me refiero a figuras de las dimensiones de un Estrada y de un Goyena. Entonces se dieron cuenta de que el Liberalismo, no solo desconecta la realidad social de su fundamento divino, sino que desarticula todo el entramado social. Justamente con motivo del fallecimiento de ese gran sociólogo francés que fue Federico Le Play, Estrada sostuvo, entre otras cosas lo siguiente: “Recapacitad todos los dogmas sociales del liberalismo, con la paciencia y la seriedad de espíritu que desplegó Le Play. Pueden reducirse en una palabra: no existe más ley que la consentida explícitamente por el pueblo. Analicemos las aplicaciones de este principio...El principio del legalismo exclusivista aplícase a la destrucción de la familia...Juntamente con el mandamiento divino que funda la autoridad paterna, se menoscaban o se destruyen todos. Le Play ha comprobado que las legislaciones modernas prescinden por completo de seis preceptos del Decálogo....”.....Podría seguir con la cita. Pero creo que es suficiente. Hoy quedaríamos corto con esa cifra.

    Resumiendo, a finales del siglo XIX se recogieron los frutos podridos de casi medio siglo de Liberalismo. Ante la embestida del mismo hubo una generación de católicos que presentó ardua batalla. Pero que lamentablemente fueron vencidos. El Liberalismo siguió su marcha, y siguió arrasando con las instituciones naturales. A partir de la década del 30 nos encontramos nuevamente con una generación que le hizo frente. Desde la política, la historia, la sociología, la filosofía, la cátedra o el púlpito. Aunque no es el tema que hoy nos convoca quería hacer referencia a ellos, porque fueron capaces de percibir, como ya lo había hecho la generación católica del 80, que no se trataba sólo de un problema religioso, sino que todo el Orden Natural era cuestionado. Me vienen a la memoria dos mártires que se entroncan con esa generación y que vieron clara la cuestión: Sacheri dedicó una de sus obras más célebres justamente al Orden Natural, y Genta en Guerra Contrarrevolucionaria, se dedica a mostrar cómo cada una de las Instituciones esenciales del Orden Social se ven agredidas por el Liberalismo, y también, lógicamente por el marxismo. Y quería terminar con esta reflexión, porque muchas veces al ver las graves consecuencias destructivas de la Revolución en su versión izquierdista marxista, se sufre la tentación de pensar en el Liberalismo como una respuesta a dicha agresión. Y la realidad es que es la causa de la misma. Ya lo planteó magistralmente Dostoievski en su obra Los Demonios, los padres liberales engendran hijos socialistas.





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