Indagando en los hitos más importantes de la historia de España nos encontramos con un hecho de trascendental importancia: es la venida de la Virgen Santísima al Pilar de Zaragoza. Desde la antiquísima villa romana de Zaragoza, la Virgen del Pilar ejerce un Señorío particular sobre toda la Hispanidad:
“Salud a Zaragoza, ciudad invicta, epopeya
viviente, ciudad privilegiada, que vive a la sombra de su Virgen del Pilar,
cuya devoción hace dichosos a sus habitantes, que al sueño y descanso de la
noche se entregan entre rumores del Rosario, mezclados con el murmullo del
Ebro, y se despiertan antes que el día para entonar angélicas alabanzas en la Misa
de Infantes; Zaragoza es (...) cuna de héroes y de santos (....)”.[1]
Continúa
el autor cantando loas a la ciudad de la Virgen:
“Salud a Zaragoza, ciudad invicta, epopeya viviente,
ciudad privilegiada que vive a la sombra de su Virgen del Pilar, cuyo origen se
pierde en la más remota antigüedad, surgió espontáneamente, formándose un
núcleo de moradores, atraídos por la belleza del paraje y la fertilidad de su
suelo (...)
Pasando por distintas etapas y nombres, en
sucesivas transformaciones, llegó la época del emperador romano César Augusto,
el cual fundó la gran ciudad cesarugustana, admirado por la bellísima situación
que la favorecía; se hizo la fundación con todos los honores y grandes
solemnidades. (...)
(...) Parecía Zaragoza (...)
providencialmente dispuesta para ser punto de partida de la expansión del
Cristianismo por la Península Ibérica. (...)
No hay persona que resida habitual o
accidentalmente en Zaragoza, que no haya oído pronunciar el nombre de la
Santísima Virgen del Pilar y que ignore que en la ciudad hay un magnífico
Templo donde esa santa imagen se venera.
Están tan íntimamente unidos estos dos
nombres, Zaragoza y el Pilar, que es imposible conocer el uno y desconocer el
otro. Parece que el alma de esta ciudad y centro de su vida se encuentran en el
Templo del Pilar (...)
Solar de héroes, cuna de sabios y
teólogos, plantel de mártires, ciudad de santos: Zaragoza será siempre en
España, la centinela avanzada de la fe, inquebrantable guardadora del Santo Pilar
y su bella imagen.”[2]
Llegados hasta aquí, se impone explicar la presencia de María
en el glorioso Pilar de Zaragoza. Javier Velasco en su obra María, la Madre de Jesús nos relata
brevemente la historia de la Virgen del Pilar:
“(...) la aparición que reivindica más
antigüedad es la de la Virgen del Pilar (...). Santiago el mayor, uno de los
hermanos zebedeos, llegaría predicando hasta Aragón, conocido en aquella época
como la Celtiberia, y en Zaragoza recibió la visita de María, sobre un pilar,
para animarle y apoyarle en su labor evangelizadora, poco fructuosa hasta aquel
momento, y solicitándole que se construyese en ese lugar una iglesia, con el
altar en torno al pilar donde se había aparecido. El testimonio histórico más
antiguo que se conserva sobre la construcción de una iglesia dedicada a María
es de un escrito datado entre los años 870-888, de un monje francés, llamado
Amonio, donde menciona la iglesia de la Virgen de Zaragoza. También se sabe que
antes de la ocupación musulmana de Zaragoza (714) había en la ciudad un templo
dedicado a María, con el lugar de la sepultura de San Braulio (+651). El
santuario actual, que se comenzó a
construir en 1681, buscó respetar la tradición de la ubicación original del
‘pilar’ donde se apareció María. Sobre el pilar descansa una imagen gótica de
la Virgen, que sostiene a Jesús Niño en el brazo izquierdo. Todo Aragón, de una
manera singular, pero no exclusiva, se siente especialmente vinculado a la
Virgen del Pilar. (...) No es posible trazar la historia de la espiritualidad y
del patriotismo aragonés de los cuatro últimos siglos sin contar con esta
devoción. Una devoción que no se agota en Aragón, sino que se extiende a
prácticamente toda España. Su Himno, el Himno a la Santísima Virgen del Pilar,
se hace eco del amor popular a María, y de la tradición que conforma esta
advocación. (...)
Virgen
Santa, Madre mía, Luz hermosa, claro día,
Que la
tierra aragonesa te dignaste visitar.
Este
pueblo que te adora, de tu amor favor implora
Y te
aclama y te bendice abrazado a tu Pilar.
Pilar
Sagrado, Faro esplendente,
Rico
presente de caridad.
Pilar
bendito, Trono de gloria,
Tú a la
victoria nos llevarás.
Cantad,
cantad himnos de amor y alabanza,
Cantad,
cantad, a la Virgen del Pilar.”[3]
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