JUAN MANUEL DE ROSAS, PATRIOTA Y CAUDILLO CONTRARREVOLUCIONARIO

Don Juan Manuel fue un patriota, que entregó gran parte de su vida al bien común de la Patria. Ya en su tierna infancia participó en la defensa de Buenos Aires contra las invasiones que llevaron a cabo los ingleses en 1806 y 1807. En aquella ocasión, con sólo 13 años, ofreciéndose como voluntario fue destinado al servicio de una pieza de artillería para el transporte de municiones.

     Como estanciero e industrial –tuvo una gran importancia en el desarrollo de los saladeros- ayudó al desarrollo y progreso de la campaña bonaerense. Esta actividad le dio un gran influjo en la zona, desde donde empezó a colaborar con iniciativas patrióticas como el establecimiento de relaciones pacíficas con los indios de la zona.

     El prestigio ganado le permitió participar en los acontecimiento de del año 1820 y colaborar con la restauración del orden y de la paz en medio de la anarquía desatada. Su esfuerzo fue fundamental para que la Provincia se pacificara y para que estableciera relaciones amistosas con las provincias vecinas. Logrado esto, siguió su labor colonizadora al sur de la provincia, promoviendo la fundación de poblados que luego darían origen a las ciudades de Bahía Blanca, Junín y 25 de mayo.

     La crisis desatada por el derrocamiento y fusilamiento del gobernador Dorrego por parte de los unitarios lo llevó a intervenir nuevamente en la cuestión política junto a otros grandes caudillos del Federalismo. Su actuación lo llevó a ser elegido Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires. Logró tres años de gobierno en paz, lo que en aquellos años era todo un logro.

    Terminado su mandato se propone pacificar y colonizar el sur, organizando una expedición que tuvo logros muy importantes. Su relación con los indios no siempre fue belicosa, sino que con muchas tribus logró tratados de paz y amistad.

     En tanto él llevaba a cabo su campaña, el desorden volvió a estallar, y la Legislatura de Buenos Aires le ofreció por segunda vez el Gobierno de la Provincia y el manejo de las Relaciones Exteriores de la Confederación. Se iniciaba así un segundo período de estabilidad, jaqueada permanentemente por sus enemigos, que se extendería hasta 1852. Es célebre la proclama que dirigió al asumir su segundo gobierno: 

     “Ninguno de vosotros desconoce el cúmulo de males que agobia a nuestra amada patria, y su verdadero origen. Ninguno ignora que una facción numerosa de hombres corrompidos, haciendo alarde de su impiedad, de su avaricia, y de su infidelidad, y poniéndose en guerra abierta con la religión, la honestidad y la buena fe, ha introducido por todas partes el desorden y la inmoralidad; ha desvirtuado las leyes, y hécholas insuficientes para nuestro bienestar; ha generalizado los crímenes y garantido su impunidad; ha devorado la hacienda pública, y destruido las fortunas particulares; ha hecho desaparecer la confianza necesaria en las relaciones sociales y obstruido los medios honestos de adquisición; en una palabra, ha disuelto la sociedad y presentado en triunfo la alevosía y la perfidia.”

     Tras diecisiete años de una labor ímproba sus enemigos lograron derrocarlo tras la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852: 

     “Cuando la PATRIA sufrió la derrota de Caseros, en guerra formalmente declarada, los vencedores internos y externos necesitaron consolidar y asegurar su victoria con una serie de hechos capitales que sobrevinieron paulatina e ininterrumpidamente. La falsificación de la historia, la persecución a los criollos la reunión de un Congreso Constituyente que convalidara las exigencias del extranjero triunfante (sobre todo en materia económica), el dictado de una Constitución a su servicio y de espaldas a la Nación, la invocación continua como falaz de la soberanía del pueblo y la democrática proliferación de facciones masónico partidarias alternándose en el gobierno, fueron algunos de los hechos capitales que llevaron a la disolución, al caos y a la entrega del país. A esto se llamó alegremente 'la organización nacional'. Tuvo después varios nombres pero conservó el mismo espíritu.” (Antonio Caponnetto, “El enemigo es el Régimen”, en Revista Cabido, N° 60, enero de 1983)

     Sin embargo, el patriota no dejó de atender –desde el exilio el desarrollo de los acontecimientos de su Patria y de la Civilización Occidental-, manifestando en múltiple ocasiones su preocupación por el rumbo que tomaban los acontecimientos. En una de sus cartas manifestó claramente este sentimiento que embargaba a su alma:

     “Se quiere vivir en la clase de licenciosa tiranía a que llaman libertad , invocando los derechos primordiales del hombre, sin hacer caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida (…) Si hay algo que necesita de dignidad, decencia y respeto es la libertad, porque la licencia está a un paso…

     Conozco la lucha de los intereses materiales con el pensamiento; de la usurpación con el derecho; del despotismo con la libertad. Y están ya por darse los combates que producirán la anarquía sin término. ¿Dónde está el poder de los gobiernos para hacerse obedecer? Los adelantos y grandes descubrimientos de que estamos tan orgullosos. ¡Dios sabe solamente adonde nos llevarán! ¡Pienso que nos llevan a la anarquía, al lujo, a la pasión de oro, a la corrupción, a la mala fe, al caos!...

     La plebe sigue su camino insolente. Pero es que los gravámenes continúan terribles. Los labradores y arrendatarios sin capital siguen trabajando sólo para pagar la renta y las contribuciones. Viven así pidiendo para pagar, pagando para pedir…

     La Internacional …sociedad de guerra y de odio que tiene por base el ateísmo y el comunismo, por objeto la destrucción del capital y el aniquilamiento de los que poseen, por medio de la fuerza brutal del gran número que aplastará a todo cuanto intente resistirle. Tal es el programa que con cínica osadía han propuesto los jefes a sus adeptos, lo han enseñado públicamente en sus Congresos e insertado en sus periódicos. Sus reglas de conducta son la negación de todos los principios sobre que descansa la civilización.”

     Escribe al respecto Carlos Ibarguren:

     “Se quiere vivir en la clase de licenciosa tiranía a que llaman libertad , invocando los derechos primordiales del hombre, sin hacer caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida (…) Si hay algo que necesita de dignidad, decencia y respeto es la libertad, porque la licencia está a un paso…

     Conozco la lucha de los intereses materiales con el pensamiento; de la usurpación con el derecho; del despotismo con la libertad. Y están ya por darse los combates que producirán la anarquía sin término. ¿Dónde está el poder de los gobiernos para hacerse obedecer? Los adelantos y grandes descubrimientos de que estamos tan orgullosos. ¡Dios sabe solamente adonde nos llevarán! ¡Pienso que nos llevan a la anarquía, al lujo, a la pasión de oro, a la corrupción, a la mala fe, al caos!...

     La plebe sigue su camino insolente. Pero es que los gravámenes continúan terribles. Los labradores y arrendatarios sin capital siguen trabajando sólo para pagar la renta y las contribuciones. Viven así pidiendo para pagar, pagando para pedir…

     La Internacional …sociedad de guerra y de odio que tiene por base el ateísmo y el comunismo, por objeto la destrucción del capital y el aniquilamiento de los que poseen, por medio de la fuerza brutal del gran número que aplastará a todo cuanto intente resistirle. Tal es el programa que con cínica osadía han propuesto los jefes a sus adeptos, lo han enseñado públicamente en sus Congresos e insertado en sus periódicos. Sus reglas de conducta son la negación de todos los principios sobre que descansa la civilización.”


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