En los años 20 del siglo pasado la opresión ejercida por el liberalismo y la masonería contra la noble Nación Mexicana provocó que los mejores representantes de la misma reaccionaran con las armas en las manos ante tamaña situación. Los guerreros cristianos se alzaban al grito de “¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!”. Esta gesta fue el antecedente de muchas otras luchas políticas y militares que, movidas por el mismo espíritu, se desarrollarían en la década siguiente. Quizá la más importante la Cruzada Española que se llevó a cabo entre 1936 y 1939. Es evidente que lo que reaccionaba en aquellos días era el viejo espíritu de la Hispanidad contra el sometimiento a dos siglos de Ilustración.[1]
“Esa lucha sin cuartel por el poder político
y económico es la consecuencia lógica de un mundo impío, que carece de piedad,
es decir, de fidelidad para con las religaciones trascendentales del hombre.
‘Si no hay Dios, todo está permitido’, dijo coherentemente, Iván Karamazov.
Como después de Dios, junto a los padres y cual principio del ser está la
Patria, bien podría parafrasearse a Dostoievski diciendo que si no hay Patria,
todo está permitido. (...) La Revolución destructiva (...) con su mundialismo
ha aventado los restos de piedad en la vida de los hombres.
Sin embargo, en ciertas partes de nuestro planeta, en muy determinadas regiones de la tierra, la resistencia a la aplanadora masificante de la Ideología modernista ha sido más obstinada. Más aun: existen zonas selectas -la Vendée francesa de la contrarrevolución de los chuanes, la Navarra española del tradicionalismo carlista, el Don apacible del voluntariado ruso blanco- donde la resistencia ha alcanzado caracteres épicos, dignos de la tragedia homérica. (...) Y entre esos hitos notables, hallará su lugar peraltado, el ‘Occidente’ mejicano, la tierra jalisciense, del núcleo tapatío que se irradia desde Guadalajara por Jalisco, Michoacán, Zacatecas y Colima. Estamos, pues, ya hablando de la gesta cristera.”[2] (Díaz Araujo, Enrique. “La epopeya cristera”, en Gladius. N° 4. Navidad de 1985, pp. 40-41).
La Cristíada fue la reacción del alma hispana de México frente a la amenaza representada por la Revolución y la Masonería. Nos dice al respecto el Padre Javier Olivera Ravasi;
“Contemplar al México de la década de 1920
es enfrentarse a dos cosmovisiones, a dos ciudades, según el antiguo sentido
agustiniano: la de un estado laico y hasta contrario a la religión, y la de la
Cristiandad, es decir, la filosofía del Evangelio (al decir de León XIII) que
intenta empapar el orden social. Dichas imágenes, que luego se convierten en la
cruda realidad, están en la base del tema que hemos estudiado, pero no nacen
por generación espontánea ni por la fuerza del sino; es el producto de un
enfrentamiento histórico que nace, para no remontarnos demasiado en el tiempo,
en los orígenes del nuevo México (…).
(…) Así, desde los tiempos de la
insurgencia y la independencia, el México católico e hispano se contrapone
contra el México liberal y arreligioso (e irreligioso); la cosmovisión de un
Iturbide contra la de un Morelos, y la de una Alamán contra la de un Juárez; o,
dicho de otro modo, el aferrarse a España y a lo que ella había hecho cual ‘una
nueva hazaña’, al decir de José María Pemán, por un lado, o el buscar nuevos
horizontes bajo el ala liberal y el padrinazgo material de sus vecinos del
norte, por otro. México, ‘tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos’
como diría Porfirio Díaz, no saldrá indemne de esta lucha intestina.
Con la Constitución de 1917, la famosa
Constitución de Querétaro, el ala liberal y más radical comenzará un movimiento
ascendente hacia el socialismo que culminará con una persecución hacia la Iglesia
Católica como nunca antes visto en Hispanoamérica. Una lucha por el poder que
intentará doblegar al cristianismo (…) Sus protagonistas serán Plutarco Elías
Calles, presidente de la nación, por un lado, y el simple pueblo mexicano; un
pueblo católico que se veía amenazado en su Fe. La confrontación pacífica,
primero, y la lucha armada después, harán –principalmente- de la franja central
de México, el campo de una batalla cultural, religiosa y militar que se
prolongará por tres años. (…)
Ante la pasividad o derrotismo de algunos
prelados serán los simples rancheros, las mujeres, los profesionales y hasta
los niños quienes decidirán luchar por la libertad (…). Para ello, la
organización de grupos católicos que provenía desde principios de siglo será crucial:
la ACJM, la Liga, la Unión Popular, las Brigadas Femeninas, etc., serán las trincheras que resguardarán la
unión del pueblo fiel. (…)
Fue la población católica la que se levantó y debió luchar (…)”[3]
Completando lo que dice la última oración diríamos que fue el alma
hispana de la Nación mexicana la que se alzó en defensa de su ser entrañable.
[1] Por “Ilustración” nos
referimos al conjunto de ideas desarrolladas a partir del siglo XVIII, las
cuales dieron origen a la Revolución Francesa y a las ideologías modernas como
el liberalismo y el marxismo.
[2] Díaz Araujo, Enrique. “La epopeya cristera”, en Gladius. N° 4.
Navidad de 1985, pp. 40-41.
[3] Olivera Racasi, Javier. La Contrarrevolución Cristera (México
1926-1929): Dos cosmovisiones en pugna. Ediciones Buen Combate. Ediciones
Katejon. Buenos Aires. 2016, 335-336.
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