ACERCA DE LA TRADICIÓN

"Dos amores fundaron dos ciudades;
El amor de sí hasta el desprecio de DIOS,
Tel amor de DIOS hasta el desprecio de sí."

En la cita que sirve de epígrafe a la presente introducción San Agustín nos da la clave de su interpretación teológica de la historia. Para el doctor de Hipona el devenir humano es un conflicto permanente entre los hombres y los ángeles que reconocen el Señorío del Creador, y aquellos que fundan su existencia sobre el egoísmo. Esta profundísima reflexión nos servirá de referencia para analizar el tema que nos compete. En efecto, la historia de los últimos siglos se ha caracterizado por el enfrentamiento entre dos grandes cosmovisiones con sus múltiples ramificaciones: el Tradicionalismo y el Progresismo.

Hagamos una primera aproximación a estos términos. El Tradicionalismo busca recuperar la cultura desarrollada durante los siglos de la Cristiandad -civilización heredera de la grecolatina, aunque elevada al Orden de la Gracia por la acción sacramental de la Iglesia Católica-. El tradicionalista auténtico procura, por tanto, volver a esa cultura áurea, contemplar con admiración su riqueza, saborear su exquisitez, difundir sus grandes valores, dar a conocer la sabiduría que contiene, mostrar sus bellísimas manifestaciones artísticas....

Ahora bien, desde hace dos siglos, el mundo tradicional viene sufriendo una agresión constante por parte de las ideologías nacidas de la Ilustración. Es cierto que podemos remontar el origen de esta agresión a los tiempos del Renacimiento y de la Reforma, cuando se impuso una visión antropocéntrica de la cultura, que llevó a esa interpretación individualista de la religión que fue el Protestantismo, el cual rompió, por tanto, con las formas comunitarias, jerárquicas y litúrgicas de vivir el hecho religioso. Pero a pesar de todo el deterioro que aquellos movimientos trajeron sobre la vida social, todavía se mantuvieron con suficiente vitalidad ciertos principios tradicionales que estructuraban la vida social: la religión como fundamento de la comunidad; el principio de autoridad encarnado en las Monarquías; la familia fundada en el matrimonio sacramental e indisoluble, y célula básica del orden social; el aprecio por la cultura y las bellas artes; el reconocimiento de la preeminencia social que da el conocimiento; el respeto a la propiedad; la estructuración gremial de la actividad laboral...Fueron la Ilustración -maduración de los cambios iniciados en los siglos anteriores-, y su consecuencia directa, la Revolución Francesa, las que dieron comienzo a un mundo totalmente nuevo que progresivamente se fue alejando cada vez más del antiguo: "Todo un mundo multisecular formado de creencias, respetos, preceptos, lealtades, costumbres, emociones colectivas, se vio sometido a crítica sistemática y devastadora durante casi dos siglos bajo los lemas 'abrámonos a las luces de la razón', 'destruyamos los ídolos', 'desacralicemos el mundo'...
El primitivo buscó cuevas donde guarecerse; el hombre moderno se empleó en demoler las mansiones que durante milenios albergaron a las civilizaciones, sin pensar que en el término del proceso se hallaría la intemperie..." (Rafael Gambra. El lenguaje y los mitos. Ediciones Nueva Hispanidad. 2001, pp.95-96).






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