Cuando analizamos la historia de la ciudad mediterránea, corazón de la Nación Argentina, podemos percibir dos realidades históricas contrapuestas: una "vieja" Córdoba, tradicional, conservadora; y otra Córdoba moderna, revolucionaria. Una Córdoba fiel a sus orígenes y raíces, y una "anti" Córdoba.
Sobre la primera, nos dice Sarmiento, no sin mostrar un dejo de desprecio:
“Córdoba era, no diré la más coqueta de la América, porque se ofendería de ello su gravedad española, pero sí una de las ciudades más bonitas del continente (...) En la plaza principal está la magnífica catedral de orden romano con su enorme cúpula recortada en arabescos (...) A una cuadra está el templo y convento de la Compañía de Jesús (...) Si queréis, pues, conocer monumentos de la Edad Media (...) id a Córdoba (...)
En cada cuadra de la sucinta ciudad hay un soberbio convento, un monasterio, o una casa de beatas o de ejercicios. Cada familia tenía entonces un clérigo, un fraile, una monja o una corista (...)
Andando un poco en la visita que hacemos, se encuentra la célebre Universidad de Córdoba (...) que ha provista durante dos siglos de teólogos y doctores a una gran parte de la América.” (Facundo o civilización y barbarie)
En una obra mucho más reciente se afirma al respecto:
“Córdoba tiene una historia muy rica desde su fundación, en 1573, y ha sido siempre un polo de irradiación política. Durante los primeros siglos era un centro relevante del conservadurismo católico…
En el plano estrictamente político, las certezas del imaginario conservador comenzaron a desdibujarse en el último cuarto del siglo XIX. Un proceso alentado por la llegada de inmigrantes y por la fractura de la elite local, que derivó en un hito: la Reforma Universitaria de 1918, que según Tcach, ‘marcó el nacimiento de un segundo mito constitutivo de la identidad cordobesa contemporánea’: la ‘Córdoba rebelde’, que era liberal, reformista, laica, plural, ciudadana, democrática…” (CEFERINO REATO. ¡Viva la sangre! Córdoba antes del golpe. Capital de la Revolución, Foco de las guerrillas y laboratorio de la dictadura. Sudamericana. Buenos Aires. 2013, pp. 14-15).
La "vieja" Córdoba tuvo el privilegio de contar con la primera Universidad erigida en nuestro territorio. Esta obra se inició por la generosa acción del Obispo Trejo y Sanabria. Éste Obispo quiso fomentar los estudios en estas regiones a través de la fundación de dicha casa de estudios, a la que donó, además, su biblioteca personal. En ella ejercieron su labor docente durante muchos años los Padres Jesuitas. Debido a esta presencia de la Universidad a Córdoba se la conoce con el apodo de “La Docta”.
“...la presencia de la Iglesia y de la Universidad como su prolongación, marcaron desde sus inicios mismos la fisonomía de Córdoba. ya en la traza definitiva, se había reservado el mejor sitio para la Catedral, naturalmente, y a los pocos años se produjo la instalación de la primera orden: los Franciscanos, que fueron también los primeros educadores. Tiempo más tarde, en 1599, se establece la Orden Jesuítica. Le siguen luego los Mercedarios, y en 1604 los Dominicos. La piadosa y poderosa familia Tejeda realiza luego dos aportes decisivos a la Iglesia: Doña Leonor Tejeda, viuda sin descendientes, funda en 1613, en la amplia casona de su propiedad, el Monasterio de Santa Catalina de Siena, que era además la primera y única escuela para mujeres, y su hermano Juan de Tejeda Miraval, crea en 1628 el de las Carmelitas descalzas de Santa Teresa de jesús. Data asimismo de 1613 el Convictorio de San Francisco Javier, que sólo durará hasta 1617.
De todas las órdenes religiosas radicadas en Córdoba, la que cumplió una acción más fecunda y, podría decirse, hasta cierto punto civilizadora en estos páramos, fue la Compañía de Jesús. En 1610 los seguidores de San Ignacio habían conseguido que su sede fuera distinguida como ‘Colegio Máximo’, donde se impartían estudios de Teología y Filosofía. En 1612, por haber apoyado firmemente las famosas ‘Ordenanzas de Alfaro’, que trataron de poner límites a los abusos de los encomenderos, quedaron enfrentados a los vecinos feudatarios, por lo que debieron emigrar a Chile con su noviciado. Volverían en 1614, bajo la protección del Obispo de Tucvumán, Hernando de Trejo y Sanabria. Organizan entonces, sobre la base de una donación prometida por el Prelado, la Universidad de Córdoba, la primera del país y la cuarta de América, a la que pronto acudirían estudiantes de todas las regiones del continente, por el que se esparciría la fama de la educación que recibían.” (ROBERTO FERRERO, Breve Historia de Córdoba. 1528-1995. Alción Editora. 1995, p. 21-22)
La “vieja” Córdoba celebró la reconquista y defensa de Buenos Aires, y hasta allí llegaron algunas de las banderas ofrecidas por el héroe a la Virgen del Rosario. Córdoba encabezó también la Contrarrevolución en 1810, y ofreció las primeras víctimas sacrificadas por la Revolución. Fue, asimismo, un caudillo cordobés, el General Bustos, quien jugó un papel fundamental en la caída del Directorio, manejado por una Logia porteña centralista y progresista, y la conformación de los liderazgos provinciales que permitió la instalación de gobernadores federales en las nacientes provincias autónomas, mucho más fieles a los valores tradicionales. Y, durante los tiempos del Restaurador, Córdoba contó con su líder, "Quebracho" López, fiel representante en la ciudad de los ideales encarnados en Juan Manuel.
La "otra" Córdoba, la caricatura antinatural de la original, tuvo varios rostros, sin embargo, se mostró con toda su fiereza en dos hechos revolucionarios que marcaron al siglo XX: la Reforma Universitaria de 1918 y el estallido del "Cordobazo":
"En su libro La Universidad, teoría y acción de la Reforma..., escribe (Julio V. González):
'La Reforma...es el resultado de un largo y oculto proceso social, producido por el encuentro entre las viejas y las nuevas generaciones, entre la mentalidad tradicional y la mentalidad moderna...'
'La nueva generación que se lanzó a la lucha por la Reforma Universitaria...incitaba al pueblo a tomar la Bastilla, a barrer con las oligarquías, a concluir con los privilegios, a extirpar los dogmas religiosos...a convertir a la Universidad en casa del pueblo. No se podrá separar la Reforma Universitaria de la Reforma Social, porque ambas fueron emprendidas simultáneamente y nacieron, por tanto, unidas'...
El movimiento reformista era una toma de posición frene a la vida y sus valores. Y en el problema capital de la existencia humana, el problema de Dios, de la Iglesia y de la Ley divina, la generación del 18 tomó decididamente partido en contra...
...Había el deseo firme y violento de provocar la revolución social, la revolución propugnada por el comunismo internacional, tal como acababa de realizarse en Rusia...
Las características de la Reforma, como movimiento de inspiración marxista destinado a promover la revolución social y por eso mismo extra universitario, se ha mantenido inalterable en lo fundamental...
Los fines revolucionarios...trastornando toda la concepción de la vida universitaria; convirtiendo las altas casas de estudio en simples campos de experimentación o de adiestramiento para la lucha; sacando al estudiantado de su sitio para asignarle un papel preponderante en una actividad revolucionaria, han configurado la Universidad como la vanguardia de una empresa de vastos alcances...
...(Los resultados de este movimiento fueron) impedir la formación intelectual del estudiante...impedir la vida universitaria como centro de formación cultural y espiritual..." (FRANCISCO JAVIER VOCOS, El problema universitario y el movimiento reformista. Huemul. Buenos Aires. 1962, pp. 65-83)
Señalábamos, además, que la violencia política que padeció la Argentina durante la década del 70 del pasado siglo se inició allí. Nos dice al respecto Ceferino Reato en la obra ya citada:
“(Córdoba era) desde el Cordobazo…la punta de lanza del socialismo. Es que allí vivía y trabajaba el sujeto que debía hacer la revolución: la clase obrera más moderna y dinámica del país.
Córdoba era la capital de la revolución y por eso resultó un imán irresistible para los grupos guerrilleros que se postulaban como la vanguardia armada de ese proletariado destinado a dirigir la historia. Tanto fue así que las cúpulas de Montoneros y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) se mudaron a Córdoba y allí vivieron durante muchos meses…
El Cordobazo fue crucial para la fundación de esos grupos guerrilleros, por citar sólo a los dos más importantes. Ambos aparecieron al año siguiente, en 1970: Montoneros, incluso, hizo su debut oficial en el primer aniversario de la revuelta popular con el secuestro del general retirado y ex presidente Pedro Eugenio Aramburu, muerto a los pocos días.
Durante aquellos años cruciales, Córdoba fue un laboratorio donde los sectores en pugna se presentaron en la esencia de sus proyectos, como paradigmas de todo lo que eran, lo que representaban y lo que querían lograr.” (pp. 12-13)
Podríamos mencionar muchísimos otros ejemplos en la historia de esta bella ciudad que nos ilustren sobre este carácter bifronte que ha tenido, pero eso superaría la brevedad de este artículo.
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