La primera expresión gráfica del
Nacionalismo Argentino fue el periódico La Nueva República que se dio a conocer
el 1° de diciembre del año 1927. El director del mismo fue Rodolfo Irazusta,
encargado de la sección política. Los redactores habituales fueron Julio
Irazusta -hermano de Rodolfo-, Ernesto Palacio y Juan Carulla. A éste último se
debe que el periódico llevara por subtítulo Órgano del Nacionalismo Argentino.
“Rodolfo
Irazusta, con menos cultura libresca que sus compañeros, había sido formado por
su padre para la acción, en la que intervino desde muy joven, tomando parte en
la vida de comité, desde el retorno del radicalismo al comicio...Durante un
viaje a Europa...cayó bajo el influjo de Maurras...
Como escritor Rodolfo
Irazusta fue el periodista nato...
Ernesto Palacio tenía
acabada formación literaria, y siendo un admirable poeta, se atuvo a la
prosa...Fue...el petit anarchiste que Maurras confesó haber sido en su extrema
juventud...Entre los años 23 y 27 César Pico había hecho de Ernesto Palacio un
católico ferviente y un hombre de orden...
Julio Irazusta había
sido omnívoro pero desordenado lector, hasta que fue a Europa en 1923...Antes
de cesar su rechazo a Maurras, y de admirarlo, Julio Irazusta tenía formado el
criterio político con que estudió los clásicos de la materia...
En el segundo número
del periódico aparece como editorialista...el Dr. Juan E. Carulla, médico
entrerriano residente en Buenos Aires, procedente del anarquismo, a quien la
guerra europea, en la que participó como profesional en el frente de Francia,
lo hizo evolucionar. Allá volvióse asiduo lector de la Acción Francesa.”[1]
El periódico contó además con
colaboradores habituales, como César Pico -que tan importante actuación tuvo en
la conversión de Palacio hacia la Fe y el Orden-, Alberto Ezcurra Medrano –uno
de los precursores del Revisionismo histórico argentino-, y Tomás Casares –que
tendría una destacada actuación en la Justicia-. Tiraba cuatro páginas
quincenales, que además de analizar la situación política del momento propagaba
sólidos principios doctrinales. Luego salió semanalmente, y durante algún
tiempo llegó a ser diario. Entrados los años 30 desapareció y fue reemplazado
por otros periódicos como Crisol o Bandera Argentina. Sin embargo nadie podrá
negarle el mérito de haber sido el primer gran difusor de los principios sobre
los que se desarrollaría el Nacionalismo posterior.
Mientras La Nueva República difundía los principios del naciente
Nacionalismo, se formaban las primeras agrupaciones que respondían a este
ideario:
“En
los últimos meses de 1929, se dio al público –redactado por Roberto de Laferrère-
el primer manifiesto explicativo de los fines políticos, reformadores del
sistema institucional vigente (aunque con cierta timidez necesaria en ese
momento), con que la ‘Liga Republicana’ proclamaba la necesidad de una
revolución de fondo en la Argentina. Su declaración de principios (…) decía
textualmente:
(…)
1º- La Liga Republicana nace como una reacción contra el sistema
del actual gobierno en su triple aspecto político, administrativo e
institucional y en defensa de los principios que alientan en el preámbulo de la
Constitución…
2º- La Liga Republicana, levanta, como finalidad de imperiosa
urgencia la oposición al gobierno actual y su sistema, por cualquier medio y mediante
cualquier sacrificio.”[2]
El incipiente Nacionalismo apoyó la revolución
encabezada por el General retirado José Félix Uriburu contra el gobierno de
Hipólito Yrigoyen. Los objetivos revolucionarios que se propuso el militar
coincidían con los de aquel primer Nacionalismo:
“-
Crítica del sufragio derivado de la Ley Sáenz Peña.
-Cambio
de la representación parlamentaria partidocrática por otra de signo
cuasi corporativa.
-Prescindencia de todos los partidos políticos
como exclusivos representantes de la opinión pública.”[3]
Apenas instalado en el poder, el General
Uriburu debió enfrentar la presión de los partidos políticos que habían apoyado
el desplazamiento de Yrigoyen pero se
oponían a toda ruptura con el sistema. Los mismos se agruparon en la Federación
Nacional Democrática. Como respuesta a las fuerzas democráticas, el 6 de
diciembre de 1930 se funda la Legión Cívica Argentina cuya primera misión sería
constituirse en una fuerza de apoyo al proyecto reformista del General.
Fracasados los objetivos uriburistas, y reinstalada la democracia liberal en
1932 con Justo en la presidencia, la Legión pervivirá y se convertirá en núcleo
a partir del cual nacerán posteriormente otras agrupaciones nacionalistas. La
década del 30 será de gran dinamismo para el Nacionalismo argentino. La crítica
inicial a la democracia se convirtió pronto en oposición absoluta todo el
sistema político liberal, constituyendo el Nacionalismo la aspiración de muchos
argentinos “que deseaban una Argentina
nueva y vieja. Nueva por su ruptura con el régimen liberal pos Caseros vieja
por su identificación con las raíces genuinas y propias de la Nación.” [4]
El año 1933 será un momento fundamental en
el esfuerzo que hizo el Nacionalismo por repensar la Patria, buscando volver a
los orígenes de la misma y rechazando lo que en los últimos ochenta años había creado el Liberalismo
masónico. En efecto, en ese año se firmó el cuestionado Tratado Roca-Runciman,
que procuraba restablecer el vínculo comercial con el Reino Unido que se veía
amenazado por las políticas proteccionistas británicas ante la crisis económica
desatada a partir de 1929. El gobierno argentino otorgó concesiones que muchos
consideraron humillantes a cambio de que los británicos mantengan la cuota de
carne argentina. Contra esta situación los hermanos Irazusta publicaron su
opúsculo La Argentina y el Imperialismo Británico. El mismo significó un
profundo cuestionamiento a los vínculos que se establecieron con el Reino Unido
desde los tiempos de Rivadavia, crítica que se extendió a la oligarquía que
organizó y dirigió al país como si fuera una colonia británica. Con este
tratado comienza una profunda revisión de la historia de nuestro sistema
comercial y de toda nuestra economía. El paso siguiente sería reivindicar la
necesidad de una independencia económica, con un desarrollo autónomo con
justicia social.
Otro acontecimiento que marcó la historia
patria y la del Nacionalismo fue el Congreso Eucarístico de 1934. El mismo
ayudó a consolidar la posición confesional que ya tenían importantes sectores
del Nacionalismo y a endurecer el cuestionamiento del legado laicista de la
generación del 80.
La revisión de la historia alcanzará su mayor expresión con la
revalorización de la obra de gobierno de Juan Manuel de Rosas. La profundización
de la historia del período de la Confederación Argentina, iniciada ya a fines
del siglo anterior por autores como Adolfo Saldías y Vicente y Ernesto Quesada,
se intensificará por parte de los sectores nacionalistas que comienzan a ver en
Rosas el gran antecesor de los principios por ellos sostenidos La figura del
Restaurador seducía por su férrea defensa de la Argentina tradicional, su
defensa de la Soberanía frente a las grandes potencias y su lucha contra el
liberalismo “criollo”. En 1938 nace el “Instituto de Investigaciones Históricas
Juan Manuel de Rosas”, que se convertirá en uno de los baluartes desde los que
se combatirá a la historia liberal oficial.
Antiliberalismo,
por ende oposición férrea y denuncia de la acción deletérea de la Masonería en
la historia de nuestra Patria; anticomunismo; defensa del proteccionismo
económico y desarrollo de un pensamiento económico industrialista; reclamo de
una justicia social efectiva; propuesta de un sistema corporativo que ponga fin
a la demagogia y corrupción de los Partidos Políticos; son algunos de los
rasgos que van definiendo al nacionalismo de los años 30. Podemos sintetizar los principales principios sostenidos
por el Nacionalismo a partir del siguiente esquema:
1- Una doctrina contrarrevolucionaria,
pues se opone a la Revolución Mundial Anticristiana. Aplicada “a nuestra patria es quererla como quienes
la bautizaron en los albores de la historia, tras la epopeya de la Hispanidad;
es soñarla una vez más como la forjaron criolla y soberana, épicamente federal,
con sones de imperio, reyecía de caudillos y clamores de cruzada; es
rehabilitarla en su raíz cristiana y mariana…tributaria del legado helénico y
romano.”
2- Es una opción política que
defiende un territorio, un linaje, una herencia. Partidaria de un Estado
subsidiario, frente al liberalismo y al socialismo, que tenga como fundamento
una sólida institución familiar. Un Estado que cuente con una autoridad firme,
que promueva la justicia y el Bien Común, y que proponga a los ciudadanos el ejemplo
de los verdaderos arquetipos.
3- Es, por último, una acusación
al régimen liberal y masónico, encarnación de la Modernidad, que ha desfigurado
el verdadero rostro de la Patria.[5]
En este contexto de revisión de todo lo
que el liberalismo había construido en la Argentina durante ochenta años no
podía faltar una profunda reflexión acerca de las raíces hispanas de la
Argentina original. Un momento que impactó sobremanera sobre toda esta
reflexión fue la Guerra desatada en la península en 1936.
“La guerra de España impactó, desde el
principio y con fuerza contagiosa al Nacionalismo Argentino (...)
Yo, por mi parte, entusiasmado con la gesta
heroica de la Raza que (…) se desarrollaba ante nuestros ojos, como si fuera un
pasaje redivivo de algún libro medioeval de caballería, escribí un artículo de
fondo cuyo texto fue publicado por la revista ‘Criterio’ (...). He aquí, a
continuación, dicho artículo (...):
‘Cada pueblo, como cada hombre, tiene en
la historia su destino, su carga, su misión. (...)
El destino de España se destaca en esta
causa secular, por su inalterable vocación universalista y la perseverancia
magnífica de su fe. Ocupa un lugar destacado entre los pueblos que han vivido
colectivamente esa misión heroica de auténtica catolicidad en Occidente. Su
tenaz energía (...) se remonta (...) (a) las visitas a la península de los
apóstoles Pablo y Santiago.
Más tarde, con la famosa conversión e
Recaredo ocurrida el 5 de mayo del 589, el destino providencialista de España
se pone de manifiesto (...).
El académico de la historia D. Zacarías
García Villada S.J, en su magnífico y enjundioso trabajo (...) titulado “El
Destino de España en la Historia Universal”, pone de manifiesto, la idea
profundamente religiosa que impulsó a los caballeros e hidalgos peninsulares,
“refugiados en los picos de Europa y en las faldas de los Pirineos, al
acordarse de su misión providencial en el mundo aprestándose a defender, con el
suelo patrio, la catolicidad”. (...)
España produce en el siglo XIII una gran
figura universal de monarca misionero: Fernando III, el Santo (...)
(...) En el año 1492, año del
descubrimiento del Nuevo Mundo, cae Granada, último baluarte islámico en
Europa; y los gloriosos Reyes Católicos decretan la famosa expulsión de los judíos
(...) (para) defender la unidad religiosa. (...)
Paralelamente a la acción política, la
corona se empeña en defender y salvar la religión oficial de la herejía, que la
amenazaba más allá de las fronteras. (...)
Fray Francisco de Cisneros, Santa Teresa
de Jesús, San Pedro de Alcántara, San Juan de Dios y San Ignacio de Loyola se
aprestan, al mismo tiempo, con un ímpetu militar muy español, a reducir a los
herejes y convertir a los gentiles a la fe heroica de Cristo, predicándola con
el ejemplo. (...)
La unión de la lglesia y del Estado en
España durante los siglos XVI y XVII, fue una cosa tan real, íntima y
verdadera, que no sólo está comprobada en su historia, sino además, también en
el testimonio de sus enemigos más sectarios. (...)
El año 1492, Colón descubre el Nuevo Mundo
al amparo y protección de los Reyes Católicos. Desde el primer día de la
conquista aparecen, junto a los caballeros e hidalgos españoles, frailes y
monjes misioneros en América. (...)
La predicación evangélica tuvo una
importancia decisiva en las expediciones y nuevas fundaciones de
Hispanoamérica, según lo prescribió el testamento de la muy ponderada reina
Isabel (...)
Con este único propósito, el monarca
Carlos V concede en el año 1534 la capitulación para las tierras del Río de la
Plata a don Pedro de Mendoza (...).
Una empresa de fe, esperanza y caridad
cristianas, virtudes inflamadas y heroicas si las hay, fue la conquista del
Nuevo Mundo (...) El genial Solórzano y Pereyra, que tanta influencia tuvo en
la Legislación de Indias, ha podido escribir, en su obra “Política Indiana”, al
comenzar el capítulo sobre las cosas eclesiásticas y Patronato Real de las
Indias, esta frase profunda, que contiene, en síntesis, el destino
providencialista y misionero de la historia de su pueblo: “La conservación y el
aumento de la fe es el fundamento de la Monarquía.” (...)
Los reinados de Carlos V y de Felipe II se
caracterizan, especialmente, por esta preocupación trascendente. (...)
El 13 de diciembre de 1545 -el día más
glorioso de España para muchos- se inauguran las sesiones del célebre Concilio
de Trento, bajo el patrocinio y ayuda temporal de Carlos V. (...)
EXTRANJERIZACIÓN Y DECADENCIA
(...) El triunfo (...) a favor de los
Borbones (a partir del siglo XVIII, cambia el destino de España) (...) La
dinastía de los Borbones impone, desde afuera, al pueblo de la península, sus
ideas extranjeras y liberales en materia de gobierno y en punto a costumbres,
culminando bajo el reinado de Carlos III. (...) El 27 de febrero de1767 Carlos
III decreta la expulsión de los jesuitas (...). La religión es combatida y
menospreciada; y el Estado se hace burocrático como en Francia.
A comienzos del siglo XIX la invasión de
las huestes napoleónicas enciende en el espíritu popular la reacción contra el
enemigo de afuera, en defensa de su suelo y de su rey (...).
Hoy, España se desangra. Las injusticias y
las luchas del materialismo presente: económicas, políticas, sociales y
religiosas de que está lleno el mundo, han estallado en su entraña fecunda con
una violencia irresistible. Quizás ella misma, sin saberlo, en la sublime
agonía de estos momentos, está forjando el verdadero ideal universalista que
duerme escondido en el fondo de su espíritu; el de la catolicidad integral,
como misión que cumplir, como tarea heroica a realizar en la tierra. (...)
El soplo generoso que la anima en medio de
los horrores de una guerra que la Fe ha provocado más que los hombres, es de
esencia netamente religioso, no político. (...)
Nosotros los sudamericanos, que somos
hijos suyos emancipados, pero procedentes del mismo tronco católico de la
Hispanidad, comprendemos lo que significa (esta hora) (...). Creemos que España
renacerá con un ímpetu insospechado. (...)
España no ha de sucumbir: lo estamos
viendo. Cumplirá sin duda la misión que su historia le tiene trazada, de
sostener y propagar la catolicidad en el mundo...HOY COMO AYER’.”[6]
[1] El Pensamiento político
nacionalista. De Alvear a Yrigoyen. Antología seleccionada y comentada por
Julio Irazusta. Obligado Editora. Buenos Aires. 1975, pp. 15-18
[2] Ibarguren, Federico. Orígenes del Nacionalismo argentino. 1927-1937,
pp. 31-32
[3] Capizzano, Hernán. Legión Cívica Argentina. Del uriburismo al nacionalismo Librería Santiago Apóstol. Buenos Aires. 2007, p. 38.
[4] Capizzano, Hernán. Alianza Libertadora Nacionalista. Historia y crónica (1935-1953). Memoria y archivo. Buenos Aires. 2013, p. 5.
[5] Para el siguiente esquema
seguimos lo que plantea Antonio Caponnetto en la introducción de su obra “Del ‘Proceso’ a De La Rúa. Una mirada
nacionalista a 25 años de política argentina. 1975-1986”. Ediciones Nueva
Hispanidad. Buenos Aires. 2001.
[6] Ibarguren, Federico. Orígenes del Nacionalismo Argentino (1927-1937), pp. 364-374.
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