En medio de las luchas políticas e intelectuales en la España del siglo XIX se destaca alguien que estuvo alejado del Carlismo pero que su reflexión del desarrollo de los hechos históricos fue llevando progresivamente hacia posturas tradicionalistas, se trata de Juan Donoso Cortés.
Si bien Donoso Cortés comenzó su labor intelectual reivindicando a la Monarquía liberal, la observación profunda de la evolución de los hechos revolucionarios, más la acción de la Gracia, permitió a su inteligencia arribar a posturas más tradicionales, al punto que puede ser considerado uno de los pilares del pensamiento contrarrevolucionario español. Calderón Bouchet nos describe el periplo de su recorrido intelectual:
“La mayor parte de quienes se ocuparon en
alguna oportunidad del pensamiento político de Donoso conviene en señalar tres
etapas claramente discernibles en su carrera intelectual. (…) Donoso se hizo
notar demasiado pronto, como si presintiera una muerte prematura; esta
precocidad explica una personalidad en vía de formación y la confusión
ideológica de sus primeros escritos. El Discurso de apertura de Cáceres revela
un niño prodigio en su primera noche de gala. Todo allí es memoria y repetición
de textos para uso universitario. (…)
La Exposición al Rey Don Fernando acentúa
(…) su gusto por las grandes síntesis históricas (…)
En esta segunda Exposición hay una idea
clave que (…) será siempre (…) tema fundamental de su pensamiento. Donoso vio
en la Iglesia Católica el principio de unión de los pueblos de Occidente.”[1].
A pesar del papel que le otorga a la Iglesia en su esquema intelectual, y de su profunda fidelidad a la Monarquía, sin embargo todavía cree compatibles estos principios con el Liberalismo –que se le aparece como la marcha inevitable de la humanidad-. Con los años sus ideas se irán esclareciendo:
“Cuando pronunció el Discurso sobre la Dictadura, es la marcha misma de la humanidad la que se le aparece como un retroceso”[2].
Destaquemos dos textos, uno escrito y el otro oral, en los que queda de manifiesta el giro tradicionalista que ha tenido el pensamiento de Donoso. En el Ensayo sobre el Catolicismo, el Liberalismo y el Socialismo queda de manifiesto que la Teología dirige a la ciencia política y que por lo tanto la acción del gobernante se debe someter a los dictados de la Religión. Comienza justamente dicha obra señalando que “en toda gran cuestión política va envuelta siempre una gran cuestión teológica”.
“Cuando pronunció el Discurso sobre la
Dictadura, Juan Donoso Cortés había superado la etapa del liberalismo
doctrinario[3]
y entraba de muy buen paso en el estrecho sendero de las verdades últimas. (…)
Su religión es la misma, su adhesión a la causa monárquica también (…): no se trata tanto de un cambio como de un ahondamiento en la visión metafísica de la realidad.”[4]
Para
esta época ya no tiene ninguna esperanza puesta en las libertades modernas. “Diagnostica: No hay salvación para la
sociedad moderna (…) porque el espíritu católico, único espíritu de vida, no lo
vivifica todo: la enseñanza, los gobiernos, las instituciones, las leyes y las
costumbres”[5].
Y rebate a los liberales: “Vosotros
creéis que la civilización y el mundo van, cuando la civilización y el mundo
vuelven”[6]. El que volvía era
él, de sus errores juveniles, cómo lo dice claramente en una carta al Conde de
Montalembert: “Mi conversión a los buenos
principios se debe en primer lugar a la misericordia divina, y después al
estudio profundo de las revoluciones”[7]. Donoso había
vuelto a los principios fundamentales que habían animado a la Hispanidad en sus
siglos de gloria.
[1] Calderón Bouchet, Rubén. Nacionalismo y Revolución. En Francia,
Italia y España. Librería Huemul. Buenos Aires. 1983, pp. 120-121.
[2] Ibídem, p. 123.
[3] Se conoce con el nombre
de Liberalismo doctrinario a la
corriente más conservadora dentro de dicha ideología, que buscaba conciliar la
defensa de la Monarquía y de la Iglesia con las “libertades modernas”.
[4] Calderón Bouchet, Rubén. Nacionalismo y Revolución…, p. 129.
[5] Ibídem, p. 131.
[6] Ibídem p. 133.
[7] Ibídem, p. 125.
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