“No debemos imaginar el Renacimiento como si se tratase de una época predominantemente anticristiana, sobre todo en sus comienzos. La Italia del Quattrocento por ejemplo, seguía siendo genuinamente medieval, y por ende cristiana… Y aun entrado el Renacimiento, se podría decir que en el espíritu de sus mejores hombres estaban todavía gravados los rasgos de la Edad Media, mucho más profundamente de lo que es habitual figurarse.
Más aún, el Renacimiento existía ya en las entrañas mismas de la Edad Media, y sus aspiraciones fueron entonces plenamente cristianas… Pero al mismo tiempo no se puede dejar de reconocer que en el Renacimiento propiamente dicho hubo tendencias negativas, en buena parte sobre la base de un creciente desprecio por todo lo que oliese a medieval, a ‘gótico’. El término Renacimiento (‘Rinascita’) lo introdujo Vasari a mediados del siglo XVI, para indicar que luego de diez siglos de tinieblas, otra vez las artes y las letras renacían, volvían a brillar. Según la nueva mentalidad, dos habrían sido las épocas luminosas en la historia de la cultura: la Antigüedad-los tiempos clásicos- y el Renacimiento. Entre ambas, vegetó un período intermedio -la edad ‘media’-, un bloque gris y uniforme, ‘siglos groseros’, ‘tiempos oscuros’.
Lo que caracterizó al Renacimiento fue el gozoso y deslumbrante redescubrimiento del mundo antiguo. Todos los que en aquel entonces se destacaron en el mundo de las artes, de las letras, de la filosofía, muestran un entusiasmo parejo por la Antigüedad clásica. El movimiento comenzó en Italia, se extendió a Francia y de allí a casi todo el Occidente. Baste recordar la Florencia de los Médici, cuando los nuevos monumentos se engalanaron con frontispicios, columnatas y cúpula, exactamente igual a la arquitectura de los griegos y romanos. Señala R. Pernoud que el Renacimiento se caracteriza por su afán de imitar el mundo clásico, ese mundo cuyo recuerdo conservaron paradojalmente los medievales en sus monasterios, gracias sobre todo a la labor de los copistas…
La fascinación exclusivista que la Antigüedad ejerció sobre el hombre del Renacimiento trajo consigo una consecuencia dramática: la destrucción de muchos monumentos de los tiempos ‘góticos’...
El desprecio que el Renacimiento experimentó por la Edad Media no se limitó solamente al arte…
En líneas generales se podría decir que el paso del período medieval al evo moderno se caracteriza por el tránsito de lo divino a lo humano, o mejor, de la prevalencia de lo divino al creciente predominio de lo humano.” (ALFREDO SÁENZ, La Cristiandad y su cosmovisión, pp. 348-351)
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