EL ONGANIATO: UN INTENTO ORDENADOR

 LA REVOLUCIÓN ARGENTINA:  El Onganiato



La década del 60 se caracterizó por el impulso que tomaron diversas fuerzas revolucionarias, tanto las que postulaban una Revolución Social fundada en los principios del Marxismo –y que tenían como modelo lo que ocurría en Cuba o en Argelia-, como así también las que proponían una Revolución Cultural, que se estaba extendiendo rápidamente por Occidente sobre todo a partir del estallido del Mayo Francés,  gracias a la velocidad que habían adquirido las comunicaciones. Este ambiente de revuelta general se expresaba en las modas, la música, la llamada “revolución sexual”, las nuevas expresiones “artísticas”, las corrientes filosóficas, y las posturas contestatarias a todo tipo de autoridad. En medio de esta situación, la Presidencia del General Juan Carlos Onganía se caracterizó por su intento de poner freno a esta situación social, y calmar el estado de efervescencia que favorecía, por otra parte, a los sectores más revolucionarios de la Izquierda. Por tanto, uno de sus grandes objetivos fue restaurar el Orden, la Jerarquía y las buenas costumbres en la sociedad. Procurando al mismo tiempo, sacar al país de la crisis económica, fomentando el “desarrollo” del mismo. Justamente, el tema del desarrollo eran otros de los temas vigentes entonces. Vamos, por tanto, a analizar estos aspectos de su Gobierno.


     Juan Carlos Onganía llegó a la Presidencia tras el derrocamiento del radical Arturo Illia, quien se caracterizó por su ineficiencia, ineptitud, y pasividad ante los  conflictos que aquejaban a la sociedad de entonces. El movimiento que llevó al Gobierno a Onganía se denominó Revolución Argentina. Una vez en el poder el nuevo Presidente procuró actuar con independencia de las FFAA. Tres años antes, él había liderado al sector “azul” del Ejército, llevando adelante un movimiento de profesionalización del mismo. Las claves de su actuación fueron la verticalización y la tecnificación. Al convertirse en Presidente procuró aplicar una receta semejante. Se propuso establecer un poder paternalista e independiente que llevara adelante una tarea de defensa del orden, la moral, la autoridad jerárquica. Instaurando los valores tradicionales se podría enfrentar la agitación marxista, que ya estaba asomando. El nuevo Presidente consideraba que para encauzar la situación argentina, se necesitaban muchos años, y que se debían tener en cuenta tres plazos: primero, se organizaría la economía –“el tiempo económico”-; luego la sociedad –“el tiempo social”; y por último, “el tiempo político”. Por lo tanto, los temas políticos, en particular los de política partidista, debían dejarse de lado. Onganía ordenó disolver los Partidos políticos. Su modelo era corporativo, y tenía como referente al Caudillo español Francisco Franco. Para llevar adelante su programa eligió colaboradores de distintos orígenes: nacionalistas, conservadores, radicales, peronistas, los cuales debían dejar de lado sus identidades partidarias y ponerse al servicio de la grandeza de la Patria. En particular, el elenco gobernante se nutrió de sectores católicos tradicionales y de técnicos. 





El 30 de noviembte de 1969 Onganía consagra la Argentina a la Virgen de Luján



     Sus objetivos “ordenadores” no podían dejar de tener en cuenta el ámbito intelectual, donde se difundían las corrientes filosóficas modernas, en particular el marxismo revolucionario. Las universidades públicas argentinas estaban entonces organizadas de acuerdo a los principios de la Reforma Universitaria de 1918, que había hecho de las mismas un “laboratorio revolucionario”. Cuando el 28 de julio de 1966 grupos de estudiantes y de docentes de la UBA se manifestaron contra el gobierno, el Presidente se decidió a actuar. Fueron intervenidas las facultades de Ciencias Exactas y Naturales y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. La Policía se hizo presente en los edificios tomados, y desalojó a sus ocupantes. La Izquierda ha convertido a ese hecho en una especie de Cruzada contra la inteligencia, y lo ha grabado en la memoria colectiva con el nombre de “Noche de los Bastones Largos”.



     El nuevo Gobierno logró contener la inflación congelando los salarios y devaluando un 40% la moneda nacional. Se alejó, sin embargo, de la ortodoxia liberal afrontando obras públicas, con lo que mantuvo el ritmo de la actividad industrial. La participación de los salarios en la renta nacional estuvo cercana al 43% durante el período 1967-1969. Las exportaciones se mantuvieron altas, pero el sector agrario fue perjudicado por la devaluación y por el aumento de los porcentajes de retención a las exportaciones, así como por la supresión de las medidas de protección. Logró racionalizar la burocracia estatal, cáncer de las gobiernos populares, y emprendió grandes obras públicas. Inauguró el túnel subfluvial Hernandarias, que unía las ciudades de Santa Fe y Paraná; empezó a concretar la gigantesca represa del Chocón; puso en marcha las obras de Salto Grande. Concretó la ejecución de un proyecto del gobierno anterior, el establecimiento de la estación para comunicaciones vía satélite de Balcarce, que permitió romper el aislamiento del país en materia de telecomunicaciones.



     Los objetivos ordenadores que en parte se lograron chocaba con importantes enemigos dentro y fuera de las FFAA. Dentro, los sectores liberales encabezados por el General Lanusse no podían aceptar sus objetivos a largo plazo y su concepción política que dejaba de lado a la actividad política partidaria. Fuera, los sectores de la Izquierda revolucionaria ya estaban comenzando a organizarse para llevar adelante sus objetivos de una revolución socialista impuesta por la fuerza de las armas. En mayo de 1969 estalló el Cordobazo, típica expresión de la “gimnasia revolucionaria” de la Izquierda, estallido que tendía a preparar a la sociedad para los hechos que vendrían después. Un año después un comando terrorista secuestraba y asesinaba al expresidente Aramburu. Estos hechos debilitaron notablemente el liderazgo del Presidente, y el Ejército, a cuyo frente se hallaba Lanusse produjo su derrocamiento. La Revolución Argentina continuaría, pero los objetivos originales eran dejados de lado. En poco tiempo, iba a tener que preparar la retirada, en medio de un desorden social generalizado. 

     












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