La revista Sol y Luna apareció en Buenos Aires entre 1938-1943. Fue un órgano de difusión de los principios de la Hispanidad. En esos años Argentina era un país que prometía. Ajeno aún a los avatares de la Segunda Guerra Mundial, y hasta beneficiada por ésta, tuvo un período de esplendor cultural que permitió ver la luz a publicaciones importantes. Una de ellas es ésta a la que nos referimos. Su director fue Juan Carlos Goyeneche, acompañado en algunos números por Mario Amadeo e Ignacio B. Anzoátegui como codirectores y por José María de Estrada como secretario de redacción.
La revista contó con las firmas de Cosme Beccar Varela, Leonardo Castellani, José María Castiñeira de Dios, Atilio Dell’Oro Maini, Octavio Nicolás Derisi, Nimio de Anquín, José María de Estrada, Santiago de Estrada, Alberto Espezel, Máximo Etchecopar, Rafael Jijena Sánchez, Leopoldo Marechal, Samuel Medrano, Julio Meinvielle, Juan Ignacio Pearson, César E. Pico, Juan P. Ramos, Adela Rodríguez Larreta de García Mansilla, Marcelo Sánchez Sorondo, Juan Ramón Sepich y Lisardo Zía; reprodujo la obra plástica de Héctor Balsaldúa y Juan Antonio Ballester Peña, y textos de autores extranjeros como Gino Arias, Hilaire Belloc, G. K. Chesterton, Paul Claudel, Pablo Antonio Cuadra, Eugenio Montes, Giovanni Papini, Charles Péguy, José María Pemán y Adriano del Valle. Las miras específicamente culturales de la publicación se manifestaron rápidamente al ver la amplitud que se tenía para admitir colaboraciones de todas las tendencias. Así en sus páginas puede leerse la traducción en verso del Lepanto de Chesterton, debida a Jorge Luis Borges y la de Manuel Mujica Láinez sobre El Huesped, de Charles Péguy.
Decía Juan Carlos Goyeneche, en la presentación de la Revista: “Cuando el Sol y la Luna se miran frente a frente, se produce el claro prodigio de la armonía, y el orden humano, como reflejo del querer divino, tiene la dichosa facilidad de una mirada. Nuestra revista, con el simbolismo de su título quiere significar una ferviente aspiración a tal orden y a tal armonía por el amor del sol y la fidelidad de la luna”.
La revista, caracterizada por el alto nivel cultural, sacó diez números. En el Número 1, salió un artículo denominado “De Granada a Rocroy”, escrito por Eugenio Montes. Allí se afirmaba:
“La denominación de la historia universal,
habitual en los manuales, Antigua, Media, Contemporánea, es, por su mera
enunciación, arbitraria y falsa (…).
Si es falsa esta nomenclatura con
referencia a cualquier historia, lo es mucho más con referencia a la historia
española. Con respecto a España carecen de sentido las expresiones Edad media y
Edad Moderna (…). Las ideas imperantes en la Edad Media son las de los
españoles que están combatiendo en 1580. La catedral de Segovia es del mismo
año que la batalla de Pavía, (…) un Theotocopuli (el ‘Greco’) en plena época
del barroco hace Edad Media.” En definitiva, lo que el artículo nos está
diciendo es que España, y su obra –la Hispanidad-, continúan en los “tiempos
modernos” los valores culturales de la Cristiandad Medieval.
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