OLIVEIRA SALAZAR, PATRIOTA Y ESTADISTA

Este 27 de julio se cumplen 50 años de la muerte del gran estadista portugués Antonio de Oliveira Salazar. Es justo que quienes nos sentimos y consideramos nacionalistas y católicos rindamos un homenaje, aunque sea modesto en relación a lo que su figura merece, a tan gran patriota. 

EL NACIONALISMO ARGENTINO  

     Antes de referirnos al patriota portugués queremos hacer una referencia al Nacionalismo Argentino, desde el cual hacemos nuestro homenaje. Una de las primeras expresiones claramente nacionalistas, que surgen en Argentina, se da pasado el primer lustro de la década del 20, a través del periódico La Nueva República. Entre los principales referentes de ese primer nacionalismo se encontraba el médico entrerriano Juan Emiliano Carulla. Nos dice al respecto, Hernán Capizzano:

    “Si se trata de ser precisos, puede decirse que el primer exponente del nacionalismo como tal, naturalmente antiliberal, parece haber sido Juan Emiliano Carulla. Nacido en Entre Ríos, militante en el socialismo y luego en el anarquismo, graduado en medicina, marchó a los campos de batalla en la Primera Guerra Mundial. Conoció de cerca el nacionalismo francés y regresó al país nutrido de estas influencias. Hacia 1925 fundó junto a otro médico llamado Roberto Acosta el periódico La Voz Nacional, de escasa relevancia y cuya colección no hemos encontrado en repositorio alguno. El siguiente paso fue en diciembre de 1927 la fundación del semanario La Nueva República. Aquí aparece nuevamente Carulla, gestionando ante sus camaradas de ideas la necesidad de que la publicación llevase como subtítulo ‘Órgano Nacionalista’.”[1]

     ¿Qué es lo que Carulla vio en Francia, que lo llevó a desengañarse del ideario izquierdista que había profesado, y a acercarse a posiciones acordes con un sentido tradicional del Orden político? Él nos lo responde en su obra Al filo del Medio Siglo: descubrió la obra del gran autor tradicionalista Charles Maurras. Nos cuenta: “Tan pronto, pues, como llegué a Francia, una de las primeras cosas que hice fue procurar enterarme de la marcha del movimiento de L’Action Francaise. No podía negarlo; el trato directo con tres o cuatro de sus dirigentes, todos ellos magníficos combatientes de primera línea, así como la lectura del diario del partido y algunos libros de Maurras…hubieron de influirme profundamente. La figura austera del autor…se me aparecía como la de uno de los grandes filósofos políticos de todos los tiempos.” Se refiere, además, al impacto que le causó enterarse del “ascetismo de su vida de combatiente impávido (que) moraba en una modesta habitación y sólo disfrutaba de un sueldo de cuatrocientos francos… (que) trabajaba de sol a sol…(y que) renunció voluntariamente a una carrera brillante que lo habría exaltado a la categoría de príncipe de las letras francesas, para entregarse al periodismo de batalla.” Este encuentro fue modificando sustancialmente los conceptos que Carulla había tenido hasta ese momento acerca del hombre y de la sociedad: “la huella de los pensadores clásicos que iban reemplazando en mi biblioteca a los modernos y avanzados, afloraron nuevamente en mi espíritu, con renovado vigor, convicciones religiosas y morales relegadas a un segundo plano o momentáneamente olvidadas. Tuve certeza de que no puede haber Estado sin ética, y de que para el nuestro…(surgido) de la entraña cristiano-occidental, ésta no puede provenir sino del acatamiento a las verdades del Evangelio. Se me hizo imposible concebir una buena política, sin un programa de defensa de las instituciones reconocidas del orden clásico: la familia, la sociedad, la nación.”[2]

     Su estancia en Francia también le permitió apreciar las riquezas de la cultura clásica que, a pesar de todas las revoluciones, aun conservaba la tierra de los Luises: “Luego, nos dirigimos a la catedral. Su mole inmensa se nos apareció en toda su magnífica imponencia, mostrando al sol las cicatrices producidas por las granadas de artillería pesada, con muchas de sus magníficas esculturas mutiladas o destruidas totalmente…altares, bóvedas, coro, nichos, hornacinas, sepulcros, arquitrabes…monumentos, frescos, imágenes y vitrales…”[3]

     A su regreso a la Argentina, su espíritu choca con una realidad contrastante con las reflexiones que había llevado adelante durante su estancia en Europa. El Liberalismo había dado un paso hacia adelante y había conducido a la Democracia. El líder populista Hipólito Yrigoyen era ahora presidente. El clientelismo político, la marea roja que amenazaba con arrasarlo todo, las revueltas universitarias en Córdoba, lo llenaron de decepción. Pero, por debajo de las desviaciones provocadas por la Democracia y por el Liberalismo, Carulla comienza a  percibir que existía una Argentina antigua, que era preciso restaurar.

     “…arribé a la conclusión de que el remedio a los males de la democracia…no podía ser otro que un régimen…basado en la restauración del orden y las jerarquías, amén de la tradición y la cultura propias”. Y unos renglones más abajo nos habla de la: “necesidad de una restauración nacionalista, a fin de reencauzar las instituciones, afianzar el orden social y vigorizar el pensamiento de la argentinidad diluido y desvirtuado”[4].

     A este primer Nacionalismo podemos aplicar perfectamente las palabras de Hernán Capizzano, cuando nos dice que dicho movimiento nació de "las aspiraciones políticas de muchos argentinos que deseaban una Argentina nueva y vieja. Nueva por su ruptura con el régimen liberal pos Caseros, vieja por su identificación con las raíces genuinas y propias de la Nación..."

     Juan Carulla no fue el único representante del primer Nacionalismo argentino fuertemente influenciado por Maurras:

     “El periódico La Nueva República se dio a conocer el 1° de diciembre del año 1927. El director del mismo fue Rodolfo Irazusta, encargado de la sección política. Los redactores habituales fueron Julio Irazusta -hermano de Rodolfo, Ernesto Palacio y Juan Carulla. (…)

     ‘Rodolfo Irazusta, con menos cultura libresca que sus compañeros, había sido formado por su padre para la acción, en la que intervino desde muy joven, tomando parte en la vida de comité, desde el retorno del radicalismo al comicio…Durante un viaje a Europa…cayó bajo el influjo de Maurras…

     Como escritor Rodolfo Irazusta fue el periodista nato…

     Ernesto Palacio…tenía acabada formación literaria, y siendo un admirable poeta, se atuvo a la prosa…Fue…el petit anarchiste que Maurras confesó haber sido en su extrema juventud…Entre los años 23 y 27 César Pico había hecho de Ernesto Palacio un católico ferviente y un hombre de orden…

     Julio Irazusta había sido omnívoro pero desordenado lector, hasta que fue a Europa en 1923…Antes de cesar su rechazo a Maurras, y de admirarlo, Julio Irazusta tenía formado el criterio político con que estudió los clásicos de la materia…

     En el segundo número del periódico aparece como editorialista…el Dr. Juan E. Carulla, médico entrerriano residente en Buenos Aires, procedente del anarquismo, a quien la guerra europea, en la que participó como profesional en el frente de Francia, lo hizo evolucionar. Allá volviose asiduo lector de la Acción Francesa.’ (Irazusta, Julio. El Pensamiento político nacionalista. De Alvear a Yrigoyen, Obligado Editora. Buenos Aires. 1975, pp.15-18).”[5]

     ¿A qué se debe esta larga introducción? Al hecho de que existe un punto en común entre el héroe al que queremos dedicar estas líneas y el Nacionalismo argentino desde el cual admiramos a nuestro personaje: ese punto en común es el influjo maurrasiano.

ANTONIO OLIVEIRA SALAZAR

a)    Breve reseña biográfica

     Antonio Oliveira Salazar nació en Vimieiro el 28 de abril de 1889. De chico creyó sentir vocación al sacerdocio por lo que a los 11 años ingresó al seminario menor. Permanecería en él desde 1900 a 1908. “A estos años –diría luego-  les debo lo mejor de mi formación moral y de mi disciplina intelectual”[6]. A pesar del gran recuerdo de ese momento, se dio cuenta de que su vocación era otra. Cuando él decide abandonar el seminario –en 1908-  Portugal vivía tiempos revueltos. El Rey era asesinado, y poco después se proclamaba la República.  En tanto Antonio se trasladaba a Coímbra para estudiar Derecho (1910). En 1914 obtuvo el título de bachiller en Derecho y en 1916 asistente de Ciencias Económicas. En 1917 fue nombrado profesor adjunto en la cátedra de Ciencias Económicas. Mientras ejercía la docencia, Antonio comenzó a actuar en política. En 1921 fue elegido diputado. Portugal por aquel tiempo estaba terriblemente revolucionado. El 28 de mayo de 1926 se produce un levantamiento de las Fuerzas Armadas. Los militares se proponen restaurar el orden político en el país. Pronto se dan cuenta que junto al caos político se daba una tremenda crisis económica. En 1928 ven la posibilidad de ofrecer a Salazar el manejo de las finanzas de Portugal. La acción saneadora llevada adelante por Antonio lo llevará de ministro de economía a jefe de Gobierno, ocupando la Presidencia del Consejo. Desde su nuevo cargo promovió una reforma profunda de la Constitución que permitió instaurar un régimen nacionalista y corporativo. Nacía el Estado Novo. Salazar era el líder nato del nuevo Estado, al cual entendía desde una profundad perspectiva religiosa, moral y restauradora.

     “Salazar era muy consciente de la descomposición en que se encontraba la Europa de su tiempo, fruto sobre todo de la revolución filosófica de los siglos XVIII y XIX. En dichos siglos se negó a Dios, la moral, la verdad, llegándose al punto de atentar contra la célula primaria de la sociedad que es la familia. La posición de nuestro estadista era categórica al respecto.

     Por lo demás, Salazar era un hombre profundamente católico, y católico practicante, según atestigua su amigo el cardenal Cerejeira, con quien vivió desde 1915 a 1928, como lo señalamos oportunamente, cuando ambos estudiaban juntos en la Universidad o ejercían el magisterio. En cierta ocasión, siendo ya Cardenal, le preguntaron a Cerejeira por su amigo. 'Salazar ha seguido un camino recto -respondió-, sin tomar nunca el atajo. Ha seguido siendo el hombre de las grandes cosas y los pequeños detalles. En su juventud ya se imponía por su rica naturaleza, su voluntad tenaz, su inteligencia y su perfecto equilibrio. Posee el arte de contar con fina ironía, pero desdeñaba la elocuencia...No he advertido jamás tantos contrastes en un ser. Apreciaba la compañía de las mujeres y su belleza y, sin embargo, llevaba la vida de un fraile'...

     Salazar siempre entendió que el Estado no podía prescindir de lo religioso y de lo moral, entendiendo que los valores trascendentes eran los supremos en una sociedad política.”[7]

b)   Su concepción de la Nación

     Vamos a centrar nuestra mirada sobre la figura inmensa de Oliveira Salazar a partir de su patriotismo. Creemos, en efecto, que el amor por Portugal es un aspecto central en la vida de esta figura sin par. Desde ese amor es desde donde se puede comprender su vocación como conductor de su Patria hacia el bien.

     Decíamos al inicio que el nacionalismo argentino tuvo en sus orígenes una importante impronta maurrasiana. El sentido de pertenencia nacional, y la reflexión intelectual acerca de esta realidad, también tuvo en Oliveira Salaza este fuerte influjo. Dejemos asentado, ante todo, que para Salazar Dios es el Primer Absoluto.  Supuesto esto, toda su inteligencia y todo su corazón están volcados al amor de su Nación: “Si como católico concibe la sociedad política ordenada a un fin último trascendente –al Absoluto, a Dios-, en lo que concierne exclusivamente al orden temporal, la Nación se encuentra en la cumbre de su edificio axiológico”[8].

     No obstante, es cierto que no escapa a nuestro héroe que hubo un ideal anterior al hecho nacional, que fue la unidad de la Cristiandad: esto es la unión de los pueblos europeos en torno a una fe común. Sin embargo, roto este sublime ideal a partir de los cambios desencadenados por la Reforma luterana a partir del siglo XVI, la Restauración se debe hacer al interior de cada Nación. En esto coincide con el autor francés: “…si Maurras considera un retroceso para la sociedad humana el término de la Res publica Christiana y el surgimiento de las nacionalidades, hace una dura advertencia respecto de la alternativa que los hombres afrontarían en el caso de que su Nación fuese destruida.”[9] Unos renglones antes leemos que para Salazar: “la Nación (aparece) como…la ‘mejor’ (forma) posible en la realidad actual… (En éste, como en tantos otros puntos) Salazar se muestra en plena coincidencia con Maurras.”

     La Nación, pues, es la primera realidad en el orden temporal presente.  Maurras fue uno de los principales autores que logró elaborar una teoría de la Nación sobre principios tradicionalistas, despojando de esta bandera al pensamiento jacobino, que había levantado la bandera de la “Nación” pero en términos contractualistas.  Maurras, siguiendo a Barrès que había definido a la Nación en términos sentimentales a partir de “la tierra y los muertos”, va a elaborar una concepción intelectual, que no deshecha la pasión por lo nacional,  pero que busca poner como centro el conocimiento de la realidad patria. Tocamos aquí otro concepto: el de Patria. Si bien es cierto que pueden aparecer utilizados indistintamente en la obra del contrarrevolucionario francés,  sin embargo se puede hacer una distinción.

     “La Patria…abarca las generaciones precedentes sobre dicho suelo. La Patria, pues, abarca los paisajes y los campos, los pueblos y las ciudades, las iglesias y los cementerios, las fábricas y los museos, la lengua y la literatura, la religión y las costumbres, las tradiciones, las tradiciones y las leyes, las obras artísticas, técnicas, científicas. En resumidas cuentas: la Patria es un patrimonio.

     El vocabulario Nación, a su vez, con origen en el natus latino, conlleva la noción de nacimiento, de filiación., de descendencia. Y como tal delata la idea de una comunidad de herederos, continua en el tiempo pues incluye los muertos, los vivos y los que han de nacer. Mientras el concepto de Patria se relaciona con la idea de patrimonio lentamente formado por las sucesivas generaciones de nuestros ‘apdres’, la idea de Nación corresponde más bien al conjunto de herederos de tal patrimonio…”[10]   

     La Patria, pues, sería un  patrimonio, en tanto la Nación son los herederos que reciben y deben comunicar dicho patrimonio. Sin embargo, muchas veces ambos términos aparecen en forma indistinta en los escritos de Maurras. Lo mismo ocurre con Salazar: “Si es cierto que en unas pocas ocasiones el estadista siente la necesidad de precisar lo que distingue a los conceptos de Patria y Nación puede decirse que la tendencia en sus Discursos es considerar ambos términos como equivalentes.”[11]

     A partir de todo lo expuesto corresponde que comparemos cómo define a la Nación cada uno. Maurras afirma que se trata de “un sindicato de familias compuesto por la historia y la geografía; su principio excluye el principio de la libertad de los individuos, de su igualdad, mas ella implica, en cambio, una fraternidad real, profunda, orgánica, reconocida por las leyes, verificada por las costumbres, y cuyo perímetro de las fronteras hace el signo material”[12]. Por su parte, el estadista portugués “la Nación es…sobre todo una entidad moral, que se formó a través de los siglos por el trabajo y la solidaridad de sucesivas generaciones, ligadas por afinidades de sangre y de espíritu, y para nada nos repugna creer tiene atribuida en el plan providencial una misión específica en el conjuntos humano”[13].

     La realidad nacional crea deberes en los hombres. El primer deber es el amor. Maurras, superando la concepción romántica de Barrès, considera que lo supera en un amor racional. Oliveira Salazar, del mismo modo, cree que el amor hacia la Patria se debe sustentar en el  conocimiento. No se puede amar lo que no se conoce. El conocer despertará los afectos consiguientes:

     “En definitiva, para Salazar, la supremacía de la nación empieza a justificarse por la afirmación de un sentimiento, a partir de un ‘acto de fe en la Patria portuguesa’. En sus palabras:

     ‘Es preciso amar y conocer a Portugal –en su pasado de grandeza heroica, en su presente de posibilidades materiales y morales,…en su futuro de progreso, de belleza, de armonía…Repito; es preciso amar y conocer a Portugal’.”[14]

      El filósofo rumano Mircea Eliade analizando el fenómeno político salazariano sostenía que Salazar “al concebir la familia como ‘núcleo irreductible’ de la Nación y reintroducir el orden corporativo, restaura una comunidad orgánica, y ésta, basada que está en el agregado familiar, se funda precisamente en el factor que lo crea, unifica y valora -el ‘amor’. Así que las corporaciones, los municipios y la Nación no son más que ‘formas elaboradas de la misma familia portuguesa’. La Nación salazariana –mantiene Eliade-, definiéndose, entonces, como comunión de ‘amor’ y de ‘destino’, lo hace justamente a través de los términos que definen la propia familia”[15].

     A través del tema del amor patrio en Salazar, Eliade nos ha introducido en otro aspecto de la concepción salazariana –y maurrasiana- de Nación: el organicismo. En efecto, para Antonio “el agregado nacional no es un aglomerado de individuos atomizados y desenraizados, sino un ‘todo orgánico’, constituido ‘por individuos diferenciados en virtud de aptitudes diversas y actividades diferentes, jerarquizados en su diferenciación natural’ e integrados en las agrupaciones humanas naturales –‘la familia, la sociedad, e sindicato profesional, la asociación de fines ideales, la autarquía local’-. Descartando el individualismo democrático como piedra angular de la Nación…Salazar enfoca su atención en la persona humana y en el cuadro natural en que ésta viene al mundo y se desarrolla: la familia. Pues ésta –célula fundacional irreductible- y las demás agrupaciones humanas naturales, como ‘el prolongamiento y el sustentáculo de la persona humana’, son partes componentes de la Nación’.”[16]

     Podríamos seguir desarrollando muchos otros aspectos, siguiendo la obra de Marcos Pinho de Escobar, acerca de la concepción salazariana de la Nación: como realidad, patrimonio, herencia, unidad. La extensión del artículo no lo permite. No obstante, quisiéramos terminar este apartado haciendo referencia a algunos de los elementos que para el gran estadista conforman a la noble nación Portuguesa:

     “…la realidad objetiva de la Nación portuguesa, comenzando por su dimensión  euro-ultramarina, derivada de un imperativo categórico de la Historia,…consiste en su territorio pluricontinental y su poblacional multirracial. Ahora bien, sin menospreciar la dimensión material de esta obra, Salazar enfatiza su dimensión espiritual o moral. Si defiende a ultranza la integridad del territorio pluricontinental de la nación, no lo hace sólo porque tal territorio, como realidad física, es patrimonio de los portugueses, sino porque los trabajos y sacrificios hechos para constituirlo y mantenerlo son, en sí mismos, parte integrante inalienable de tal patrimonio. Así la lengua y la cultura, las ciencias y las artes, las gestas fundacionales de la nacionalidad y la expansión ultramarina, el ideal de vida colectiva y de civilización, las tradiciones y las glorias, las alegrías y tristezas, las necesidades y aspiraciones, la sumatoria de esfuerzos y sacrificios comunes, la identidad de origen y la comunión espiritual, la independencia, la soberanía, entre muchos otros, son los elementos que componen este inmenso y complejo acervo que forma la ‘esencia indefinible de la continuidad histórica de los portugueses a través de los siglos’.”[17]

c)    El Jefe 

     Maurras entendía que la restauración tradicionalista de Francia debía hacerse desde el sistema monárquico. Sin embargo, podríamos decir que tras las caídas y/o defección de las monarquías cristianas, las grandes dictaduras de los siglos XIX y XX han sido un paliativo que han frenado por un tiempo los estragos traídos por la revolución democrática. Es en este contexto que debemos ubicar la acción restauradora de Salazar. El gran estadista se propuso que su Portugal amado se reencontrara con lo mejor de su tradición. Nos dice al respecto Henri Massis:

     Salazar como jefe se propone “hacer vivir a Portugal habitualmente”, esto es “hacerlo vivir según sus modalidades, las cualidades más durables de su ser, las más firmes; es obrar conforme lo exige su naturaleza, es…ordenar las potencias que comandan sus movimientos…

     ‘Nuestro pasado glorioso pesa demasiado sobre nuestro presente, dice en una página en que la voluntad de lo que debe ser disputa con el orgullo de lo que fue…’

     He ahí por qué si aspira a hacer vivir a Portugal habitualmente, el Sr. Salazar entiende imponer a la nación una dirección que utilice los hábitos, las disposiciones favorables de la raza …”[18]

CONCLUSIÓN

     De lo expuesto en este breve artículo, que intenta ser un justo –aunque modesto- homenaje podemos concluir que Antonio de Oliveira Salazar fue un portugués que amó fervientemente a su Nación, logrando desde su labor de gobierno hacer que su la Patria se reencontrara con sus raíces más profundas.

APÉNDICE I: “El Milagro Portugués” 

     El Padre Ramiro Sáenz que realizó un profundo trabajo sobre Fátima dedica unas líneas a lo que denomina “El milagro portugués”, que tuvo como protagonista principal a nuestro personaje. De allí extraemos los siguientes párrafos:

     “El orden temporal del hombre, ámbito de las actividades sociales y políticas, ha sido creado por Dios, y debe ordenarse a los bienes y fines espirituales o sobrenaturales. Todo debe referirse a Dios como principio y fin. Las acciones sociales y políticas o contribuyen al fin y sentido de la existencia humana, o lo impiden. Desde la irrupción de la Ilustración…el orden temporal intenta girar sobre su propia órbita y reclamar su autonomía al Creador. Esto incluye las actividades políticas, sociales, profesionales, económicas, militares, artísticas, laborales, etc. Deja reducido a Dios y su Iglesia el ámbito de lo interior del hombre, o mejor, de lo subjetivo. De aquí el prejuicio injustificado de separar lo político de lo religioso…

…Desde los días de las apariciones de la Virgen, Portugal tiene una transformación económica, político-social y religiosa notabilísima y está ligada especialmente a un hombre providencial: Antonio Oliveira Salazar (1889-1970)…

     Desde hacía treinta años el país estaba sumergido en un caos económico y político total…

…Era tal el desorden que las Fuerzas Armadas deciden tomar el poder…se hace cargo del gobierno el general Antonio O. de Fregoso Carmona, de pensamiento conservador. Éste es quien…llama, en 1928, a Antonio de Oliveira Salazar como ministro de Hacienda o Finanzas. Luego de una gestión brillante, fue nombrado presidente del Consejo, en 1932…

     Su gestión no fue meramente económica, sino que restauró en Portugal sus instituciones naturales e históricas. Se lo puede considerar no solamente un gran católico, sino uno de los políticos más lúcidos, visionarios, prudentes y justos de este siglo, entendiendo la política en el más noble sentido de la palabra…

     Lo que podemos llamar el milagro portugués no es solamente haber sido preservado el país de la invasión ideológica marxista y la participación en la Segunda Guerra Mundial. Es mucho más que eso: Portugal vive una primavera política, social y espiritual que durará aproximadamente cuarenta años. Verdadero milagro, si echamos una mirada sobre el panorama europeo de esos días…

     En 1942, XXV aniversario de las apariciones (de la Virgen en Fátima), el Cardenal Cerejeira dirá agradecido: ‘Para expresar lo que está ocurriendo aquí desde hace veinticinco años el vocabulario portugués tienen una sola palabra: milagro. Sí, estamos firmemente convencidos de deber esta maravillosa transformación de Portugal a la protección de la Santísima Virgen María’…

     El mismo Salazar consideraba una gracia de la Virgen la restauración de su país…Pío XII, testigo doliente de la descomposición de las naciones, no temía proclamar el milagro portugués: ‘En un momento trágico de tinieblas y extravío, cuando la nave del Estado portugués, perdiendo la ruta de sus más gloriosas tradiciones, arrastrada por la tormenta anticristiana y antinacional, parecía ir al naufragio cierto, el Cielo intervino en su bondad, y en medio de las tinieblas, brilló la luz, del caos surgió el orden, la tempestad se apaciguó, la calma se restableció, y Portugal pudo volver a encontrar y reanudar el hilo de sus bellas tradiciones de Nación ‘fidelísima’, para proseguir su carrera gloriosa de pueblo de cruzados y de misioneros’.”[19]           

APÉNDICE II: “A Antonio Oliveira Salazar”, por Antonio Caponnetto

 

“Había algo de monje en su talante,

Blanca la mano sobre el libro abierto,

La soledad fecunda del desierto,

Camastro pobre, ayuno, verbo orante.

 

Algo de bravo caballero andante

Que en sueños vive y a la vez despierto,

Algo de asceta con el gesto yerto

O la sonrisa apenas anhelante.

 

No discute la patria, la defiende

De la usura sin rostros humanados,

Cuando las hoces siegan los sembrados,

O la sonrisa apenas anhelante.

 

Para sí nada quiere, porque entiende

Al poder como oficio de abnegados.

El cetro con la cruz van hermanados:

Sólo el bullicio al gobernante ofende.

 

La nación es su casa solariega,

Ese hogar lusitano junto al río,

Su cátedra, su claustro, el labrantío.

Es el imperio de la fe andariega.

 

Señor de la mesura a quien no ciega

El aplauso mundano del gentío.

Sacrificio es mandar, pero el bajío

Remonta al agua si el amor navega.

 

Tiene su acción el tono esposalicio

De los antiguos reyes medievales,

Sabedor de las normas teologales,

primero en el deber y en el servicio.

 

Tiene acaso en Platón su natalicio

En la aldea cristiana sus puntales,

El color de las frondas terrenales

La viril inflexión del epinicio.

 

Siempre de pie lo vieron en Lisboa,

Jerárquico en la acción y en el sosiego

Entre Guineo, Mozambique y Goa.

 

Quieto el sol sobre Fátima se afila,

quietud de un pueblo en paz y sin trasiego.

Silencio todos: Salazar vigila.”

 

Salazar: el tropiezo que acabó con una dictadura | Internacional

[1] Capizzano, Hernán. Alianza Libertadora Nacionalista. Historia y crónica (1935-1953). Memoria y Archivo. Buenos Aires. 2013, p. 11.

[2] Al filo de siglo y medio. Huemul. Buenos Aires. 1965, pp. 202-203.

[3] Ibídem, 186.

[4] Ibídem, 229-231.

[5] Ruffino, Javier. “La Nueva República”, o la lucha por el orden, en http://criticarevisionista.blogspot.com/2017/10/la-nueva-republica-o-la-lucha-por-el.html

[6] Citado por Alfredo Sáenz en La Catedral y el Alcázar. Serie Héroes y Santos. Ediciones Gladius. Buenos Aires. 2004, p. 122.

[7] Ibídem, p. 82.

[8] Pinho de Escobar, Marcos. Perfiles maurrasianos en Oliveira Salazar. Ediciones Buen Combate. Buenos Aires. 2014, p. 163.

[9]  Ibídem, p. 177.

[10] Ibídem, p. 160.

[11] Ibídem, p. 162.

[12] Ibídem, p. 160.

[13] Ibídem, p. 167. Observemos que en la definición de Salazar aparece un elemento que estaba ausente en la del teórico francés: el plan de la Providencia sobre la Nación. No escapa a la fe intensa del portugués la acción divina sobre las cosas humanas, y la vocación que cada Nación recibe en los planes inescrutables del Creador.

[14] Ibídem, p. 170.

[15] Ibídem, p. 169. Observemos que Eliade atribuye a Salazar la idea de Nación como comunidad de destino, definición que estaría emparentando al portugués con otro gran patriota: José Antonio Primo de Rivera, quien definía a la nación como unidad de destino en lo universal.

[16] Ibídem, pp. 178- 179.

[17] Ibídem, P. 194-195.

[18] un. Jefes. Sol y Luna. Buenos Aires. 1939, pp. 78-81.

[19] Sáenz, Ramiro. Fátima. Geografía, Historia, Teología y Profecía. Gladius. Buenos Aires. 2017, pp. 243-250.



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