La cultura del Occidente cristiano se desarrolló en gran parte en torno a la Fe celebrada en la Liturgia. El gran teólogo del siglo XX Romano Guardini profundizó en la riqueza contenida en la celebración litúrgica.
En la obra de Romano Guardini, la liturgia ocupa un lugar absolutamente central, no como un ámbito más dentro de la vida cristiana, sino como el espacio originario donde el creyente entra en contacto con el misterio de Dios y donde se forma interiormente la comunidad eclesial. Para Guardini, la liturgia no es ante todo un conjunto de ritos o ceremonias, sino una “forma” en sentido profundo: una realidad objetivo-espiritual que educa al hombre, lo libera del subjetivismo y lo introduce en la verdad de Dios.
En su libro “El espíritu de la liturgia” (1918), Guardini sostuvo que la liturgia es el lugar donde se aprende a vivir en la presencia de Dios de un modo “objetivo”, es decir, sin reducir la relación con lo divino a meros estados de ánimo o experiencias pasajeras. Lo litúrgico, en este sentido, educa al cristiano: le enseña a orar de manera eclesial, a someter su sensibilidad espontánea a un orden más grande que él mismo, y a participar en un movimiento que lo precede y lo supera.
Para Guardini, la liturgia tiene una función profundamente antropológica: forma al hombre, lo ordena, le da sentido de medida, armonía y obediencia interior. En un mundo marcado por la dispersión y la subjetividad, la objetividad de la liturgia aparece como un camino pedagógico hacia la libertad verdadera. Por eso insiste en que la liturgia no es expresión de gustos individuales, sino participación en la oración de la Iglesia.
En la dimensión eclesial, Guardini ve en la liturgia la manifestación más intensa de la Iglesia como comunidad. Allí la Iglesia se hace visible en su estructura y en su alma: en la Palabra proclamada, en los gestos, en el canto, en el tiempo y en el espacio santificados. La liturgia expresa la esencia de la Iglesia porque es la acción en la que Cristo sigue actuando por medio de su Cuerpo.
Todo esto se orienta finalmente a la dimensión cristológica, que es decisiva en Guardini: la liturgia es el modo por el cual el cristiano participa en la obra de Cristo. La acción litúrgica es prolongación de la Encarnación. Por eso Guardini puede afirmar que en la liturgia el creyente no “representa” a Cristo simbólicamente, sino que entra realmente en comunión con su misterio pascual.
En síntesis, la liturgia es para Guardini el corazón del cristianismo vivido: el lugar donde la fe se hace forma, donde el individuo se convierte en persona y miembro de la Iglesia, y donde el misterio de Cristo se actualiza sacramentalmente. Su pensamiento litúrgico, que influyó decisivamente en el movimiento litúrgico del siglo XX y en el Concilio Vaticano II, sigue siendo una invitación a redescubrir la liturgia como fuente y culmen de la vida cristiana.
Comentarios
Publicar un comentario