San Máximo, primer obispo de esta sede, que con su paterna palabra llamó al pueblo pagano a la fe de Cristo, y con sólida doctrina lo condujo al premio de la salvación eterna.
Se conserva la mayor parte de la obra literaria de san Máximo de Turín, pero es muy poco lo que se sabe acerca del autor. Parece que vino al mundo alrededor del año 380 y, por referencias extraídas de algunos de sus escritos, se conjetura que era natural de Vercelli, o de algún otro lugar en la provincia de Recia. El escritor declara que, hacia el año de 397, presenció el martirio de tres obispos misioneros de Anaunia, en los Alpes Réticos. El historiador Genadio, en su «Libro de Escritores Eclesiásticos», que completó hacia fines del siglo quinto, describe a san Máximo, obispo de Turín, como a un profundo estudioso de la Biblia, un predicador diestro en instruir al pueblo y autor de muchos libros, algunos de cuyos títulos menciona. La nota concluye señalando que la actuación de san Máximo floreció particularmente durante los reinados de Honorio y de Teodosio el Joven. En realidad el obispo sobrevivió a esos dos soberanos, puesto que, en el año 451 un obispo Máximo de Turín asistió al sínodo de Milán, presidido por su metropolitano, san Eusebio y, con la participación de otros prelados del norte de Italia, firmó la carta dirigida al papa san León Magno para declarar la adhesión de la asamblea a la doctrina de la Encarnación, tal como se expuso en la llamada "Epístola dogmática" del Papa. También estuvo presente en el Concilio de Roma del 465. En los decretos emitidos en esa ocasión, la firma de Máximo figura inmediatamente después de la del pontífice san Hilario y, como por aquel entonces se daba precedencia por la edad, es evidente que Máximo era muy anciano. Se supone que murió poco después de aquel Concilio.
Obispo y predicador de gran relieve en el norte de Italia, no fue un gran sistematizador como Agustín o Ambrosio, pero sí realizó aportes valiosos al desarrollo de la teología patrística occidental, sobre todo a través de su predicación pastoral. Sus homilías (conservamos más de 180, aunque algunas de autenticidad discutida) constituyen la fuente principal para comprender su pensamiento.
Aportes teológicos de San Máximo de Turín
1. Cristología y soteriología
Destaca la humanidad real de Cristo, especialmente en relación con la pasión y la resurrección, subrayando el vínculo íntimo entre el misterio pascual y la salvación.
Interpreta la cruz como victoria sobre el demonio y liberación del hombre, en sintonía con la teología patrística de la redención.
2. Eclesiología
Resalta la unidad y la visibilidad de la Iglesia como cuerpo de Cristo, en continuidad con San Ambrosio.
Subraya la figura del obispo como pastor y garante de la fe, insistiendo en la comunión eclesial en tiempos difíciles (invasiones bárbaras, crisis políticas).
3. Sacramentología
Sus homilías contienen elementos importantes sobre el bautismo y la eucaristía.
Interpreta el bautismo como regeneración y participación en la muerte y resurrección de Cristo.
La eucaristía aparece en él como alimento de unidad eclesial y presencia real de Cristo.
4. Teología moral y pastoral
Insiste en la práctica de la caridad y de la misericordia, vinculándola con la identidad cristiana.
En un contexto social marcado por las invasiones de los godos y la desestructuración civil, exhorta a la comunidad a vivir la fe con firmeza, paciencia y solidaridad.
Rechaza las supersticiones populares, proponiendo una fe cristiana purificada de prácticas paganas.
5. Mariología incipiente
Aunque no desarrolla una mariología sistemática, se encuentran en sus sermones afirmaciones que subrayan la virginidad y la dignidad de María como madre de Cristo, dentro de la línea tradicional de la patrística occidental.
En síntesis: San Máximo de Turín contribuyó a consolidar una teología pastoral profundamente enraizada en la vida litúrgica y en la predicación, reforzando la fe del pueblo en medio de tiempos convulsos. Su aporte no es tanto especulativo como existencial y pastoral: mostrar cómo los misterios de la fe se encarnan en la vida concreta de la comunidad cristiana.
Escribió acerca de la relación entre el acto redentor de Cristo y la vida sacramental: "el bautismo del Salvador es nuestra sepultura, pues en él nos despojamos de nuestro anterior tenor de vida, y, en él recibimos una nueva vida. Grande es, pues, la gracia de esta sepultura: en ella se nos infiere una muerte útil y se nos hace don de una vida todavía más útil; grande es la gracia de esta sepultura, que a un mismo tiempo purifica al pecador y vivifica al que está a punto de morir."
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