HILDEGARDA, MAESTRA DE SABIDURÍA

"Hildegarda de Bingen (1098-1179) fue una religiosa benedictina de origen alemán que vivió hasta los 81 años, a pesar de haber sufrido muchas enfermedades...Fue visionaria, teóloga, arquitecta, artista, música, científica, ecologista, homilista, escritora de cartas, feminista y activista. Fue aclamada como santa en los años posteriores a su muerte, pero no fue canonizada formalmente ni declarada Doctora de la Iglesia hasta 2012, por el Papa de origen alemán Benedicto XVI, antes cardenal Joseph Ratzinger.
   Nació en el seno de una familia noble alemana y desde muy joven se vinculó a un monasterio benedictino cercano. Poseía una genialidad extraordinaria y creativa...Poseía además gran encanto personal pues la gente la apreciaba y recordaba.
   Sus visiones, decía, no eran una pérdida de conciencia, sino una ampliación de su mente autoconsciente y su despertar a la grandeza de los misterios de la fe. Scivias, su composición más conocida, recoge una serie de visiones sobre los misterios de la fe cristiana de las cuales escribió interpretaciones teológicas y encargó a un artista del monasterio que las plasmara al estilo de los manuscritos iluminados. Estas coloridas ilustraciones de las visiones de Hildegarda son probablemente la entrada más accesible a su enseñanza espiritual.
   Los dones de los que gozaba Hildegarda no eran exclusivos. Debieron reflejar la vitalidad de una comunidad religiosa femenina muy creativa y autodidacta. Ella debió inspirar a toda su comunidad. ¿Sintieron sus hermanas que sus propios dones florecieron y fueron alentados a desarrollarse? Ellas cantaban su música coral, tocaban instrumentos musicales según su notación y memorizaban líneas de su obra de moralidad, Ordo Virtutem. Sus propias compañeras preparaban remedios naturales del herbario. Además de recibir sus cuidados médicos, la ayudaban a diagnosticar a otros enfermos y registraban sus tratamientos.
Sus hermanas la acompañaban en sus prédicas por toda Alemania, hacían copias de sus homilías para compartirlas con otros monasterios, hablaban maravillas de ella y dialogaban con sus hermanos monásticos. Entregaron sus cartas a muchos destinatarios, de las que se conservan 400. Sobre todo, sus hermanas le dieron tiempo para escribir, la animaron emocionalmente y conservaron sus escritos. Fueron copartícipes de su creación." (https://sistersofmercy.org/es/santa-hildegarda-de-bingen-una-visionaria/)

   El Papá Benedicto XVI nos descubre la sabiduría de la abadesa en la Carta Apostólica que escribió con motivo de la proclamación de su Doctorado:

   "Con aguda sensibilidad sapiencial y profética, Hildegarda fija la mirada en el acontecimiento de la revelación. Su investigación se desarrolla a partir de la página bíblica, a la que, en sucesivas fases, permanece sólidamente anclada. La mirada de la mística de Bingen no se limita a afrontar cuestiones individuales, sino que quiere ofrecer una síntesis de toda la fe cristiana. En sus visiones y en la sucesiva reflexión, por lo tanto, ella compendia la historia de la salvación, desde el comienzo del universo a la consumación escatológica. La decisión de Dios de llevar a cabo la obra de la creación es la primera etapa de este inmenso itinerario que, a la luz de la Sagrada Escritura, se desenvuelve desde la constitución de la jerarquía celeste hasta la caída de los ángeles rebeldes y el pecado de los primeros padres. A este marco inicial le sigue la encarnación redentora del Hijo de Dios, la acción de la Iglesia que continúa en el tiempo el misterio de la encarnación y la lucha contra satanás. La venida definitiva del reino de Dios y el juicio universal serán la coronación de esta obra.
   Hildegarda se plantea y nos plantea la cuestión fundamental de que es posible conocer a Dios: es ésta la tarea fundamental de la teología. Su repuesta es plenamente positiva: mediante la fe, como a través de una puerta, el hombre es capaz de acercarse a este conocimiento. Sin embargo Dios conserva siempre su halo de misterio y de incomprensibilidad. Él se hace inteligible en la creación; pero esto, a su vez, no se comprende plenamente si se separa de Dios. En efecto, la naturaleza considerada en sí misma proporciona sólo informaciones parciales que no raramente se convierten en ocasiones de errores y abusos. Por ello también en la dinámica cognoscitiva natural se necesita la fe; si no, el conocimiento es limitado, insatisfactorio y desviante.
   La creación es un acto de amor gracias al cual el mundo puede emerger de la nada: por lo tanto la caridad divina atraviesa toda la escala de las criaturas, como la corriente de un río. Entre todas las criaturas, Dios ama de modo particular al hombre y le confiere una extraordinaria dignidad, donándole esa gloria que los ángeles rebeldes perdieron. La humanidad, así, puede considerarse como el décimo coro de la jerarquía angélica. Pues bien: el hombre es capaz de conocer a Dios en Él mismo, es decir, su naturaleza individua en la trinidad de las personas. Hildegarda se acerca así al misterio de la Santísima Trinidad en la línea ya propuesta por san Agustín: por analogía con la propia estructura de ser racional, el hombre es capaz de tener al menos una imagen de la íntima realidad de Dios. Pero es sólo en la economía de la Encarnación y del acontecer humano del Hijo de Dios que este misterio se hace accesible a la fe y a la conciencia del hombre. La santa e inefable Trinidad en la suma unidad estaba escondida para los servidores de la ley antigua. Pero en la nueva gracia se revelaba a los liberados de la servidumbre. La Trinidad se ha revelado de modo particular en la cruz del Hijo.
   Un segundo «lugar» en el que Dios se hace cognoscible es su palabra contenida en los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. Precisamente porque Dios «habla», el hombre está llamado a la escucha. Este concepto ofrece a Hildegarda la ocasión de exponer su doctrina sobre el canto, de manera especial el litúrgico. El sonido de la Palabra de Dios crea vida y se manifiesta en las criaturas. También los seres privados de racionalidad, gracias a la palabra creadora, son involucrados en el dinamismo creatural. Pero, naturalmente, es el hombre la criatura cuya voz puede responder a la voz del Creador. Y puede hacerlo de dos modos principales: in voce oris, es decir, en la celebración de la liturgia, e in voce cordis, o bien con una vida virtuosa y santa. Toda la vida humana, por lo tanto, puede interpretarse como una armonía y una sinfonía...
   La elección constante del bien produce una existencia virtuosa. El Hijo de Dios hecho hombre es el sujeto de todas las virtudes; por ello la imitación de Cristo consiste justamente en una existencia virtuosa en la comunión con Cristo. La fuerza de las virtudes deriva del Espíritu Santo, infundido en los corazones de los creyentes, que hace posible un comportamiento constantemente virtuoso: tal es el objetivo de la existencia humana. El hombre, de este modo, experimenta su perfección cristiforme.
   Para poder alcanzar este objetivo, el Señor ha dado los sacramentos a su Iglesia. La salvación y la perfección del hombre, de hecho, no se realizan sólo mediante un esfuerzo de la voluntad, sino a través de los dones de la gracia que Dios concede en la Iglesia.
   La Iglesia misma es el primer sacramento que Dios sitúa en el mundo para que comunique a los hombres la salvación. Ella, que es la «construcción de las almas vivientes», puede ser justamente considerada como virgen, esposa y madre, y así está estrechamente asimilada a la figura histórica y mística de la Madre de Dios. La Iglesia comunica la salvación ante todo custodiando y anunciando los dos grandes misterios de la Trinidad y de la Encarnación, que son como los dos «sacramentos primarios»; después mediante la administración de los otros sacramentos. El vértice de la sacramentalidad de la Iglesia es la Eucaristía. Los sacramentos producen la santificación de los creyentes, la salvación y la purificación de los pecados, la redención, la caridad y todas las demás virtudes. Pero, de nuevo, la Iglesia vive porque Dios en ella manifiesta su amor intratrinitario, que se ha revelado en Cristo. El Señor Jesús es el mediador por excelencia. Del seno trinitario él va al encuentro del hombre y del seno de María él va al encuentro con Dios: como Hijo de Dios es el amor encarnado; como Hijo de María es el representante de la humanidad ante el trono de Dios..."


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